La serie de Netflix se inspira en el caso real que llevó al FBI a replantearse la clasificiación y el trato de determinados delicuentes cuando el apelativo “asesino en serie” aún no existíaEn Mindhunter hay dos nombres fundamentales, Joe Pehall y David Fincher. El primero es el menos conocido de los dos, al menos internacionalmente porque en determinados círculos londineneses debe estar considerado poco menos que una celebridad.
Penhall es un consumado dramaturgo ganador de numerosos premios que incluso escribió el guión de un éxito unánime de crítica como La carretera (2009). Tal vez por esto en Mindhunter se hable tanto y pasen tan pocas cosas delante de la cámara. Más adelante explicaremos esto.
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En esencia Mindhunter va sobre como la gente habla con la gente. O mejor, sobre cómo hablar con alguien para tratar de adivinar qué clase de demonio hay detrás de una máscara de hombre corriente y moliente. Puede que junto con Aaron Sorkin (creador de El ala oeste de la Casa Blanca) nadie haga hablar mejor a sus personajes que Joe Pehall aunque claro, para esta ocasión el escritor no se ha buscado a un tipo cualquiera que ponga en imágenes su propuesta.
A David Fincher (Seven, Zodiac) también le gusta mucho filmar a agente hablando en sus películas, quiza por esto lo haga tan bien y quizá por esto ya trabajara con Aaron Sorkin en La red social. Fincher sabe muy bien cómo filmar a gente hablando probablemente porque sabe que un diálogo bien escrito y bien organizado puede resultar tan tenso, trepidante o emotivo como la mejor escena de acción y aventuras.
Otra cosa que diferencia a Mindhunter de otras series o películas es su punto de partida. Al contrario que la inmensa mayoría de las ficciones para cine o televisión, Mindhunter está basada en un ensayo, “Mind Hunter: Inside FBI´s Elite Aerial Crime Unit” escrito por el ex agente John E. Douglas. El libro, y la película, tratan sobre una época a finales de los setenta en la que el FBI comenzó a darse cuenta de que había que tratar y que catalogar a determinados criminales como asesinos en serie, solo que aún no sabían que eran asesinos en serie.
Durante años el FBI estuvo entrevistando, casi en secreto y sin apenas presupuesto, a “célebres” asesinos americanos del calibre de Charles Mason, Ed Gein (que inspiraría lejanamente Psicosis) o Ted Bundy. El objetivo de esta iniciativa era la de dotar de sentido a lo que no tenía ningún sentido. ¿Cómo encontrar un patrón, algo a lo que agarrarse, que le otorgara algún sentido, por remoto que fuera, al sinsentido?
Pese a todo lo dicho hasta aquí, que nadie espere encontrarse con violencia descarnada o truculencia visceral. En Mindhunter no hay un ápice de violencia explícita de hecho, ahí radica buena parte del interés de la ficción.
La violencia y la truculencia casi no es palapable en las imágenes de la serie pero sí que lo es, y mucho, en sus diálogos e incluso en su atmósfera. O sea, que no vean la serie en familia ni quitando el sonido, porque al final habría algo, en sus fotografías, en su planificación, en su montaje, en su tono que denotaría que es insano de lo que se está hablando.
En cualquier caso, lo mejor que tiene Mindhunter es la sensación de estar viendo una película clásica con los métodos propios del cine moderno. Es decir, Mindhunter está pensada como se pensaba antes el cine clásico, poniendo el acento en los diálogos, en la planificación, en la atmósfera, en el ambiente, en la relación entre los personajes y la interpretación de los actores.
Al mismo tiempo Mindhunter es de un modernismo rabisoso esencialmente por lo mismo, por sus diálogos, por su planificación, etc… ¿Por qué?
Porque hoy día son pocos los que se fían tanto en sus historias y en sus personajes como para depositar toda la responsabilidad en ellos y esto es lo que pasa en Mindhunter. Y esto, a la vista de las circunstancias, es puro modernismo.