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El Papa: No miremos más la pantalla del teléfono que los ojos del hermano 

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Ary Waldir Ramos Díaz - publicado el 02/02/18
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Francisco a los religiosos y las religiosas: “Ustedes son el alba de la Iglesia”

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“La vida consagrada nace y renace del encuentro con Jesús tal como es: pobre, casto y obediente”, expresó el Papa en la homilía presidida en la fiesta de la Presentación del Señor y en ocasión de la XXII Jornada Mundial de la Vida Consagrada este viernes 2 de febrero en la Basílica vaticana.

“No vaya a suceder que miremos más la pantalla del teléfono que los ojos del hermano, o que nos fijemos más en nuestros programas que en el Señor. Porque cuando se ponen en el centro los proyectos, las técnicas y las estructuras, la vida consagrada deja de atraer y ya no comunica; no florece porque olvida «lo que tiene sepultado», es decir, las raíces”, advirtió.

La vida frenética de hoy lleva a cerrar muchas puertas al encuentro, a menudo por el miedo al otro —las puertas de los centros comerciales y las conexiones de red permanecen siempre abiertas—. Que no sea así en la vida consagrada”, dijo el Papa.

Francisco invitó a no olvidar las raíces y las relaciones entre los jóvenes y los mayores. Igualmente, habló del contexto actual de la vida en que se vive la vocación a la vida consagrada “que es de amor verdadero cuando se da sin peros ni excusas y cuando imita a Jesús pobre, casto y obediente”.

Así, mientras la vida del mundo trata de acumular, “la vida consagrada deja las riquezas, que son pasajeras, para abrazar a Aquel que permanece”.

“La vida del mundo se empecina en hacer lo que quiere, la vida consagrada elige la obediencia humilde como la libertad más grande”.

Asimismo, “vivir el encuentro con Jesús es también el remedio para la parálisis de la normalidad, es abrirse a la cotidiana agitación de la gracia”.

Instó a “dejarse encontrar por Jesús, ayudar a encontrar a Jesús: este es el secreto para mantener viva la llama de la vida espiritual. Es la manera de escapar a una vida asfixiada, dominada por los lamentos, la amargura y las inevitables decepciones”.

E invitó a “encontrarse en Jesús como hermanos y hermanas, jóvenes y ancianos, para superar la retórica estéril de los «viejos tiempos pasados», para acabar con el «aquí no hay nada bueno». Si Jesús y los hermanos se encuentran todos los días, el corazón no se polariza en el pasado o el futuro, sino que vive el hoy de Dios en paz con todos”.

Vestido con paramentos blancos de fiesta, el Papa explicó que cuarenta días después de Navidad la Iglesia celebra al Señor que, entrando en el templo, va al encuentro de su pueblo.

La Basílica vaticana, al inicio de la ceremonia, apenas estaba iluminada por miles de velas en las manos de los consagrados y las consagradas congregados para la ocasión. Al inicio de la liturgia el templo se volvió a alumbrar y las velas fueron apagadas.

Antes de la celebración, el Pontífice bendijo los cirios como es tradición. Concelebraron con el Papa, obispos, sacerdotes y miembros de órdenes, congregaciones e institutos religiosos.

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