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“Reto-País”: Una respuesta de la Iglesia a la crisis

VENEZUELA

Andrés E. Azpúrua-(CC BY-ND 2.0)

Macky Arenas - Aleteia Venezuela - publicado el 01/11/17

La Venezuela cristiana se une para construir un horizonte compartido

“Los cristianos debemos ver más allá –recordó el padre Manuel Zapata (sj), director de la Revista SIC que edita el Centro Gumilla de Venezuela-, las crisis siempre traen oportunidades”, como atajando la desesperanza que parece haberse adueñado del país. La Iglesia católica, sin abandonar ni por un instante el clamor por ayuda humanitaria, se convierte en una suerte de cheer-leader para los venezolanos, señalando la ruta para reactivar el poder popular, reanimar a las comunidades y volver a la cohesión social.

Si algo ha conseguido el “experimiento” chavista-madurista es despedazar lo que con tanta paciencia logró nuestra historia patria,  luego de haber pasado por la guerra independentista más sangrienta y cruel de cuantas ocurrieron en el continente y de vivir una historia militarista semejante a un cine continuado: consolidar una sociedad igualitaria que dio paso a la democracia más sólida de Latinoamérica, mientras los países alrededor sufrían dictaduras de distinto signo.

El gran articulador es un programa que se conoce como “Reto-País”, originado a partir de una iniciativa surgida en el seno de la Universidad Católica Andrés Bello tiempo atrás, de sus equipos de investigadores y analistas, originalmente conocida como “País 20-20”.

En esta ocasión y considerando la conflictiva actualidad y dada la -hasta ahora- incapacidad del estamento dirigencial para ofrecer soluciones desde el gobierno o configurar la necesaria unidad política desde la oposición, han visto con claridad la necesidad de rearticular a la sociedad para desplazarnos de un Estado de facto hacia la democracia efectiva.

La propuesta concreta se basa en dos pilares, a partir de las comunidades y hacia el tope de la sociedad:

1.- Construir un horizonte compartido, el sueño común que facilite el pacto de convivencia en base a reglas de juego acordadas como claras y precisas.

2.- La activación de la ciudadanía por la vía de establecer espacios comunes.

El cómo hacerlo es determinante. Se trata de visualizar un horizonte irrenunciable de dignidad, formando y organizando a las comunidades –que son muchas a lo largo y ancho de nuestra geografía donde la Iglesia tiene presencia- y promoviendo acciones solidarias para enfrentar el tema humanitario.

Todo ese esfuerzo debe confluir en una gran alianza nacional de organizaciones sociales, educativas, religiosas, de derechos humanos y líderes comunitarios que edifiquen una visión común de país. Es todo un proyecto de cambio social desde la base y desde la conciencia colectiva en función de cuyo abordaje han diseñado una metodología acorde que tiene dos propósitos: luchar y resistir.

El aspecto más complejo del reto es la ausencia de lo que denominan “un horizonte compartido y asumido de país” que, en el marco del ordenamiento constitucional venezolano de 1999, integre los intereses de los distintos sectores sociales.

Lo que los obispos venezolanos han calificado como “moralmente inaceptable” es la implantación de un régimen que desconoce y vulnera los DDHH; que ha lanzado- con sus políticas ineficientes y equivocadas- al país al foso de una gran depresión económica acompañada de intensa conflictividad social; y que pretende instalar un sistema socialista-comunista ajeno a nuestras aspiraciones como nación, tantas veces expresadas en distintas consultas electorales.

Todo ello configura, en el campo político, un estado de supresión del régimen de garantías y derechos ciudadanos establecido en la Constitución de 1999 y, en el campo socioeconómico, el resultado es el incremento de la pobreza, altos niveles de inflación y escasez de productos de primera necesidad.

Como respuesta, se trabaja activamente en la conformación de comités comunitarios para emprender acciones de reivindicación y solidaridad que desmonten el desarraigo y la desestructuración de la sociedad venezolana. El tejido social está desgarrado y eso dificulta terriblemente el que los diferentes actores de la sociedad, especialmente las personas y organizaciones de los sectores populares puedan reivindicarse  como sujetos de derechos y articularse como actores  fundamentales para el cambio social.

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