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¿Algunos estudios te hacen sentir culpable como madre?

Madre abraza a su hijo

© Raúl Hernández González

Calah Alexander - publicado el 14/12/17

¡Deja a un lado la culpa de madre y pon la presión donde corresponde!

Siempre soy un poco recelosa de los estudios que muestran que los bebés solamente pueden llegar a ser personas óptimas a través del esfuerzo constante por parte de la madre.

Me preocupa que esos estudios señalen beneficios tangibles de cosas que no todas las madres pueden hacer, ya sea dar el pecho, dormir en colecho o adquirir cierto tipo de ropa o artículos para bebés.

Y es que, como madre, una se alimenta siguiendo una dieta constante de culpa materna hirviendo, así que estudios de ese tipo son como enormes trozos de tarta de culpa de madre. ¡Qué rico, mamás! ¡No dejéis ni las migas!

Sin embargo, empiezo a pensar que las madres tenemos que cambiar las tornas con estos estudios… o, más bien, la respuesta de la sociedad a ellos.

En vez de permitir que nos obsesionemos con la culpa de madre, deberíamos usar estos estudios en nuestro beneficio citándolos por lo que son: pruebas científicas de que el clima cultural actual, aquí en Estados Unidos y en muchos otros lugares, es profundamente cruel hacia las madres.

Estudios que nos hacen pensar

Este estudio, por ejemplo, publicado en el Miami Herald, demuestra que no sostener en brazos el tiempo suficiente al bebé puede afectar negativamente a su ADN.

En la metilación del ADN, algunas partes del cromosoma son “etiquetadas” con moléculas que pueden controlar el nivel de actividad de esa porción, según explicaban los científicos en la publicación. Por lo general, los científicos pueden predecir cómo progresará a medida que envejecemos.

Cuando compararon la metilación entre niños, descubrieron que había diferencias consistentes entre niños que habían tenido poco contacto físico y mucho contacto físico. De hecho, las células de los niños con bajo contacto físico eran menos maduras de lo que debieran dada la edad del niño.

Esto podría resultar en que el niño experimente retrasos en su desarrollo y crecimiento, explicaba Michael Kobor, profesor en el Departamento de Genética Médica, en la publicación.

¿Estáis saboreando bien esa culpa, mamás?

Bromas aparte, este es el tipo de estudio que me convenció de que no hacía falta que enseñara a dormir a mi bebé n.º 4 hasta que me volviera loca por privación del sueño.

Es el tipo de estudio que hace sentir a las madres que tienen que hacer más, esforzarse más y ser mejores si no queremos dañar de forma permanente a nuestros hijos.

Pero podemos darle la vuelta al asunto: no tiene por qué ser de este modo. Este también es el tipo de estudio con el que podemos armarnos cuando vamos a trabajar y explicamos que, como la parlamentaria de las Naciones Unidas Licia Ronzulli, vamos a traer a nuestro bebé al trabajo con nosotras.

Este es el tipo de estudio del que podemos hablar cuando nuestros maridos nos toman el relevo en la casa o dedican su propio tiempo a tener al bebé en brazos.

Es el tipo de estudio que podemos citar cuando los pediatras nos advierten de que no “consintamos” a nuestro bebé.

Resumiendo, es el tipo de estudio que podemos sumar a un creciente arsenal de estudios que demuestran que las actitudes, políticas y estructuras de nuestra sociedad no son saludables para nuestros hijos.

Es el tipo de investigación que podemos —y debemos— usar para impulsar un cambio en el interés del bienestar de nuestros hijos, en vez de forzar a nuestros hijos a sentarse en el asiento trasero de la sociedad.

En vez de marcarnos al rojo con la culpa, este tipo de información puede cambiar el mundo para nosotras, madres, y nuestros hijos.

Todo lo que tenemos que hacer es usar investigaciones como esta para poner la presión donde corresponde: sobre la sociedad, no sobre nosotras.

Tags:
afectividadculturaeducaciónmaternidadpaternidad
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