Deja los malos hábitos comunicativos y apuesta por ofrecer una actitud constructiva y positiva a quien te rodea.
Más o menos una vez a la semana, escucho desde lejos el hermoso sonido de mis dos hijas hablando mientras colaboran para ordenar su habitación:
“No quiero… hablar… contigo… ¡NUNCA MÁS!”
“¡Muy bien! ¡Pues vete de aquí para siempre!”
Así, todas las semanas, durante años. Durante un tiempo, intenté ignorarlo, con la esperanza de que se cansaran y finalmente alcanzaran un acuerdo de compromiso. Pero eso no es lo que está pasando.
Estas niñas, que se quejan de que están agotadas en el momento que se les dice que hagan una tarea, sin embargo tienen energía ilimitada para eternizar una discusión.
Cuando los gritos no muestran visos de parar, solía optar por dividirlas y ponerlas a limpiar media habitación cada una por turnos. Sin embargo, resultó que, fuera quien fuera la primera en limpiar, aprovechaba la oportunidad para cambiar de sitio los juguetes hacia el lado de la mitad de la hermana. Así que, vuelta a empezar con los gritos.
En cualquier caso, aunque esa estrategia hubiera terminado con los gritos, no habría resuelto de verdad el problema subyacente.
En ciertas circunstancias, estas chicas —que normalmente son alegres compañeras de juegos— simplemente no pueden hablarse de manera educada y civilizada. No hay solidaridad ni paciencia ni intento de entendimiento o compromiso. Saltan directas de 0 a 100, de ninguna preocupación en absoluto a repentinos bramidos.
En esos momentos, lo que tenemos es un fracaso comunicativo.
Mi intención no es avergonzar públicamente a mis hijas. Después de todo, son jóvenes y están aprendiendo, y Dios sabe que he visto a adultos enrabietados sin control y comunicándose de maneras que me hacen querer arrancarme el pelo a jirones.
La comunicación es difícil a cualquier edad. Abundan los malentendidos, la ira nos lleva a decir cosas que no sentimos o de las que nos arrepentimos después, y no somos justos en la manera en que interpretamos a los demás y hablamos de ellos.
En vez de resolver los problemas hablando, decidimos utilizar una rabieta en versión adulta hablando del prójimo con muy poca caridad a quienquiera que nos escuche.
En un discurso dedicado a periodistas, el papa Francisco identificó lo que él denomina “pecados de la comunicación”.
En su alocución, el Papa habla en concreto sobre cómo informan los medios de comunicación, pero la lección es aplicable a todos nosotros.
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