Casey Barker es un misionero laico que trabaja en una escuela para sordos de Kenia. ¿Tiene alguna característica particular? Sí, tiene Síndrome de Down y una actitud excelente para cualquier desafío.
En Kitui (Kenia), la St. Michael School for the Deaf acoge a personas sordas y con problemas de audición.
En 2016, la escuela acogió a la familia Barker – los papás y su hijo de 27 años, Casey. Su llegada fue considerada una bendición: se necesitaba un administrador para el hospital diocesano y un logopeda especializado en lenguaje de signos.
Los papás tenían el perfil necesario, y Casey era un “bonus” inesperado pues desde entonces enseña el lenguaje de signos en la escuela.
Salto a lo desconocido
Cuando la familia Barker se fue para la misión, Casey pensó que no tendría la valentía necesaria para dejar su vida en Estados Unidos.
Obviamente la decisión de volverse “misioneros laicos” fue tomada en familia, pero antes de irse para Kenia, Casey entendió que estaba dando un salto a lo desconocido.
La llegada fue un verdadero shock, porque la ciudad de Kitui, donde la familia fue transferida, está situada en una región pobre y árida. No llovía en meses, aún siendo el final de la estación de lluvias.
Casey sintió la falta de su Georgia natal, pero los kenianos acogieron con los brazos abiertos a su familia.
Ahí todo es distinto, incluso la comida. El papá de Casey, Rik, trabaja como administrador asistente en el hospital rural de Mythale, ayudando al equipo médico a mejorar la administración y las finanzas.
La mamá de Casey, Diane, enseña el lenguaje de signos a los niños de la escuela. Casey se integró rápidamente y recibió una gran acogida.
“Tengo realmente la impresión de que no han entendido que yo también tengo una discapacidad“, dijo riendo. “Cuando falto un día los niños preguntan dónde estoy porque quieren verme”.
Casey, el hermano mayor
Los niños de la escuela con discapacidades más graves son o sordos o ciegos. “Son espléndidos”, dice Casey, que busca encontrar juegos para ellos.
Para muchos de ellos, la St. Michael School representa su mundo pues muchos se encuentran lejos de sus familias.
“Los niños con discapacidades pueden ser rechazados o escondidos”, dijo Laure Droulers, que se ocupa de la asistencia de los voluntarios en África, porque en Kenia su enfermedad se percibe como una maldición.
No están acostumbrados a vivir en la sociedad o a estar con docenas de niños de su edad y, por lo tanto, parecen muy tímidos.
Es la situación opuesta a la de Casey, que impacta a los demás por su sociabilidad y es considerado una persona con la que todos se encuentran a gusto e increíblemente útil. Está siempre atento a que no le falte nada a nadie.
Ahora que Casey se ha adaptado completamente a su nueva vida en Kenia, la St. Michael School no se limita a enfrentar las necesidades de los niños, sino que con la ayuda de Casey los ayuda a progresar y a trabajar para alcanzar una independencia.
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