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¿Por qué se representa el cielo como una gran ciudad esponjosa en las nubes?

HEAVENS GATE

2jenn | Shutterstock

Philip Kosloski - publicado el 03/11/17

Esa imagen se queda extremadamente corta en la descripción verdadera de la vida eterna

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En la cultura occidental nos hemos criado con una imagen particular del paraíso: una ciudad luminosa en las nubes y con una puerta de reja dorada.

¿De dónde viene esta imagen? ¿Es una visión precisa del aspecto que tendrá el paraíso?

En muchas culturas a lo largo de la historia, el paraíso (el más allá o la ciudad donde habitan los dioses) ha sido representado como si estuviera en el cielo. En la mitología griega, los dioses vivían en la cima del Monte Olimpo, que siempre estaba oculto a la vista por las nubes.

Las pinturas clásicas del Monte Olimpo lo representan o bien como una ciudad con edificios físicos sobre las nubes o simplemente un paisaje en el cielo con grandes y mullidas nubes sobre las que se sientan los dioses. Tanta es la asociación que, de hecho, en muchas lenguas utilizamos la palabra ‘cielo’ como sinónimo de ‘paraíso’.

En el cristianismo, mucha de esta misma imaginería se transfirió a las representaciones artísticas. Esto se debía en parte a varias referencias en las Escrituras que mencionan sucesos divinos relacionados con “las nubes del cielo”.

Por ejemplo, Daniel registró al siguiente visión celestial: “Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta él” (Daniel 7,13).

Aludiendo a esa misma visión de Daniel, Jesús dijo al Sumo Sacerdote, “de ahora en adelante verán al hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo” (Mateo 26,64).

Aunque una imagen de nubes es consistente con una representación escritural y clásica del paraíso, es una descripción inevitablemente insuficiente de la realidad de la vida eterna.

Como comentó san Juan Pablo II respecto de este tema en una audiencia de 1999: “En el marco de la Revelación sabemos que el ‘cielo’ o la ‘bienaventuranza’ en la que nos encontraremos no es una abstracción, ni tampoco un lugar físico entre las nubes, sino una relación viva y personal con la santísima Trinidad. Es el encuentro con el Padre, que se realiza en Cristo resucitado gracias a la comunión del Espíritu Santo”.

El Cielo es muchísimo más que una ciudad celestial, es la culminación de nuestro profundo y duradero amor a Dios. Es un “banquete de bodas” en el que se reúnen la verdad, la belleza y la bondad, un lugar de dicha eterna que satisface los anhelos de nuestro corazón. Eso es mucho más atractivo de lo que cualquier pintura podría imaginar nunca.

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