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¿Cómo ayudar a un niño pequeño a manejar su hipersensibilidad?

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Mathilde De Robien - publicado el 13/12/17

Es difícil gestionar el día a día de un niño precoz, ya que su hipersensibilidad puede generar reacciones violentas y desmesuradas. Aquí tenéis algunas pistas para ayudar al niño a gestionar sus emociones, para acompañarle y calmarle.

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Los niños precoces y los superdotados son intolerantes a la frustración, aceptan mal los límites y las normas, lo discuten todo constantemente, negocian hasta  la más mínima instrucción… Pueden llegar a ser niños difíciles y agotadores.

Sin embargo, según la psicóloga Jeanne Siaud-Facchin, especialista en niños precoces, establecer unas normas, unos límites, es una necesidad esencial para su desarrollo afectivo y el único medio de evitar una escalada de conflictos permanentes. Por tanto, ¿cómo reaccionar ante momentos de crisis motivados por su hipersensibilidad emotiva? Unas madres nos cuentan cómo actuar de forma concreta para tranquilizarles y calmarles.

¿Por qué la mayoría de los niños precoces son difíciles y agotadores?

Por supuesto, no todos los niños superdotados son difíciles, algunos son más dóciles, más obedientes. Sin embargo, en la mayoría de los casos, su extrema sensibilidad los hace reactivos a las mínimas variaciones emocionales de su entorno, lo cual conduce a reacciones emocionales violentas y excesivas.

Valérie, de 41 años, madre de 6 hijos, declara: “Todos mis hijos son hipersensibles, pero no reaccionan todos de la misma manera… El mayor, de 9’5 años (superdotado, según especialistas) todavía tiene crisis de irritabilidad excesiva. Puede ser en reacción a una palabra o una acción de sus hermanos, y entonces grita, y si eso no es suficiente, patalea. Si es contra mí, me chilla. Mi segundo hijo (8 años) grita y luego se marcha a calmarse a su habitación. Cuando pierde los nervios, dice palabras gruesas… Mi tercer hijo (5 años) llora y pide mimos. Es el único al que consigo ayudar cuando tiene una crisis… Personalmente, quizás sea el aspecto más difícil del AP (alto potencial) que gestionar diariamente con varios hermanos, porque los episodios no faltan…”.

¿Por qué un niño superdotado reacciona con tanta intensidad? 

Aquí tenéis algunos comentarios de la psicóloga Jeanne Siaud-Facchin que os ayudarán a comprender por qué sus reacciones pueden ser tan desproporcionadas.

1. Porque no soportan la frustración

Para ellos, reaccionar violentamente a la frustración no es fruto de un capricho, sino más bien la expresión de un sentimiento de inseguridad. Aplazar un placer o una satisfacción supone dejar espacio para la duda y la incertidumbre: la distancia entre el deseo y la satisfacción de este deseo es un tiempo en el que puede suceder cualquier cosa.

2. Porque no saben esperar

Las cosas deben suceder inmediatamente o, de lo contrario, les invade la inseguridad. Las crisis pueden ser tanto más intensas y frecuentes cuanto que su exigencia es fuerte: exigencia material, exigencia emocional, exigencia de disponibilidad, exigencia de servicio… El menor retraso puede provocar reacciones violentas: cólera, portazos, amenazas, chantaje, tirarse por el suelo…

3. Porque siempre tratan de averiguar dónde están los límites

Sus pensamientos y preguntas son ilimitados, por lo que necesitan sentir que existe un marco bien delimitado al que poder ajustarse. Y para asegurarse de que este marco es sólido, lo atacan, lo ponen a prueba. Por eso que los padres pueden entender como agresión algo que en realidad es una búsqueda de referencias tranquilizadoras.

4.Porque sufren cuando les abruman sus emociones y esconden esta reactividad emocional exacerbada tras un comportamiento agresivo

Los niños superdotados son extremadamente susceptibles y se sienten humillados incluso si la observación es trivial o el gesto insignificante. Todo les afecta, ya que nada es insignificante a sus ojos, pero quieren enmascarar esta fragilidad emocional, así que reaccionan con cólera, irritabilidad, agresividad.

