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Conoce la extraordinaria vida de Tomás Morales, el evangelizador de los laicos

TOMAS MORALES PEREZ

cruzadosdesantamaria.es

Maria Victoria Hernandez - publicado el 04/01/18

Papa Francisco ha aprobado el reconocimiento de sus virtudes heroicas

El 8 de noviembre de 2017 el Santo Padre Francisco autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos al reconocimiento de la heroicidad de las virtudes, y por tanto a la declaración de Venerable, del P. Tomás Morales Pérez, sacerdote profeso de la Compañía de Jesús y Fundador de los Institutos seculares Cruzadas de Santa María y Cruzados de Santa María, y de la asociación de fieles laicos Hogares de Santa María.

Se trata de uno de los apóstoles más influyentes de la importancia del laicado en la historia reciente, que puso en marcha una obra que comprometía a la educación de todo el Pueblo de Dios, principalmente de los jóvenes.

Es verdaderamente arduo sintetizar en pocas líneas la vida del Venerable P. Tomás Morales. Venezolano de nacimiento (Macuto, 30.10.1908) y canario por parte de padres, ya desde su época universitaria (Madrid, 1924-1930) mostró un intenso compromiso con el momento histórico que le tocó vivir.

Además de participar en la Asociación de Estudiantes Católicos, ocupó la presidencia de dicha asociación en la Facultad de Derecho de Madrid, fue presidente de la Federación de Estudiantes Católicos de Madrid y vocal de la Junta Suprema de la Confederación de Estudiantes Católicos de España, así como representante de dicha confederación en la VIII Asamblea de la International Student Service en Krems (Alemania) y en el XI Congreso de la Confederación Internacional de Estudiantes en Budapest (Hungría).

En 1932 consiguió el título de doctor en Derecho en la universidad Alma Mater de Bolonia (Italia). Cuando una brillante carrera administrativa y universitaria se perfilaba en su horizonte, abandonó todo y, a los veinticuatro años, ingresó en la Compañía de Jesús en Chevetogne (Bélgica). Fue ordenado sacerdote el 13 de mayo de 1942 en Granada (España).

De su espiritualidad sacerdotal, que tuvo como centro una profunda vida eucarística, la intimidad e identificación con Cristo, el amor apasionado por la Virgen –lema de su consagración sacerdotal- una caridad heroica para con el prójimo, derivó una intensa actividad apostólica.

En 1946 regresó a Madrid, donde comenzó su apostolado de predicación de Ejercicios Espirituales ignacianos entre los trabajadores y empresarios. Con ellos funda el Hogar del Empleado, un movimiento apostólico de gran vitalidad que incrementó múltiples obras sociales y asistenciales.

El impacto sobre la sociedad fue significativo por las iniciativas en educación y viviendas. Se crearon centros de Enseñanzas Medias y se construyeron diversos barrios en Madrid, con sus correspondientes ambulatorios, parroquias y campos de deportes. Estas obras sociales eran tan sólo consecuencia de un objetivo que nunca se perdió de vista: la mayor gloria de Dios y la salvación del prójimo, especialmente de los jóvenes, los principales destinatarios de su misión apostólica. Dos objetivos que llenaron su vida y sus escritos.

Su vocación, distinguida por una radical capacidad de donación, fue, de hecho, la de trabajar para promover un pleno y responsable inserción de los laicos en la misión evangelizadora de la Iglesia. En este ámbito, el fruto más importante de su trabajo ha sido la fundación de dos institutos seculares, Cruzados de santa María y Cruzadas de Santa María, de la asociación pública de familias Hogares de Santa María, de la Milicia de Santa María, hoy constituida, en su rama femenina, en asociación internacional privada de fieles laicos (8 diciembre 2008).

Su experiencia y proyectos educativos aparecen claros en sus escritos: Forja de hombres (Madrid 41987), donde se pueden tomar los puntos concretos para la orientación y formación de apóstoles y movimientos laicos comprometidos; Laicos en marcha (Madrid 31984), donde ofrece una serie de principios para promover la acción apostólica de los laicos; Hora de los laicos (Madrid 1985), donde expone sus reflexiones sobre la fuerza del laicado y la grandeza de la vocación cristiana laical consagrada en el bautismo; Semblanzas de testigos de Cristo para los nuevos tiempos (Madrid 1993): perfiles de algunos santos, recogidos en doce volúmenes (uno para cada mes del año).

Dios le concedió un rico patrimonio de virtudes humanas, morales y espirituales: una fuerte voluntad, coraje y libertad de espíritu, laboriosidad, capacidad intelectual: gran sensibilidad, amor por cada ser humano y por la naturaleza.

Intrépido en las iniciativas, emprendía sus obras sostenido por las virtudes sobrenaturales; tenía un amor particular por la figura del Papa y por la Iglesia, la Virgen y la oración. Por este motivo fue muy apreciado por las órdenes contemplativas, especialmente por la orden carmelitana; también por el número notable de vocaciones que el Espíritu Santo suscitó a la vida religiosa, gracias a su obra.

TOMAS MORALES PEREZ
Archidiocesis Valladolid

Regresó a la casa del Padre el 1 de octubre de 1994.

Los testimonios sobre la santidad del P. Morales y gracias obtenidas por su intercesión comenzaron a llegar después de la muerte a los institutos fundados por él, una confirmación de la fama de santidad que ya le había acompañado en vida a los que le habían conocido personalmente.

Así pues el Arzobispo de Madrid, Card. Antonio María Rouco Varela, decretó la apertura del proceso diocesano el 24 de junio del 2000. El 5 de noviembre del 2002 sus restos mortales fueron trasladados a Rovacías, casa de las Cruzadas de santa María en Madrid. El 18 de marzo del 2007 se cerró la fase diocesana.

Ahora, con el reconocimiento de la práctica heroica de las virtudes teologales y cardinales, la Iglesia nos propone al Venerable P. Morales como ejemplo a imitar: en él encontraremos luces para caminar por los senderos de la propia vocación y de la propia vida. Descubrir su acción evangelizadora entre los laicos se convierte en un mensaje de esperanza para el mundo y para la Iglesia. Es así que los santos, beatos venerables y siervos de Dios son como una carta de Dios Padre a sus criaturas.

Por María Victoria Hernández Rodríguez, postuladora

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