A muchos de nosotros nos llamaron la atención los disturbios que se produjeron en Francia en enero de 2018 por la compra de Nutella. La marca italiana de crema de cacao con avellanas estaba de oferta en los supermercados Intermarché. El precio de un tarro de Nutella había bajado un 70%, de 4,50 euros a 1,40.
Ante tal oferta, decenas de personas acudieron a primera hora a estos establecimiento en busca del ansiado producto. En uno de ellos, a las 8.15 de la mañana estaban esperando más de 200 personas que, al oír la alarma de la apertura de puertas del supermercado, comenzaron a correr como locas.
Y empezaron las peleas. ¡Por tarros de crema de cacao!
"¡Son como animales!", comentó un cliente que lo presenció. "A una mujer le han arrancado el pelo, a una señora mayor le han puesto una caja de cartón en la cabeza y otro tenía una mano ensangrentada".
La situación alcanzó semejante nivel de violencia que en algunos establecimientos llamaron a la Policía y en otros el director se dedicó a distribuir un tarro por persona hasta acabar con la existencias en 10 minutos. Y todo esto, por un tarro de Nutella que costaba 3 euros menos que de costumbre.
¿Qué está pasando? ¿Cómo puede un producto desatar tal locura en una sociedad donde no hay hambre ni pobreza?
¿Te has preguntado alguna vez por qué compraste determinado producto sin necesitarlo? Seguramente porque lo habías visto anteriormente en algún aviso publicitario o porque alguna amiga te habló de él o porque lo has visto promocionado en el mismo supermercado.
“Que tu alimento sea tu mejor medicamento”, nos aconsejó hace más de 2000 años Hipócrates, el padre de la medicina. Concebía entonces la alimentación como un elemento indispensable para cubrir las necesidades fisiológicas.
Sin embargo en la actualidad, nuestra manera de alimentarnos no busca solo cubrir nuestras necesidades fisiológicas.
La publicidad ha influido muchísimo en los malos hábitos de consumo de la población mundial que tanto preocupan a los médicos. Es uno de los factores que ha provocado el desequilibrio de la alimentación de muchos habitantes del planeta, un problema de salud pública a nivel mundial que provoca enfermedades como el sobrepeso y la obesidad.
Los productos publicitarios tienen un elevado nivel de penetración en todas las capas de la sociedad por lo que acaban ocupando una parte importante de la cesta de compra.
El deseo
¿Por qué? Porque el objetivo de la publicidad es estimular el deseo y la necesidad de consumir un determinado producto, con un fin comercial y en ocasiones dejando de lado la calidad nutricional del alimento.
Como consumidores debemos plantearnos el poder que ejerce la publicidad en nuestras vidas y analizar nuestras eleciones más o menos saludable a la hora de hacer la compra en el supermercado para así ser consciente de cómo nos estamos alimentando y cómo esta alimentación repercute en la salud de toda la familia.
¿A quién afecta especialmente?
Los colectivos más vulnerables a la influencia de la publicidad son los niños, los adolescentes y las amas de casa.
En el caso de los niños, como aún no cuentan con una sólida formación para interpretar los mensajes publicitarios, y acaban relacionando los productos con la diversión y/o la felicidad. Todos hemos podido comprobar en alguna ocasión como se sienten atraídos por productos que cuentan con colores vivos o personajes de series de televisión.
Desde el año 2005 la Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta que la publicidad contribuye a aumentar los niveles de obesidad y sobrepeso de la población infantil.
¿Publicidad engañosa?
Como consumidores también debemos estar atentos a la publicidad que pueda ofrecer información falsa o engañosa. A veces nos encontramos ante productos que nos aseguran que previene, curan o tratan enfermedades cardiacas o el cáncer, por ejemplo. Y aunque hay reglamentaciones -como la Europea- que prohíben este tipo de mensajes lo cierto es que en ocasiones podemos encontrarnos con alguno que continúe haciéndolo..
Otro se presenta con afirmaciones exageradas, muy lejos de ser verdaderas y que pueden incluso poner en riesgo la salud de la persona. Puede ser el caso de “adelgaza 15 kilos en un mes con este producto o alimento”. También está reglamentado que no se puede aludir al ritmo y magnitud en que se puede bajar de peso, ya que ningún alimento adelgaza milagrosamente.
¿Qué podemos hacer frente a la publicidad?
Como consumidores tenemos que hacer valer nuestros derechos. Exijamos que nos brinden productos de calidad nutricional, reglamentados y con la información necesaria (en el etiquetado nutricional y en los medios de comunicación). Así podremos tener criterio a la hora de hacer la compra de alimentos.