Cómo encajar la bienvenida al club de las "señoras de las cuatro décadas" y darle un giro positivo.
Al número 40 se le atribuye eternidad, plenitud, grandeza. A las mujeres, en cambio, el 40 nos puede parecer la historia interminable, un fin de ciclo a partir del cual una empieza a decaer inexorablemente. Va cuesta abajo por la pendiente y parece que no hay forma de parar la bola de nieve. Te miras y cierras los ojos para no volver a verte. Te ves y sientes que de un momento a otro vas a caer fulminada.
A los 40 el cuerpo decide hablar con una. Y no en tono de conversación sino más bien de queja. Aparecen las arrugas en el cutis de una forma que ya no se cubren con el maquillaje. Las dos canas rebeldes se han expandido y ahora irremediablemente toca teñirse el pelo. El cuerpo cambia de forma: la cadera se ensancha, se pierde la cintura, los músculos se relajan. Los embarazos han dejado su huella: estrías en el pecho y en el abdomen… Y llega Newton, sí, el de la ley de la gravedad. Todo (no hace falta que concretemos) tiende hacia abajo. Es entonces cuando el ánimo parece que se contagia y no busca otra cosa más que el suelo.
Una mira alrededor y ve que el entorno es exigente: a las demás no les pasa nada (parece). Las conocidas se pasan el día en el gym y están tonificadas no, lo siguiente. Las modelos de las revistas son espectaculares. Las esposas de presidentes pierden años cada día que pasa y las actrices de Hollywood presumen de edad sobre la alfombra roja pero gracias a cuatro retoques de nada se las ve exuberantes.
Al llegar a casa, después del trabajo, una pasa un momento al lavabo y se mira. En vez de ver su rostro, ve responsabilidades, niños, cocina, reuniones de trabajo, arreglo del coche… una lista interminable que agota solo con verla. Pasan así cuatro días seguidos, y comienza la depresión de dimensiones domésticas: “No puedo más”, “¿cómo se las arreglan las otras?”.
Una lucha en solitario
Podemos llegar a pensar que a los 40 se nos ha acabado la vida y que ahora entramos en la fase de supervivencia: se nos plantea un horizonte gris, arduo y, lo peor de todo, en solitario.
Digo en solitario porque a la que es soltera le llega en solitario, pero la casada también cree que en esto no va a contar con él. “Él” está en sus cosas, su trabajo, su deporte… y por mucho que diga que te quiere, crees que para este problema que se avecina no puedes contra con él “porque no lo entendería”. Intentaste unas maniobras de aproximación un día mientras estabais en el coche y cambió de tema a los tres segundos, así que piensas que está todo dicho sobre el asunto.
¿Qué hacer cuando los 40 parece que te arrastran? En primer lugar, decidir que la vida es tuya. Los 40 son tuyos y bien tuyos, pero eso quiere decir no que ellos te conducirán a la derrota sino que eres tú la que los va a llevar adonde quieres. Lo conseguirás o no, pero lo que alcances será fruto de tus decisiones, no de un “sino” que te arrastra sin que tú puedas evitarlo.
Hay quien mira el horóscopo y se cree lo que le dicen. Quédate muy tranquila: he tenido alumnos que han trabajado como periodistas y que su primer trabajo (de becario) consistió en eso, en redactar el horóscopo. Como te lo cuento: así ya sabes cuánto tienes que hacer caso a lo que te dicen.
Entristecerse a los 40 porque ha perdido el valor mi vida obliga a preguntarse qué era aquello que considerábamos de valor. Porque lo primordial de cada persona es su dignidad y eso no se pierde por mucho que cambien las circunstancias. Podemos perder el empleo, las fuerzas físicas, podemos perder la belleza, el patrimonio, a un ser querido… pero nuestro valor primordial seguirá en pie: nuestra propia dignidad como persona, como mujer.
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