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¿Qué tienen en común Amazon y las catedrales?

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César Nebot - publicado el 30/01/18

El mundo del comercio y la de información está cambiando

En la Europa de la época preindustrial, los alrededores de las catedrales eran los emplazamientos abiertos donde se daban cita las actividades sociales habituales como el comercio, el encuentro y el ocio. Para una actividad como el comercio en la que se requiere el encuentro entre demandantes y oferentes, disponer de un punto de encuentro común, habitual e integrado en la rutina semanal se constituía en una de las estrategias para reducir el coste de información.

De hecho, el gran problema en los intercambios económicos siempre ha solido ser los altos costes de información. Muchos de los ineficientes desencuentros entre oferta y demanda se deben a la no disposición de suficiente información para todos. Así pues, si un comprador necesitaba cierto producto, sabía que yendo al mercado en torno a la catedral podría maximizar la probabilidad de encontrar a quien se lo vendiera. De igual manera el vendedor procedía de la misma forma.

La época industrial y la urbanización aglutinó la mano de obra para la producción en masa. Las necesidades crecientes en las ciudades dieron lugar a los comercios urbanos, a los comercios de barrio que daban servicio a la aglomeración obrera. En el siglo XX, los barrios obreros de las ciudades vieron aflorar un gran número de pequeños comercios y la consolidación de las plazas de abastos.

No obstante, tras la época post industrial y el desarrollo de los servicios, las catedrales y las plazas de abastos fueron sustituidos por los grandes centros comerciales que esta vez aglutinar la demanda en espacios donde se les puede ofrecer tanto los productos que precisan como servicios de ocio.

Con la revolución de la era de la información, todo esto vuelve a cambiar. Ya no se trata de aglutinar ni obreros, ni servicios, ni demanda. Cuando el coste de la información para hacer que se encuentre la oferta y la demanda disminuye drásticamente gracias a la informática, ya no se precisa aglutinar físicamente a los actores del mercado. Por lo tanto, así como los grandes centros comerciales sustituyeron a las catedrales, hoy día las plataformas logísticas de comercio electrónico en la aldea global de internet irá sustituyendo a los centros comerciales.

Hoy en día, gigantes como Amazon ponen en evidencia no sólo el auge del comercio electrónico, sino que el comercio electrónico ha transformado la forma en la que hacemos la compra. El comercio electrónico crece a pasos agigantados. Cada año crece en volumen de negocio alrededor de un 20% anual y no muestra signos de estancamiento.

Por otra parte, las pequeñas empresas encuentran en Internet el espacio donde poder alcanzar una demanda mayor y en las plataformas logísticas como Amazon un trampolín para conseguir mejorar sus resultados.

Es evidente que la facilidad de comprar online desde casa podía chocar barreras como la confianza y la falta de inmediatez en hacerse con el producto. Pero cada vez estas barreras son más pequeñas, puesto que en un proceso iterativo, las plataformas logísticas van mejorando la confianza de los consumidores con los feedback de clientes y por otra parte están reduciendo los tiempos de espera y entrega que compensan al consumidor. Los medios de pago online cada vez son más fiables, las entidades bancarias, sabedoras del potencial de negocio, han ido mejorando cada vez más las pasarelas de pago seguro.

Así pues, de igual manera que en la era preindustrial los mercados alrededor de las catedrales facilitaban no solo que la gente pudiera adquirir lo que buscaba sino que además facilitaba el afloramiento de nuevos negocios y de nuevas empresas, la aldea global y plataformas como Amazon facilitan la creación de tiendas en Internet de forma sencilla garantizando que llegue a un cantidad ingente de clientes difícilmente imaginable en el ámbito local.

Así pues, plataformas como Amazon no sólo están cambiando nuestras vidas, sino que acabarán por transformar nuestros puntos de encuentro para el negocio. Como este proceso parece ser inapelable, deberíamos estar alerta para seguir buscando nuestros puntos de encuentro para el ocio y el alma, para preservar el sentido humano de nuestras catedrales no virtuales.

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