¿Cómo ayudar a un niño precoz a gestionar su hipersensibilidad?

1. Lo primero: resistir y establecer límites claros

Lograr obtener de sus padres todas las cosas que quiere crea en el niño una sensación de poder. Y este sentimiento genera sufrimiento porque implica que está solo, que no hay nadie más fuerte que él para protegerlo. Por el contrario, resistirse a las exigencias del hijo o la hija le envía una imagen de solidez y seguridad.

Jeanne Siaud-Facchin, en su libro L’Enfant surdoué [El niño superdotado], presenta el ejemplo de Alicia, de 9 años, que se niega a que su madre le peine el pelo. Ella lucha, grita, dice que su madre es mala… Su madre, con la paciencia agotada, se enoja y acaba cediendo.

En este ejemplo, Alicia en realidad solo quiere una cosa: que su madre no se quiebre. Que sea capaz de mantener los límites necesarios para protegerla. Al acceder a su exigencia, su madre le envía un mensaje de fragilidad emocional.

Es más fácil y coherente resistir cuando previamente se han establecido unos límites claros. Según la psicóloga, es necesario que los padres determinen qué es aceptable y qué no, y que impongan claramente límites al niño, e incluso que los justifiquen si esto ayuda a su aceptación. Estos límites deben erigirse como reglas inviolables.

Retomando el ejemplo de Alicia, la regla que tranquilizaría a la niña y probablemente evitaría algunos conflictos con su madre sería: “Siempre es mamá quien te peina”. La explicación, totalmente personal según el padre o madre que la dé, podría ser: porque así vamos más rápido por la mañana, porque estamos más apurados de tiempo, y porque quiero hacerte trenzas para que estés guapa…

2. En un momento de “crisis”: permitir la explosión… 

…y luego aprovechar el momento oportuno para repasar tranquilamente las razones de su cólera, verbalizarlas y encontrar con el niño las soluciones al problema.

Testimonios de madres:

Audrey: “Con el tiempo, he aprendido a aislarme unos instantes para hacer balance… así luego puedo acercarme con más calma”.

Bénédicte: “Yo lo saco fuera de la zona de conflicto para aliviar la presión. A veces ejerzo una contención suave, pero firme (con un auténtico efecto calmante) sosteniéndolo entre mis brazos o poniendo mis manos sobre sus hombros si está de pie. Y sobre todo, luego hablamos del elemento desencadenante de la crisis para desdramatizar el hecho (¡pero no lo negamos tampoco, porque el niño tiene derecho a tener emociones y estas emociones son a veces muy sinceras, aunque con una expresión desmesurada!) y encontrar las soluciones que puedan aplicarse cuando tenga que gestionar sus emociones. Intento tener siempre en mente que enervarse no sirve de nada, solamente para multiplicar la crisis, y así me motivo para gestionar la situación con calma incluso cuando estoy exasperada…”.

Marie-Hélène: “Lo que funciona mejor con ella es el frío. He pasado bastantes crisis en la terraza en pleno invierno esperando 10 minutos a que el frío le ayude a recomponer su espíritu. Leer a Montessori y luego a Dolto me enseñó a expresar para ella todo lo que no podía expresar, como la rabia y la frustración. Después de las jornadas de clase, en primaria, instauré en casa un rato de calma con una alfombra de gimnasio en el suelo, tumbada, con 10 minutos de música relajante, seguido de verbalizar aquello que le había contrariado durante el día. A los 7 años ya le va mucho mejor. Eso sí, he tenido que profundizar mucho para descubrir que un acceso de cólera no oculta forzosamente frustración, sino una gran tristeza, por haber hecho mal un pequeño dictado, por ejemplo. Hemos establecido el siguiente código: si sientes que vas a explotar, dime que necesitas un abrazo y lo entenderé enseguida. Esto funciona bien”.

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