Una exposición relaciona el Islam con la Declaración de Derechos Humanos. Quizá hacen falta algunas precisiones
Podemos decir que el planteamiento es bienintencionado. Cierto, no. El pasado 23 de octubre, el Comité de los Derechos Humanos de Qatar inauguraba en Madrid la exposición pictórica “Arte islámico y derechos humanos”, que relaciona las enseñanzas y valores del Islam con la Declaración de los Derechos Humanos. Una colección de 19 caligrafías del artista iraquí Sabah Arbilli, que emplea las fuentes del Islam (12 versículos del Corán y siete hadices -hechos y citas del profeta Mahoma) para ilustrar este mensaje.
Deben hacerse precisiones dando por hecho un paralelismo entre Corán-Derechos Humanos. Afirmar desde la contemporaneidad que en el Corán aparece sostenida una defensa de los derechos humanos (tal y como hoy los entendemos) es tan impreciso como afirmar la convivencia pacífica de las tres culturas (cristiana, judía y musulmana) en la España medieval. O concebir a Jesucristo como libertador político del pueblo Romano.
El embajador qatarí en España, Mohammed Al Kuwari, resumía el espíritu de la iniciativa como la demostración de que no sólo no son incompatibles, sino que caminan de la mano: “retrata lo que ha sido el pasado, lo que puede ser el presente y lo que debería ser el futuro”. En el mismo sentido, el director de Casa Árabe, Pedro Martínez-Avial, subrayó: “la raíz del islam tiene un mensaje de paz”.
De un lado, es lícito y muy positivo rescatar aquellos aspectos del texto coránico que refuercen un mensaje de paz y convivencia. Especialmente, cuando existen tendencias radicales que instrumentalizan las fuentes del Islam para legitimar un estado de guerra permanente. De otro, hay que ser cuidadoso y realista. Aunque en los sistemas islámicos política y religión aparezcan como esferas unidas, en Occidente no.
Y la Declaración de los Derechos Humanos (1948) es una fuente de derecho internacional occidental. Tanto es así, que la mayoría de los países islámicos no la suscribieron en su momento, por considerarla una interpretación secular y judeocristiana. Muy posterior es la Declaración de El Cairo (1990), suscrita por la Organización para la Cooperación Islámica, a la que pertenece, entre otros, Qatar y que fija la Sharía como fuente principal.
Finalmente, no cabe duda que debe reconocerse que, en un contexto de recurrentes atentados yihadistas, este acto posee un valor importante. Ante todo, puede entenderse como una apuesta de las autoridades políticas por el diálogo entre Occidente y el mundo árabe-islámico a través de la cultura. Un intento por desmarcarse de la violencia en que los radicalismos han sumido la imagen del Islam. También es sin duda un reconocimiento a España como país históricamente privilegiado, que ha sabido reforzar sus tradicionales lazos con el mundo árabe a través de una trayectoria diplomática impecable.