En Vidrí la gente empezó a disfrutar de las pequeñas cosas cotidianas “Hoy todavía no me explico cómo pasó. Ya llegó la paz, son cosas de Dios”.
Para Ligia Perea Cuesta, quien así se expresó en diálogo con El Colombiano, el cese del conflicto armado en Colombia era algo impensado. Ella, al igual que el resto de su familia, ya se habían acostumbrado a vivir el día a día en medio de balaceras, ruidos de helicópteros y la dominación de tanto de guerrilleros como de grupos paramilitares.
Los niños incluso dejaban de ir a la escuela semanas enteras debido a las amenazas del conflicto.
Pero la paz le cambió la mirada en la localidad colombiana de Vidrí, ubicada en el departamento de Antioquia y una de las últimas zonas donde se terminó de completar el proceso de los acuerdos de paz. En agosto, por ejemplo, la Misión de la ONU retiró armas de las FARC como parte de la etapa de dejación de armas.
Hoy la gente recién comienza a habituarse a esta nueva realidad. Empiezan a mirar las cosas de manera diferente, pues muchas cosas cotidianas estaban ocultas a sus ojos gracias al velo de la guerra.
Un claro ejemplo de ello es lo acontecido con los ríos Arquía y Atrato que desde ahora se han transformado en medio de transporte desde donde se puede observar con tranquilidad la maravilla del entorno, un paisaje exótico. La gente ahora puede pescar y hasta bañarse. Pequeños disfrutes de la vida cotidiana que antes parecían inexistentes.
“De aquí hasta Quibdó había hasta 12 retenes ilegales. A uno los armados le restringían lo del mercado, no podía traer más de media arroba de arroz. En estos momentos ya no se vive eso, hay un solo puesto de control y es de la Armada. Ahora sí estamos disfrutando del río, y en adelante vamos a disfrutarlo más”, sostiene a ese medio Jhon Jairo Perea, dueño de una embarcación que sirve para llevar abastecimiento a una tienda cercana.
Con información en base a El Colombiano