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La clave para construir amistades más fuertes

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Calah Alexander - publicado el 02/01/18

Crear conversación consiste en mucho más que tener cosas interesantes de las que hablar

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Uno de mis propósitos de Año Nuevo es encontrar más tiempo para cultivar mis amistades. En la locura de criar a unos hijos, muchas de mis amistades se han quedado por el camino y no he logrado hacer nuevos amigos para equilibrar la balanza. Durante los últimos meses he tenido unas cuantas noches en las que de verdad quería una escapada de chicas, pero no tenía a quién llamar, y esto es algo deprimente que decir. Así que, en 2018, me centraré en construir y mantener las amistades.

Suena fácil, ¿verdad? Sí, claro. No sé vosotros, pero a mí me ha resultado sorprendentemente difícil hacer amigos como adulta. Uno de los motivos es la falta de tiempo y los conflictos de horario, pero otro motivo mayor es no tener un vínculo común que una de la manera que los años escolares unían. A menudo me descubro luchando por encontrar algo que decir para finalmente soltar alguna estupidez y, cuando estás intentando hacer amigos, eso es algo de lo que es difícil recuperarse. Pero es que, sencillamente, nunca sé de qué hablar, así que hablo de todo y de nada.

Y eso… quizás sea parte del problema. Según la doctora Susan Whitbourne, la habilidad n.º 1 para crear una buena conversación no es hablar, sino escuchar.

Si te centras demasiado en lo que vas a decir a continuación, te perderás las oportunidades para dar continuidad a buenos puntos de conversación que están justo delante de ti. Podrían ser áreas de similitud entre tú y la persona que acabas de conocer (algo como haber nacido el mismo día del año), o puertas que tu cónyuge puede estar abriendo para darte una oportunidad de descubrir más. De cualquier modo, darás la impresión de ser alguien que de verdad muestra interés por la otra persona y también ingeniarás más temas de conversación.

Sin duda, yo paso demasiado tiempo pensando en lo que debería decir luego. A veces las conversaciones incluso me desconciertan cuando la persona con quien hablo no dice lo que yo creo que va a decir, porque la respuesta que tenía preparada en mi cabeza de repente es irrelevante. Y es que, en realidad, no es una conversación si no estoy escuchando y respondiendo a lo que me dicen de verdad.

Pero ¿qué pasa si el interlocutor no está muy hablador y no dice mucho en absoluto? La doctora Whitbourne tiene dos sugerencias en ese caso: primero, no incomodarse demasiado con los momentáneos periodos de silencio y, segundo, ser observador.

Lo primero es difícil para todos los extrovertidos, creo. No me importan los momentos de silencio con personas muy cercanas a mí, porque normalmente puedo discernir el tipo de silencio. Si es un silencio apacible nacido de que no hay mucho que decir, no me molesta. Si es tenso, me incomoda. Pero eso tiene menos que ver con el silencio en sí que con el estrés emocional.

En cambio, con los desconocidos la cosa cambia completamente. Puede ser difícil leer su estado de ánimo, pero todavía más difícil intentar descifrar si se han quedado sin ideas para iniciar conversación o es que me encuentran aburrida. Así que, por lo general, intento rellenar el silencio antes de que se estire hasta el límite de lo incómodo.

Y ahí es donde entra la segunda sugerencia: ser observador. Cosas simples como un escudo deportivo en la ropa o una pulsera curiosa pueden establecer conexiones que revelan mucho sobre una persona, así que señalar esos detalles es una manera de mostrar interés por aprender más de esa persona.

Así que, en mi caso, aunque deteste el fútbol,  el preguntar por una camiseta de fútbol no implica necesariamente que me interese ese deporte. Más bien significa un interés en la persona que viste la prenda. Escuchar atentamente mientras cuenta la historia de la camiseta, incluso si dicha historia está relacionada con el fútbol, sigue comunicando un interés en descubrir más sobre la persona. Y así es como empieza la amistad, con menos hablar y más escuchar.

Por tanto, quizás mi propósito de Año Nuevo no debería ser “hacer amigos”, sino “aprender más de otras personas”. Lo segundo suena mucho menos intimidante y, sinceramente, más interesante. Y si así no hago amigos, siempre me queda 2019.

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