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Revolución Rusa: Iglesias sobre sangre derramada

apocalipsis

© Edal Anton Lefterov

Alfa y Omega - publicado el 18/11/17

Ante su centenario: A los clérigos les interrogaban, torturaban y luego fusilaban

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El 25 de mayo, en la capital rusa, el patriarca Kirill de Moscú y toda Rusia consagró el templo en honor de los nuevos mártires y confesores de la Iglesia ortodoxa rusa. La ceremonia contó con la presencia del presidente Vladímir Putin. ¿Por qué la bendición de una iglesia atrajo la atención al más alto nivel? Porque está ubicada en un lugar de masivas ejecuciones de clérigos, oficiales e intelectuales realizadas tras las dos revoluciones de 1917, cuyo centenario se conmemora este año.

El vecino del monasterio Srétensky, donde se encuentra el templo recién inaugurado, era la KGB. A las víctimas las interrogaban y torturaban en los sótanos del Comité para la Seguridad del Estado y luego las fusilaban en el territorio del antiguo convento.

En la Iglesia ortodoxa rusa existen las así denominadas iglesias sobre la sangre derramada. Hay varios templos de esta clase, el más famoso está en San Petersburgo, en el lugar donde el zar Alejandro II fue matado en 1881. Aquel asesinato puede ser considerado el inicio de un largo camino hacia las revoluciones.

La caída de los zares

Alejandro II empezó a gobernar en 1855. Rusia estaba cansada del régimen de mano dura mantenido por el zar Nicolás I durante 30 años. Alejandro trató de imponer en Rusia innovaciones que la acercarían a Europa. La reforma más significativa fue la emancipación de los siervos en 1861. Pero las leyes progresistas de Alejandro II impulsaron algo que él nunca hubiera podido imaginar: el nacimiento del terrorismo. Los luchadores por la transformación social eligieron como objetivo de caza al zar llamado el libertador.

El hijo de Alejandro II, Alejandro III, era partidario del conservadurismo y se esforzó por acabar con reformas. Su sucesor, Nicolás II (1894-1917), un hombre serio y honesto, resultó incapaz de enfrentarse a los desafíos de la época. El tiempo de Nicolás II se caracterizó por el desarrollo de la industria y la prosperidad de la educación. Al mismo tiempo, entre los obreros crecían el disgusto y la decepción. Querían ganar más y tener un seguro social garantizado. Los trabajadores formaron sindicatos que pretendían jugar un papel activo en la sociedad.

El comienzo del siglo XX trajo para Nicolás II una serie de hechos fatales: el fracaso de la guerra contra Japón (1904-1905); la primera revolución (1905-1907); el establecimiento de la Duma Estatal (una especie de parlamento), que puso el punto final en la historia de la autocracia absoluta en Rusia; los conflictos del zar con la Duma; la I Guerra Mundial (1914-1918), en la que las fuerzas armadas rusas no tuvieron éxito.

Todo esto causó la desilusión total con Nicolás II. Además, diversos hombres de Estado, miembros de la familia de los Romanov y jerarcas de la Iglesia, se opusieron vigorosamente a la influencia política de Grigori Rasputin, un campesino que obtuvo fama de sanador y de adivino que se acercó a la zarina Alejandra, esposa de Nicolás. Rasputin supo aliviar dolores del príncipe heredero, Alexis, que sufría hemofilia (enfermedad que impide la correcta coagulación de la sangre). A comienzos de 1916, un pariente de Nicolás II, el príncipe Félix Yusúpov, mató al amigo de la pareja imperial.

En febrero de 1917, en medio de demostraciones de obreros, militares y policías, bajo la presión de los principales mandos del Ejército, Nicolás II firmó el acta de abdicación. A partir de ese momento, la política en Rusia consistió en el enfrentamiento entre el Gobierno provisional de conservadores y centristas y el Soviet (Consejo), formado por los socialdemócratas radicales y moderados. En octubre de 1917, tras la toma armada del poder en Petrogrado (San Petersburgo) y las provocaciones rebeldes en las regiones, el Soviet se proclamó la única autoridad en el antiguo imperio ruso.

Santos sin santoral

En la década de 1920, Rusia pasó por la guerra civil y luego, durante 70 años, experimentó la construcción de una nueva sociedad basada en las ideas marxistas. Por desgracia, a este proceso lo acompañaron severas persecuciones contra la Iglesia, declarada enemiga del Estado socialista. Las represiones produjeron miles de mártires y confesores.

La Unión Soviética cayó en 1991. Pero hasta ahora en Rusia no ha habido consenso en torno a las dos revoluciones. Muchas personas se siguen manifestando con retratos de Lenin el 7 de noviembre, en el aniversario de la Revolución de Octubre. Otras prefieren celebrar la fiesta de la Rusia moderna, el Día de la Unidad Nacional del 4 de noviembre, que coincide con la festividad del venerado icono de la Madre de Dios de Kazán.

Un paso importante hacia la reunificación nacional es una catedral grande y hermosa en un lugar sagrado donde los revolucionarios derramaron la sangre de víctimas inocentes. Como dato curioso, el abad del monasterio Srétensky, el obispo Tíjon (Shevkunov), es autor del bestsellerSantos sin Santoral. Los fondos recaudados a través de la venta del libro se han destinado a la construcción del «templo memorial dedicado a los mártires cristianos del siglo XX». Esta colección de relatos sobre la vida eclesiástica en Rusia ha sido editada en distintas lenguas, y ahora se está preparando su publicación en español. Muy pronto tendrán la oportunidad exclusiva de leer fragmentos de la obra de uno de los más conocidos obispos rusos.

Publicado en Alfa y Omega. Por Miguel Palacio
Consejero del Departamento de Relaciones Exteriores Eclesiásticas del Patriarcado de Moscú

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