Cuando Dios da un don, este don es irrevocable: no lo da hoy y lo quita mañana. Cuando Dios llama, esa llamada queda toda la vida. Con esta reflexión empezó hoy su homilía en Santa Marta el Papa Francisco, dedicada al tema de la elección de Dios.
Tres fueron “en la historia de la Salvación, los dones y las llamadas de Dios a su pueblo”, explica Francisco, “todos irrevocables” porque Dios es fiel: “el don de la elección, de la promesa y de la alianza”. Así lo hizo con Abraham, y así es con cada uno de nosotros.
“Cada uno de nosotros es un elegido, una elegida de Dios. Cada uno de nosotros lleva una promesa que el Señor ha hecho: ‘Camina en mi presencia, sé irreprensible y yo te haré esto’. Y cada uno de nosotros hace alianzas con el Señor. Puede hacerlas, no quiere hacerlas – es libre. Pero esto es un hecho. Y también, debe haber una pregunta: ¿cómo siento yo la elección? ¿O me siento cristiano por casualidad? ¿Cómo vivo yo la promesa, una promesa de salvación en mi camino, y cómo soy fiel a la alianza? ¿Cómo es fiel Él?”.
Por tanto, ante la “fidelidad misma” que es Dios, a nosotros no nos queda otra cosa que preguntarnos, dice el Papa_ ¿sentimos Su caricia, Su cuidarnos, Su buscarnos cuando nos alejamos?
Y también, prosigue Francisco respecto de san Pablo: hablando de la elección de Dios, el Apóstol vuelve en cuatro ocasiones sobre dos palabras: “desobediencia” y “misericordia”. Donde se da la primera, observa el Papa, se dio también la otra, y este es nuestro camino de salvación.
“Esto significa que en el camino de la elección, hacia la promesa y la alianza, habrá pecados, habrá desobediencia, pero ante esta desobediencia existe siempre la misericordia. Es como la dinámica de nuestro camino hacia la madurez: hay siempre misericordia, porque Él es fiel, Él no revoca nunca sus dones. Tiene relación con esto: que los dones son irrevocables. ¿Por qué? Porque ante nuestras desobediencias, nuestros pecados, está siempre la misericordia, y cuando Pablo llega a esta reflexión, da un paso más: pero no de explicación, sino de adoración”.
Adoración y alabanza silenciosa, por tanto, ante “este misterio de la desobediencia y de la misericordia que nos hace libres “, y ante “esta belleza de los dones irrevocables, como la elección, la promessa y la alianza”, invita finalmente el Papa.
“Creo que nos hará bien a todos pensar en nuestra elección, en las promesas que el Señor nos hizo y cómo vivo yo la alianza con el Señor. Y cómo me dejo – permítanme la palabra – misericordiar por el Señor, ante mis pecados, mis desobediencias. Y al final, si soy capaz – como Pablo – de alabar a Dios por esto que me ha dado, a cada uno de nosotros: alabar y hacer ese acto de adoración. Pero no olviden nunca: los dones y la llamada de Dios son irrevocables”.