¿Como un sicópata capaz de llevar a cabo la monstruosidad del pasado domingo?¿Qué motivo a Devin Patrick Kelley, de 26 años de edad, a matar a 26 personas y herir a otras 20 dentro de la Primera Iglesia Baptista de Sutherland Springs, en el sureño Estado de Texas, Estados Unidos?
Todas son especulaciones. Se habla de su deshonrosa salida de la Fuerza Aérea donde, desde 2010, sirvió en el departamento de preparación logística en la Base de Holloman, en Nuevo México.
Se habla de las secuelas que le causó que años más tarde, fuera juzgado en una corte marcial por agredir a su esposa y a su hijo y sentenciado a un año en prisión militar. Y luego, que en 2014, fuera expulsado de las Fueras Armadas por “mala conducta”.
Se habla de su divorcio, de que tuvo una queja por maltrato de animales, de que era hosco pero no necesariamente violento… Como el tirador de Las Vegas, Kelley no presenta ninguno de los antecedentes que podría calificarlo como un sicópata capaz de llevar a cabo la monstruosidad del pasado domingo.
Hay dos pistas: según las autoridades el atacante usó un rifle de asalto Ruger AR-15, vestía de negro y llevaba puesto un chaleco antibalas. O sea: iba a lo que iba. Y que uno de los asistentes en el templo, que estaba armado, le disparó y lo hirió. El atacante escapó en su vehículo y se estrelló unos cuantos kilómetros más adelante, en el condado de Guadalupe.
Las dos pistas llevan a la Segunda Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos de América, que data de 1791 y que dice, a la letra: “Una milicia bien regulada es necesaria para la seguridad de un Estado libre, el derecho de la gente a tener y portar armas no será infringido”.
El atacante llevaba un rifle de precisión, un arma de asalto que pudo haber comprado en cualquier tienda deportivo, negando que tenía antecedentes penales. Y uno de los asistentes al servicio religioso de la Iglesia Baptista, portaba un arma porque en Texas, la ley permite que los tejanos porten sus armas en su funda, a plena vista (aunque no en iglesias).
El rifle con el que se cometió la matanza en la pequeña comunidad de Sutherland Springs es un arma estilo militar que estuvo restringida por diez años hasta el 2004. El atacante la compró en una tienda de la vecina ciudad de San Antonio, poniendo dos mentiras. La primera, que no tenía antecedentes y la segunda que su domicilio estaba en un lote baldío.
En otras palabras, el autor del tiroteo en Texas, como el de Las Vegas, llegaron hasta donde llegaron porque hay todo un entorno permisivo al respecto. El estudio más reciente calcula que hay unas 360 millones de armas en manos de civiles en Estados Unidos. Y en ese país hay 33,000 muertes anuales por armas de fuego.
Por ello, en su comunicado inmediatamente posterior a la matanza del domingo, el cardenal de Houston-Galveston y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, Daniel Di Nardo, aseveró que el tiroteo en Texas ilustra un “problema fundamental” en Estados Unidos.
“Este evento incomprensiblemente trágico se une a una lista cada vez mayor de tiroteos masivos, algunos de los cuales también se realizaron en iglesias mientras las personas adoraban y oraban (…) “Debemos llegar a la firme determinación de que hay un problema fundamental en nuestra sociedad. Una cultura de la vida no puede tolerar, y debe evitar, la violencia armada sin sentido en todas sus formas”.
Sin embargo, este “problema estructural” difícilmente podrá resolverse si no se hace caso a uno de los mensajes que durante el domingo estuvo tuiteando el arzobispo de San Antonio, Gustavo García-Siller: “Trabajamos en Pequeñas Formas para Detener la Guerra, La Violencia y Armas. ¡Paz! ¡Paz!”