La Encarnación produjo un auténtico terremoto en el mundo espiritual
El Salvador, el Hijo de Dios, encarnado en una joven virgen, nacido en una gruta en Belén, envuelto en pañales, trae una luz y un esplendor que hace admirar a toda la creación, visible e invisible.
Benedicto XVI dijo que “en el humilde pesebre de la gruta de Belén está ya este esplendor cósmico: aquí ha venido entre nosotros el verdadero primogénito del universo”.
Ante este hecho que comporta estas dimensiones cósmicas, universales, los ángeles tienen un papel muy activo que quisiera presentarte para que tu alegría sea una alegría que compartas con tu buen ángel de la guarda, y así, juntos: tú y y tu ángel, se alegren porque viene un Salvador.
El libro del Apocalipsis nos ayuda a comprender estas implicaciones. En su capítulo 12, 8-9 se presenta de un lado la Mujer que tiene dolores de parto y, de otro lado están el dragón y sus secuaces que dirigen su odio contra esta Mujer y su Hijo.
La Tradición de la Iglesia ha visto que el motivo de este odio y rechazo, de esta rebeldía por parte de algunos de los ángeles, ha sido precisamente el de Jesús hecho hombre.
San Cirilo de Jerusalén expresó en el Concilio de Efeso que es por Maria, Madre de Dios, por quien los ángeles y arcángeles cantan con júbilo; y los demonios son puestos en fuga; por ti, dice Cirilo, refiriéndose a la Madre del Salvador, cayó del cielo el diablo tentador.
Igual idea se expresa en el Diccionario de Espiritualidad de François Vanderbroucke al comentar sobre el mismo texto del Apocalipsis antes mencionado, que si bien es cierto que el autor del pasaje referido “no indica precisamente el motivo de la rebeldía, pero el contexto sugiere que el niño, el Hijo, objeto del odio del dragón, no es ajeno al asunto”.
De acuerdo a lo anterior, la Encarnación del Hijo de Dios es un misterio que afectó y produjo consecuencias en el mundo angélico: el demonio y sus secuaces se rebelaron contra el Hijo de Dios y su Madre; los santos ángeles por el contrario acogieron al Niño y a Su Madre.
Los unos se rebelan, mientras que los otros, los santos ángeles, le sirven y se hacen mensajeros de su designio de salvación; y este servicio se enmarca desde la Encarnación hasta la Ascención (cfr. Catecismo nn. 331 y 333).
Misiones convergentes
En este mismo sentido Juan Pablo II afirmó:
“El Nuevo Testamento puso de relieve las tareas de los Ángeles respecto a la misión de Cristo como Mesías y, ante todo, con relación al misterio de la Encarnación” (Audiencia del 30 de julio de 1986).
Así, este Niño es señal de contradicción en el mundo de los ángeles y lo será a partir de entonces en el mundo de los hombres.
Pero ahí no paran las consecuencias que este gran misterio de la fe católica.
Los santos ángeles se asombran al ver a Su Dios y Señor hecho hombre, tomando la condición de un mortal, y según Orígenes, uno de los Padres de la Iglesia, los ángeles se dicen entre sí:
“Si él ha descendido a un cuerpo, si ha revestido una carne mortal, no podemos quedarnos sin hacer nada. ¡Vamos, ángeles, descendamos todos del cielo! Y fue así como había una multitud de la milicia celestial que alababa y glorificaba a Dios cuando nació Cristo. Todo está lleno de ángeles”.
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