El derecho de los hijos de conocer a sus padres biológicos es algo que no se puede negar a nadie
Uno de los principios que han acompañado la fecundación asistida desde su aparición en 1978 es el del anonimato del donante en aquellos casos que hayan requerido de la intervención de un tercero. De esta manera, la gran mayoría de los nacidos por esta vía no conocen sus orígenes biológicos.
El problema surge cuando personas concebidas por reproducción asistida sienten la urgencia de saber quiénes son sus padres biológicos, por un problema de salud, por ejemplo.
El derecho de los hijos de conocer a sus padres biológicos es algo que no se puede negar a todo ser humano. No se trata solamente de un problema social, ético o jurídico. Se trata de una necesidad, de un requisito imprescindible para el ser humano sobre todo durante los años de descubrimiento y formación de la propia identidad.
Necesitamos saber no solo hacia dónde vamos sino también de dónde venimos. Así, el primer paso de nuestro proceso de maduración es este conocimiento sobre son nuestros padres biológicos y sobre el origen de nuestra historia, de nuestra vida.
El derecho a conocer los propios orígenes biológicos y genéticos no tiene nada de fácil. Es realmente como un calidoscopio en el que se mueven continuamente una larga lista de piezas llenas de aristas: la necesidad de construir la identidad; la fantasía elaborada durante años sobre cómo llegué a este mundo; el derecho de los padres biológicos, donantes de óvulos o espermatozoides utilizados en su gestación; el pudor por hablar de los problemas de reproducción; los contratos de confidencialidad y anonimato; el negocio reproductivo; el miedo a que las relaciones entre padres e hijos cambien con esa información; la protección del derecho a tomar las decisiones sobre su propio cuerpo, incluida solicitud de ayuda a donantes para reproducirse…
Entonces, nos preguntamos, si para las personas adoptadas está hoy claro que conocer los orígenes biológicos y las circunstancias en las que fueron separados permite configurar su propia identidad y rellenar los enormes vacíos de su biografía, por qué no se reconoce la misma situación en el caso de los hijos de la reproducción asistida.
España, Francia, Italia y Portugal, en cambio, mantienen el anonimato. Y este es un elemento clave para el éxito de las clínicas de fertilidad, en las que la mitad de las pacientes son extranjeras gracias, en parte, a esta diferencia normativa. ¿Por qué no cambiar la norma, registrar los casos para que haya información que proporcionar a esos hijos que lo pidan y permitir ese derecho a conocer los orígenes?