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¿Me estoy convirtiendo en una “bruja”?

WOMAN

Gaudilab - Shutterstock

Dolors Massot - publicado el 12/12/17

Todos tenemos la experiencia de haber trabajado o convivido con una mujer que hace la vida imposible a los demás. ¿Y nosotras, tenemos algo de "brujas"?

Cruella de Vil, Maléfica… Los personajes de ficción que encarnan la maldad en la mujer son fácilmente identificables en la pantalla. Forman parte de nuestro imaginario colectivo.

Gritan en un tono irritante y chillón o se expresan con un susurro vengativo mientras entrecierran los ojos y levantan una ceja. Su vestuario es estrafalario y la agresividad les sale por las uñas. Su peinado expresa un ego descontrolado…

Todo en ellas es exagerado para que se note desde el primer segundo que estamos ante “la mala de la película”.

Pero hay una mala que nos duele mucho más. Es esa mala que anda cerca de nosotros y que incluso a veces ¡podemos ser nosotras mismas!

¿Cómo es posible que una mujer que consideramos buena y amable un buen día actúe de forma despiadada? ¿Qué hace que de repente actuemos de una forma sibilina que claramente perjudica a otros?

Da miedo cruzarse en la vida con mujeres que se comportan como auténticas brujas. Hablo de comportamientos aislados o repetidos que pueden transformar una vida normal en un infierno en menos que canta un gallo.

Es la suegra que cinco minutos antes de que os marchéis al cine te llama para decir que no va a poder ocuparse de los nietos esta noche tal como llevabais preparando desde hace semanas.

O la compañera de trabajo que en plena reunión deja patente ante el jefe que vas a ser un obstáculo para la empresa si vuelves a quedarte embarazada: por supuesto, lo dirá con educación, incluso puede que lo envuelva de un “sería una pena que no pudiéramos contar con todo tu potencial”.

El modo condicional, en español, es el preferido de las brujas: “deberías perder peso, querida, si no quieres que mi hijo empiece a mirar a otras”, “tendrías que organizarte mejor, tal como saben hacer tus primas”, “ganarías más si fueras vestida como te dije”…

Pero lo cierto es que cuando una se pone a hablar de lo mala que es una mujer que se comporta como una bruja a su alrededor, también vale la pena incluirse en el examen, a ver si en algún momento también nosotras sacamos lo peor de nosotras mismas. Porque desde luego no somos mejores que el resto.

¿Y si yo fuera también así? ¿Y si no me estuviera dando cuenta y actúo como una bruja?

Señales de que estamos ante una bruja

  1. Se deja llevar por la ira. Un pequeño incidente se convierte en el detonante de un gran enfado. Salen las listas de agravios que se fueron formando en el pasado. Aflora la memoria de pequeñas cosas que debían haber sido resueltas en su momento. Grita o levanta el tono desconsideradamente. Entiende que la justicia no es resolver el problema que se plantea sino conseguir que todo el mundo se entere de lo sucedido. Las redes sociales están sirviendo de megáfono a las brujas enfadadas, y amplían la plataforma de público. El radio de destrucción de la bruja se amplía.
  2. Va con segundas intenciones. Hace A porque busca conseguir B. Es la astucia para obtener el mal. Puede envolverse de buenas intenciones en apariencia. Es el lobo con piel de cordero. Puede hacer favores y llegar a sacrificarse por los demás en vistas a disimular un objetivo pernicioso. Y sabe hacerlo de forma sostenida en el tiempo: para lograr una herencia, para alcanzar un matrimonio o para romperlo…
  3. Piensa mal y se enorgullece de hacerlo. Cree que la gente es mala por definición pero que a ella no la van a engañar. Le gusta sospechar y se regodea en comentar sus “avances” de sospecha con otras personas, lo cual genera desconfianza e inquietud en los equipos y en las familias. En una persona así, no existe la presunción de inocencia. Es más, existe la presunción de culpabilidad.
  4. Culpa a los demás de sus desdichas. Ha fracasado en su vida, pero valora que eso ocurrió por culpa de los demás. Ahora se dedica a buscar algo que compense su infortunio y, en vez de pensar en buscar la felicidad, tiende a mustiar lo que toca. Es como el rey Midas, pero del vinagre: vuelve agrio todo lo que toca. Bette Davis lo interpretó magistralmente en “¿Qué fue de Baby Jane?”, filme en el que daba vida a una actriz fracasada.

5. Hiere. Hace comentarios negativos incluso acerca de las cosas más sublimes y positivas. Rebaja los méritos de los colegas, de los famosos, de familiares, de una cuñada que no es de su agrado. Justo en el instante en que una noticia alegra a la audiencia, es capaz de recordar o sugerir algo que enturbia la situación. Ataca sentimientos, valores, pensamientos que otros consideran “intocables”. Desmerece lo que otros consideran de valor: una poesía escrita por un aficionado, un premio en un concurso del barrio, un pequeño logro…

6. Pone obstáculos. No quiere que se lleve a cabo tal acción y para ello es capaz de maquinar el plan GPS pero a la inversa, es decir, elaborar el camino para no llegar a un sitio. Por ejemplo, si unos amigos sueñan con un plan de fin de semana, trata de ocupar al grupo en otra actividad para que no puedan acompañarlos.

7. Es déspota. La persona déspota es la que abusa de su poder para obrar el mal. La bruja emplea sus cotas de poder: porque es la hija mayor, porque es la madre, porque será la madrina de la boda…

8. Es falsa. Mentir no le parece mal, al contrario, lo considera un arte, un medio que justifica sus fines: averiguar lo que imagina que ocurre, espiar a otra persona, husmear entre sus papeles, ver sus mensajes de whatsapp…

9. Se fija en la parte negativa de lo que hacen los demás. La bruja es la reina del “pero”: “sí, es muy guapa, peeeero…”; “seguro que es el mejor candidato, peeeero…”. La bruja no hace esas observaciones por mejorar una situación o el carácter de una persona sino para que los demás la califiquen a la baja.

10. No soporta el triunfo ajeno. A la bruja le molesta que alguien del equipo destaque, solo espera que se hable de los triunfos de ella. Y como no suelen llegarle triunfos a una bruja, prefiere que se hunda el barco entero (si ella fuera la capitana del Titanic, moría incluso la chica).

11. Es una persona amargada. Está de vuelta de las cosas: es joven de edad pero una anciana mental: ya ha viajado por todo el mundo, ya conoce todos los restaurantes con Estrella, la trufa blanca le huele pésima, Harrod’s es un horror, Capri ya no tiene gracia… Es mejor no comenzar ningún tipo de conversación a no ser que quieras que te arruine la mañana. Es como la lluvia a la salida de la peluquería. Y te está esperando…

12. Llega al maltrato físico y psicológico. Puestos en esa bola de nieve, la bajada solo puede incrementar la velocidad. La bruja cada vez quiere más, porque la insatisfacción no la hace feliz, así que no se conforma con un intento. El maltrato físico de la bruja va desde el empujón en las rebajas o el codazo en la cola del concierto hasta lo que pareció un accidente. El maltrato psicológico llega, por desgracia, hasta lo indecible.

Buf, ¿no puede haber un modo de echar marcha atrás, de desactivar a una mujer que se comporta como una bruja? ¿Podremos descubrir por qué esa persona se comporta así? ¿Podemos detectar los primeros síntomas en nosotras mismas si llega el caso? La solución es muy obama: yes, we can. Podemos.

Exploraremos el yo de la mujer bruja y encontraremos medidas de cambio. Será en un próximo artículo.

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