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Las peleas pueden ser buenas para la pareja

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Shutterstock-Phovoir

Cecilia Zinicola - publicado el 07/12/17

El desafío de los que se aman no es evitar peleas, sino tener la capacidad emocional para atravesarlas.

Un desacuerdo que se deja crecer y no se trata, puede llegar a ser tan malo como una pelea violenta. Son precisamente los desacuerdos saludables o las “peleas buenas” las que le permiten a una pareja superar sus problemas.

Tarde o temprano, el encuentro en situaciones de conflicto también ocurrirá en una relación amorosa y está comprobado que cultivar la inteligencia emocional nos abre la posibilidad de comunicarnos mejor.

Lo cierto es que no todos estamos preparados para pelear y tampoco es sencillo. No es algo que uno espere o le guste, pero si las emociones nos toman desprevenidos es muy probable que nuestra experiencia no sea positiva.

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Dean Drobot/Shutterstock

¿Por qué es tan difícil pelear bien?

Muchas respuestas emocionales han sido forjadas desde la infancia, aprendidas en nuestras relaciones más íntimas o modeladas por nuestros padres.

Esto significa que cuando entramos en una relación con alguien, llevamos ciertos hábitos emocionales- incluso aunque hayamos prometido que jamás actuaríamos como lo hicieron nuestros padres.

Estos aspectos que ya traemos con nosotros son importantes reconocerlos para poder enfocarnos y compartirlos con la persona que amamos de manera que podamos ayudarnos mutuamente en ese proceso de crecimiento de la competencia emocional.

Además, la pelea es difícil porque manejar los impulsos no es una tarea fácil para nadie. Los sentimientos pueden ser tan intensos que fácilmente nos pueden dominar, las palabras del otro pueden llegarnos con tanta negatividad que resulta difícil oír algo distinto a un ataque, y lo que está en juego precisamente son nuestras necesidades más profundas: ser amados y sentirnos respetados.

Algunas competencias emocionales – sobre todo el ser capaz de serenarse (y serenar al otro), la empatía y el saber escuchar – pueden ayudarnos a dirimir los conflictos con eficacia. Por supuesto que estos hábitos emocionales no cambian del día a la noche. Se requiere mucha perseverancia y una actitud humilde fundada en el amor.

Serenarse

Dado que la capacidad de escuchar, pensar y hablar con claridad se disuelve durante un pico emocional, serenarse es un paso sumamente constructivo.

Una buena idea es separarse por unos minutos para calmarse antes de reanudar la discusión. La ira residual provoca más ira y una espera más prolongada da al organismo más tiempo para recuperarse de la excitación anterior.

A veces se puede tener un acuerdo preestablecido que permita a uno y a otro hacer una interrupción ante las primeras señales de desbordamiento para luego retomar el diálogo.

Te aconsejo realizar alguna técnica de relajación o dar un paseo para serenarte.

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George Rudy - Shutterstock

Escuchar y hablar sin estar a la defensiva

Escuchar es una habilidad que mantiene a la pareja unida. Incluso en los momentos de mayor tensión, se puede hacer el esfuerzo de escuchar más allá de la ira, y oír y responder al gesto reparador del otro.

La actitud defensiva nos hace pasar por alto o rechazar de inmediato la queja del otro. Incluso en el peor de los casos, es posible que una pareja modifique deliberadamente lo que escucha enfocándose en la hostilidad del intercambio.

Algo útil es ver la negatividad mutua como una afirmación implícita de lo importante que es el tema: una exigencia para que se preste atención.

Entonces, si uno grita “¿Vas a dejar de interrumpirme?, el otro podría responder sin hostilidad “De acuerdo, sigue y termina lo que estabas diciendo”.

Poner en práctica la empatía

La actitud defensiva nos ubica en una posición desfavorable. En cambio, una actitud en la que damos un paso para ponernos en el lugar del otro y no contra el otro, puede hacer una diferencia.

La forma más poderosa de atención no defensiva es la empatía: escuchar realmente los sentimientos que hay detrás de lo que se dice.

Cuando el foco no soy yo sino el otro, ambos estamos del mismo lado y desde ese lugar se hace más fácil dialogar.

Cuando se pone en práctica la empatía la comunicación es abierta y no hay amenazas ni insultos, tampoco da lugar a ninguna de las formas de actitud defensiva como las excusas, las críticas, la negación de la responsabilidad o la victimización.




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