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Todo es relativo, menos Dios y el hambre

HUNGER

Marie Cacace-Oxfam-.(CC BY-NC-ND 2.0)

Jaime Septién - publicado el 03/11/17

Reflexión sobre el hambre, sus causas y las posibles soluciones

La frase es del anciano obispo emérito de de São Felix do Araguaia (Brasil), Don Pere Casaldáliga y es parte de la más reciente reflexión (“Compartir pan y dignidad”) del profesor salvadoreño Carlos Ayala (1955) en El Observador Digital.

Ayala, quien es, actualmente, miembro de la junta directiva de Fe y Alegría y de la Fundación Monseñor Óscar Romero, recuerda en su reflexión que el hambre es una de las realidades fundamentales de los seres humanos y que, sin embargo, se oculta e ignora en buena parte de los medios de comunicación.

“Hace unos años, el obispo emérito don Pedro Casaldáliga expresó en uno de sus poemas que *todo es relativo, menos Dios y el hambre*, con lo cual daba un carácter esencial al pan de cada día, sin el que no es posible vivir”, dice el autor salvadoreño, quien se graduó como profesor de Educación Media por la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA), con la especialidad en filosofía.

Hacer visible lo esencial

La línea del poema del obispo emérito Casaldáliga le da pie a Ayala para situar el reciente informe realizado por cinco organismos de la ONU sobre “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, 2017”, cuyo fin fue ofrecer una comprensión más completa de lo que es necesario hacer para encarar el hambre y las formas de malnutrición.

El documento –señala el articulista de *El Observador Digital*– comienza exponiendo cifras clave que muestran la gravedad y magnitud del problema del hambre. Señala, entre otras cuestiones urgentes, que el total de personas que padecen hambre en el mundo asciende a 815 millones de seres humanos.

La dispersión en los continentes es la siguiente: 520 millones en Asia, 243 en África y 42 en Latinoamérica y el Caribe. Además, 155 millones de niños menores de 5 años padecen desnutrición crónica (tienen una estatura demasiado baja para su edad); 52 millones, desnutrición aguda (tienen un peso bajo para su estatura).

Además, 63 millones de mujeres en edad reproductiva están afectadas por anemia, lo que también pone en peligro la nutrición y la salud de muchos niños. Cada año fallecen alrededor de 1.5 millones de niños por carencia agudas de alimentos. “Los datos son tajantes: el hambre mata
paulatinamente”, resume este informe Ayala.

La guerra y el cambio climático

Siguiendo con la idea de hacer visible lo esencial, el articulista detalla las causas más notorias de la inseguridad alimentaria y malnutrición según el informe de los organismos adheridos a la ONU: la afectación de conflictos internos (489 millones de personas) y los cambios climáticos, en especial las sequías, que tienden a poner en peligro la seguridad alimentaria al limitar la disponibilidad y el acceso a los alimentos.

“De ahí que se plantee la necesidad de un enfoque que tenga en cuenta los conflictos y armonice las medidas de asistencia humanitaria inmediata con las destinadas al desarrollo incluyente y al mantenimiento de la paz”, subraya Ayala.

Argumenta, también, junto con los estudios de la Confederación Internacional de Organizaciones no Gubernamentales (Oxfam) que otra causa primordial del hambre y la malnutrición “se encuentra en el poder de quienes han construido un sistema alimentario por y a favor de una minoría, cuyo principal propósito es producir beneficios”.

Y más adelanta acusa que este poderío sin controles específicos “incide en quién puede acceder a los alimentos y quién no. Entre las medidas para revertir este sistema proponen construir una nueva manera de gobernar a nivel mundial, en la que la prioridad máxima sea abordar el hambre y reducir la vulnerabilidad”.

En sintonía con el Papa

Hay, pues, tres grandes peligros que vulneran la seguridad alimentaria: los conflictos, el cambio climático y un sistema de nutrición excluyente. En el discurso que el Papa Francisco pronunció con motivo de la Jornada Mundial de la Alimentación 2017, se refirió a la forma en que se han de enfrentar estas amenazas.

Primero, dice Ayala, el Pontífice recordó que el derecho internacional nos indica los medios para prevenir y resolver los desacuerdos y confrontaciones. Eso implica un nuevo modo de reaccionar ante las pugnas. En segundo lugar, en cuanto a los cambios climáticos, hizo referencia a la necesidad de acuerdos que garanticen el cuidado del medioambiente. Lo planteó en términos de denuncia y exhortación.

Finalmente, frente a los sistemas que producen muerte por hambre o malnutrición, propuso la solidaridad radical que supone una vida animada por el amor, y que puede llevar a una práctica histórica social de verdadero humanismo. Desde esa sensibilidad pregunta y proclama:

“¿Sería exagerado introducir en el lenguaje de la cooperación internacional la categoría del amor, conjugada como gratuidad, igualdad de trato, solidaridad, cultura del don, fraternidad, misericordia? […] Amar significa contribuir a que cada país aumente la producción y llegue a una autosuficiencia alimentaria. Amar se traduce en pensar en nuevos modelos de desarrollo y de consumo, y en adoptar políticas que no empeoren la situación de las poblaciones menos avanzadas o su dependencia externa. Amar significa no seguir dividiendo a la familia humana entre los que gozan de lo superfluo y los que carecen de lo necesario”. expresó Francisco.

Con información de El Observador Digital.

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