La forma del agua. No es un cuento para niños

Honestamente. No entiendo la fascinación que está generando La forma del agua. Vaya por delante que Guillermo del Toro siempre me ha caído bien aunque también es cierto que siempre he pensado que ha estado un pelín sobrevalorado. En su cine creo que pesa más lo que propone que lo que consigue. Ahí hay un matiz importante, no se crean. Uno puede proponer una o dos ideas pero otra cosa es que consiga llevarlas a buen puerto.

La forma del agua, y esto no es ningún secreto, es una nueva variación sobre la eterna historia de la Bella y la Bestia. Por poco que uno sepa de la película es inevitable acordarse de La mujer y el monstruo (1954) sobre todo viniendo de un director como Del Toro que nunca ha disimulado su fascinación por los clásicos del terror.

De hecho, tengo la sensación de que buena parte del revuelo que ha montado La forma del agua pasa porque algún productor avispado consiguiera colar la película en un festival de prestigio, pongamos por caso, el de Venecia, y allí, acostumbrados a ver cine de arte y ensayo que rara vez llega al gran público, descubrieran de sopetón que un cine comercial y de monstruos también puede estar muy bien.

Sin embargo, los que estamos acostumbrados al género tampoco deberíamos encandilarnos demasiado. Al fin y al cabo, con sus virtudes y sus riesgos, en esencia, La forma del agua es más de lo mismo. La primera mitad del film es previsible hasta el delirio. No lo voy a describir aquí por si alguien todavía se sorprende pero créanme que no existe espacio para el asombro. La segunda mitad, propone algo ligeramente diferente pero su desarrollo tampoco resultará especialmente novedoso, En suma, lo dicho, más de lo mismo.

¿Cual es la gran diferencia que propone Guillermo del Toro? Pues de entrada que sexualiza la historia de la Bella y la Bestia. Hasta la fecha todo eran carantoñas y frases bonitas pero ahora del Toro desnuda (literalmente) a su Bella y la convierte en un personaje sexualmente activo. De hecho, puede que esto le quite inocencia y dulzura a la historia que no por sus imágenes hermosas hará olvidar que en la base de todo esto hay una necesidad sexual explícita.

En el extremo opuesto, y aún sabiendo como se va a desarrollar y a concluir La forma del agua, la película de Del Toro tiene una escena realmente magistral. Una declaración de amor como nunca se había visto en el cine al menos, en los términos que los propone el director de Mimic. Y no es menos cierto que la historia está bien construida, los actores están fenomenales y la atmósfera muy bien conseguida.

Aún así, me sigue resultando chocante tanto revuelo en torno a La forma del agua. Todo esto me huele más a estratagema publicitaria y muy bien orquestada por un productor o distribuidor astuto que a un descubrimiento de una nueva obra cumbre del cine. Estoy cansado de ver cómo en los preestrenos de las películas los críticos de deshacen en elogios y después, cuando el film llega al resto del mundo, las opiniones se matizan. Vease Los últimos Jedis, en su preestreno no había nada mejor en la saga y ahora la cosa no está tan clara.

Al final, con todo esto quiero decir que honestamente no creo que La forma del agua sea para tanto, se pongan como se pongan en el festival de Venecia. Es verdad  que la película está muy bien pero no para lanzar cohetes. Lo que ocurre es que a los amantes del cine de fantástico nos encanta ver cómo al fin, una película como La forma del agua, que además hunde sus raíces en el género, es finalmente reconocida por el resto. Es como ocurrió con Mad Max. Furia en la carretera cuando fue calificado por críticos de medio mundo como la mejor película del año. Además, nos pongamos como nos pongamos, lo cierto es que Guillermo del Toro es un tipo que cae bien.

Además, al final, y pese a sus interferencias, lo cierto es que La forma del agua es una bella historia de amor entre dos desplazados. Una joven muda y un monstruo marino. Cada uno tiene sus problemas, una no puede hablar y el otro no es de este medio pero al final terminan entendiéndose. Es cierto que no hay nada de novedoso en cómo se van acercando Elisa (Sally Hawkins) y el monstruo marino (Doug Jones) que parece directamente sacado de un relato de H. P. Lovecraft pero verdad que lo que se quiere trasladar es bonito.

Al final, lo que propone La forma del agua no es tanto a una historia moral, los buenos y los malos están muy claros en toda la película. El film de Del Toro aspira más a lo poético aunque exista un poso moral en el fondo y en realidad esté muy manido. Dicho de otro modo, La forma del agua resulta más interesante y hasta satisfactoria en lo estético que en lo moral lo cual, en el fondo, no termina de ser algo bueno porque si lo estético no tiene algo de moral, lo que sea, no dejará de ser algo vacío.