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La Liga de la Justicia: Todo lo profundo necesita una máscara

JUSTICE LIGUE

Warner Bros. Entertainment Inc

Hilario J. Rodríguez - publicado el 18/11/17

Allí donde la Marvel se pasa de juguetona, la DC se pasa de oscura

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Cuando Antonio Gramsci vinculó el origen del eterno retorno nietscheano con El conde de Montecristo de Alejandro Dumas y no con una fuente más elevada, no sólo estaba proporcionándole su carta de naturaleza a la cultura popular dentro del tejido dialéctico con el que entendemos y nos comunicamos con el mundo donde vivimos, sino que además nos preparaba para una invasión de colores puros y formas salvajes.

Como la que presenta La liga de la justicia y gracias a la cual podemos sentirnos más proactivos que receptivos, lectoespectadores -como diría Vicente Luis Mora- y no simples espectadores, detectives en lugar de cómplices de un crimen (el cine mainstream más vacuo y descerebrado).

Todo eso -colores puros y formas salvajes- protagoniza esta película, donde Batman (Ben Affleck) quiere redimirse de su obsesiva y patológica concepción de la justicia en Batman v Superman: El amanecer de la justicia (2016, Zack Snyder), y Superman (Henry Cavill) regresa del mundo de los muertos para recuperar aquella sensación de impotencia que conseguían contagiar sus aventuras en la película que Richard Donner dirigió en 1978, cuando sus superpoderes no bastaban para salvar la vida de su abuelo (Glenn Ford) mientras sufría un infarto.

El futuro, con sus enormes posibilidades y sus catástrofes anunciadas, ya está aquí aunque a veces nos neguemos a asumirlo. Los superhéroes no son productos escapistas para que nos divirtamos mientras perdemos el tiempo, son en todo caso proyecciones de nuestra guerra constante entre los deseos y la realidad. Aquí, por ejemplo, no vienen a divertirse cinéticamente porque el mundo se enfrenta a una invasión de Steppenwolf (a quien le proporciona voz Ciarán Hinds) y su ejército, que quieren conquistar la Tierra.

Por supuesto, el clímax de la batalla final podríamos -si nos da por ahí- convertirla en una batalla por el clima. El poder de un puñado de superhéroes enfrentados a un poder casi sobrenatural, encerrado en tres cajas de Pandora. Los activistas contra el nihilismo capitalista, que en muchos sentidos es la peor forma de terrorismo que nos amenaza a todos en todas partes hoy en día. Lo malo es que allí donde la Marvel se pasa de juguetona, la DC se pasa de oscura.

Y aquí la batalla cinematográfica parece más un intento por encontrar un terreno neutral entre ambas posturas, entre la Marvel y la DC, que una película de verdad, con algo valioso que contar. Parte de culpa la tiene que Zack Snyder tuviese que abandonar el proyecto poco antes de terminarlo (después del suicidio de su hija, no por otra cosa), y que Joss Whedon se encargara de ponerle un punto y final (rebajando su gravedad y haciéndolo más comestible para el público en general, sin pensar sólo en los fans de los cómics o en los «expertos en semiología barata»).

Pero ¿de qué va el universo de los superhéroes? Depende. Depende de si lees los cómics o de si ves las películas, también de cuánto lleves haciéndolo y cómo hayas seguido sus transformaciones, gráficas y cinematográficas.

Si te fijas en sus orígenes, allá por los años treinta, ves viñetas sin apenas paisaje; si te fijas hoy en día verás un paisaje más perfilado, con una concepción narrativa que ha dejado de ser secuencial (siguiendo la continuidad de las imágenes) y ha pasado a ser estructural (haciéndolas añicos como si su sentido icónico estuviese siendo sometido a una sesión de psicoanálisis).

Zack Snyder entendió esa transformación y por eso su obra, en general, es tan abstracta desde un punto de vista conceptual y al mismo tiempo tan creativa desde un punto de vista formal, algo que le ha proporcionado tantas alegrías como decepciones, sin ir más lejos el estrepitoso fracaso de Sucker Punch (2011), posiblemente su mejor obra, demasiado experimental para cerebros conservadores y fans fundamentalistas de cualquier forma de cultura.

En La liga de la justicia su impronta se nota en la concepción global, con un hilo narrativo tenue, diluido por una paleta cromática en plena disolución (quizás porque intenta borrar las fronteras entre los superhéroes y el mundo que supuestamente defienden, que casi siempre parecen planetas distantes entre sí). Secuencialmente, Joss Whedon es quien gana la batalla, con sus ocurrencias para que los personajes sean físicos y no tan metafísicos, Flash (Ezra Miller) por encima de los demás. Jajaja.

Pese a su quieronopuedismo, La liga de la justicia es una máquina capaz de generar significados, no tanto por la historia que nos cuenta, sino por sus contradicciones internas. Le falta la levedad formal de Escuadrón suicida (2016, David Ayer), como si sufriera de neurosis visual y no estuviera segura de hablar en serio o en broma; y le sobran los chistes que Watchmen (2009) controlaba tan bien, consciente de que en un universo de apocalípticos e integrados en la cultura de masas la guerra sólo la ganan quienes están dispuestos a desilusionar a ambas facciones y crear nuevos espectadores, una raza todavía por determinar porque no tendría un discurso premeditado para cada imagen y con cada película necesitaría aprender a hablar/escribir como si nunca antes lo hubiese hecho, en busca de significados y no catalogándolos a la manera de un entomólogo.

Ficha Técnica

Título original: Justice League (2017).
País: Estados Unidos.
Director: Zack Snyder.
Guión: Chris Terrio y Joss Whedon (a partir de una historia de Zack Snyder y Chris Terrio).
Reparto: Ben Affleck, Gal Gadot, Ezra Miller, Jason Momoa, Ray Fisher, Henry Cavill, Amber Heard, Amy Adams, Jesse Eisenberg, J. K. Simmons, Jeremy Irons, Willem Dafoe, Shalini Peiris, Connie Nielsen, Robin Wright, Diane Lane, Kiersey Clemons, Billy Crudup, Ciarán Hinds, Daniel Stisen, Samantha Jo.

Tags:
cine
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