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¿Se puede amar a dos mujeres al mismo tiempo?

COUPLE
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Dolors Massot - publicado el 16/12/17
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El hombre lo dice muy seriamente, pero ¿es cierto que ama a las dos plenamente?Solo tenemos un corazón para amar, y la de problemas que nos da. Unas veces es territorio sereno pero otras es campo de batalla y ahí se presentan los sentimientos, las emociones, las pasiones, la voluntad, la fantasía, la imaginación… A veces ni uno mismo se aclara y a los hombres no les va eso de contar sus problemas a otra persona.

A partir de cierta edad, en la cuestión del amor a algunos se les plantean situaciones difíciles de resolver.

Frecuentemente un hombre maduro ha recorrido su vida junto a su mujer. Se enamoró de ella, se casaron y tuvieron hijos. Con ella ha pasado los agobios económicos, las enfermedades varias de los niños, accidentes, disgustos, luchas por sacar adelante la familia… Momentos buenos y malos.

La “etapa de montaña”

En un proceso que tarde o temprano llega, aparece lo que en ciclismo se considera “la etapa de montaña”. Hay rutina en la vida familiar, parece que nada es placentero (anhedonia), no hay diversión, cada tarde de domingo es lo mismo. Se come lo mismo, se habla de lo mismo, siempre igual y con visos de que no habrá cambios o si los hay, serán para peor. En la vida de pareja entra el aburrimiento y la pérdida de interés. Ella ya no es tan atractiva como hace tiempo. Y asaltan los reproches: se está descuidando, solo sabe hablar de problemas y de que falta dinero en casa, solo está pendiente de los chicos y no de mí…

Y un buen día aparece una chispa. La provoca -habitualmente- una mujer nueva en el horizonte: una colega de trabajo, una amiga de un amigo, una secretaria, una vecina… Y en ella todo parece la otra cara de la moneda: sin problemas ni malos rollos, con nuevos temas de conversación, de muy buen ver… Se produce un enamoramiento, una activación del cerebro reptiliano (el de los instintos: comida, bebida, sexo, sueño, dolor) que puede durar hasta tres años.

Durante el enamoramiento, mientras él no encuentra nada bien en casa, parece que la nueva mujer lo llena todo y todo lo hace bien. Él, incluso, que ya comienza a tener alguna cana o algún achaque físico aunque no quiere reconocerlo, siente un estímulo poderoso que le hace renacer: es capaz de ponerse a montar en bicicleta cuando nunca lo había hecho, de cantar en un karaoke… Hay novedad, ilusión, un punto de locura… Y se comienza invitando a un café, a una charla distendida, para pasar a quedar en un sitio más apartado donde nadie los ve. Finalmente, a la aventura.

¿Recuerdas el filme “Doctor Zhivago”? Él, casado con una mujer buena (Geraldine Chaplin), pero con falta de chispa. De pronto, conoce a la hermosa Lara (Julie Christie).

Llegados a esta fase, algunos hombres son incapaces de ver más allá de lo que les deja el chute de hormonas que se desencadena: oxitocina, endorfinas, dopamina… Los neurotransmisores se encargan de enviar mensajes al cerebro en forma de placer y felicidad. Lo describe muy bien aquella frase sobre el enamorado: “solo tiene ojos para ella”.

Resulta muy difícil en ese momento analizar con claridad, porque “el cuarteto de la felicidad” (así se denomina a esas tres sustancias junto con la serotonina) invade por completo. Ha descrito muy bien esta situación la Historia del Arte al pintar o esculpir a Cupido con los ojos vendados: el amor (de enamoramiento) es ciego.

Pero el hombre que se encuentra en estas circunstancias tiene conciencia y algo le remuerde: Un Pepito Grillo asoma a su oído y le dice “¿qué ocurre entonces con tu mujer?”. Un Pepito Grillo a veces de dimensiones humanas: un amigo íntimo, un hermano que se ha percatado de la situación, alguien que nos quiere bien…

Diego el Cigala (con Bebo Valdés al piano) lo describe a la perfección en el tema “Corazón loco”:

“Una es el amor sagrado, compañera de mi vida, esposa y madre a la vez.

La otra es el amor prohibido, complemento de mi alma y al que no renunciaré.

Y ahora ya pueden saber cómo se pueden querer dos mujeres a la vez”.

Y he ahí el problema, cuando ellos están convencidos de que para ser felices necesitan a “la otra”. Y que la quieren como a la esposa.

Efectivamente, en “la otra” han encontrado algo distinto: afecto, afloración de nuevos sentimientos, despertar de los sentidos, un cariño renovado, la ilusión que se había perdido… Pero no confundamos: eso es solo enamoramiento, es un “eros”, una pulsión sexual que no dura mucho en el tiempo. Por mucho que nos gusten los fuegos artificiales, como máximo duran una hora y media, ¿verdad? Ese “segundo amor” está condenado a apagarse.

¿Hay que renunciar entonces a esa “felicidad” que me produce estar con esa segunda mujer? Lo que hay que intentar es unir en un solo amor la felicidad que hemos encontrado “a pedazos”.

La experiencia de los hombres que se han sentido arrebatados por otra mujer es que tarde o temprano aquello no prospera, rompe o sencillamente se va porque la ilusión se desvanece. ¿Será cuestión de ir a por una tercera?

Encontrar la plenitud

¿Por qué no reorientar entonces, ya que sabemos qué era lo que nos faltaba, el amor hacia la única mujer de tu vida? Un error puede servir para fortalecer la relación, para descubrir en qué se fallaba y volver a empezar. Unas veces hará falta el diálogo y pedir ayuda, otras veces la fuerza de voluntad hace que en casa uno vuelva a disfrutar.

Si te aburren los domingos, comienza por ponerte tú las pilas y cambiar de hábitos: fuera la tarde de manta y sofá. ¿Cuánto hace que no tratas a tu mujer como a una amante, que no haces que se sienta deseada? ¿Has probado a enviarle un whatsapp que la haga sonrojar cuando está en el trabajo? ¿Recuerdas la última vez que le dijiste “te quiero” o ni siquiera eso? ¿Has puesto tanto empeño en recuperarla como pusiste en conquistar a la segunda? Cierto que habrá sacrificio en esa parte del proceso, pero vale la pena.

El amor de pareja es, y hay que creérselo, exclusivo. Lo quiere todo del otro. No acepta ser compartido. Ordena que haya solo una persona al otro lado, y la quiere entera. En un sentido y en el otro. Cuando la encuentra, entonces es la plenitud. Al final de la “etapa de montaña”, uno encuentra la meta y esa felicidad es impagable.

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