Si de alguien he aprendido lo que es el poder de una sonrisa ha sido de mi esposo. Por más que cae la tormenta sobre su cabeza, por más que el mundo se le viene encima, por más dolor que pase por su vida él sabe decorar esos momentos, esas lágrimas con su radiante sonrisa.
Le sale tan natural, del alma, nada acartonada o fingida. Es un hombre con una personalidad cautivadora, de rostro sereno que nunca deja de sonreír.
Su mejor ornamento es esa risa que no suelta de su faz, gesto con la capacidad de abrir hasta al corazón más cerrado, de inspirar confianza y de dispersar cualquier tipo de ansiedad.
Sonreír es muy fácil, basta con querer hacerlo. Pero qué tal mantener la sonrisa, eso sí que es difícil, sobre todo en medio de momentos caóticos. Sin embargo, es posible.
Una de las claves para lograrlo es aprender a "aceptar" la vida y la realidad tal cual es y dejando fuera esa actitud "ojalatera" que en nada ayuda: "ojalá" todo fuera distinto; "ojalá" las cosas cambiaran…
Cuando verdaderamente te plantes en el aquí y en el ahora y te des cuenta de que tan solo el que estés vivo es una bendición te aseguro que no podrás quitar esa sonrisa de tu rostro.
Arma de construcción masiva. El impacto de una sonrisa es impresionante. Nunca menospreciemos su poder ni su enorme valor.
Además, no cuesta nada hacerlo, basta un pequeño acto de voluntad venido del amor y de la gratitud y un pequeño contacto visual -de cortos 5 segundos- acompañado de ese gesto amable para derretir hasta al corazón más duro, inyectar esperanza a ese que la ha perdido o devolver la alegría de vivir a esa persona que hoy la invade la tristeza y siente deseos no seguir adelante.
Fake it 'till you make it. Cuántas veces detrás de una gran sonrisa se esconden enormes dolores y angustias, aún así nunca dejes de sonreír.
Amablemente esfuérzate por hacerlo porque sabes, en cualquier instante tu maravillosa sonrisa le puede cambiar la vida a alguien, empezando por la tuya.
Si hoy pasas por alguna enfermedad, por alguna situación o momento de esos que te hacen voltear al cielo y preguntar, por qué a mí, recuerda hacer de esos eventos un reto y convierte tu dolor en oración, pero siempre sonriente, aunque no sientas hacerlo.
No desperdicies uno solo de tus malestares y entrégaselos a Dios. A cada lágrima y a cada segundo de sufrimiento ponle nombre y apellido y ofrécelos por un fin concreto. Todo aquello noble ofrecido a Dios con actitud humilde tiene un valor corredentor infinito a sus ojos y más cuando viene de un corazón jubiloso, puro y sincero como el tuyo…
Y esa sonrisa, esa que es muy tuya y que hace magia -cambia vidas- dondequiera que la portas, nunca la quites de tu rostro y muestra al mundo entero que en medio del dolor también se puede sonreír.