‘The Meyerowitz Stories’ se ha estrenado en Netflix

Muchos cineastas se están adaptando a los tiempos: Martin Scorsese, Cary Fukunaga o David Michod, entre otros, han aceptado rodar sus últimas obras para Netflix. Esto conlleva una ventaja (aumento de popularidad: la televisión siempre atrae a más espectadores) y un perjuicio (algunos preferimos ir al cine).

La película que hoy comentamos la ha dirigido Noah Baumbach, que es uno de esos autores con un universo propio, a medio camino entre Woody Allen y Alexander Payne: sus comedias son caramelos envenenados, propuestas de fondo amargo aunque vengan envueltas en la comicidad. Suyas son, por ejemplo, Una historia de Brooklyn, Margot y la boda, Greenberg, Frances Ha, Mientras seamos jóvenes y Mistress América. Sus personajes suelen ser antihéroes agotados por los fracasos y por el proceso doloroso de madurar y adaptarse a los cambios.

The Meyerowitz Stories es una de las joyas de Netflix. Está rodada de manera episódica, con relatos que terminan abruptamente (como si el director sólo quisiera enseñarnos parte del material “literario”), y gira en torno a la familia Meyerowitz, a la manera de Los Tenenbaum de Wes Anderson, aunque con menos dosis de locura.

Harold (Dustin Hoffman) es un escultor retirado que no obtuvo durante su carrera el éxito que merecía. Se casó cuatro veces y convive con una mujer que bebe en exceso (Emma Thompson). Tuvo dos hijos, Danny (Adam Sandler) y Jean (Elizabeth Marvel), de un primer matrimonio: nunca les prestó atención y acabaron decepcionándole porque uno iba a ser pianista y ahora sólo es un desempleado, y la otra trabaja en Xerox, pero nadie sabe lo que hace allí; y un tercer hijo de otro matrimonio, Matthew (Ben Stiller), al que siempre mimó, y del que está orgulloso porque es un ejecutivo que gana mucho dinero… aunque, en el fondo, también lo ha decepcionado porque no se dedicó al arte. Esperaba más artistas en la familia, confiesa Harold.

Sus hijos van a visitarle, por separado, y discuten con él. Los hermanastros apenas mantienen trato. Hasta que un día Harold es ingresado en el hospital y sus descendientes deben pasar un tiempo juntos, lo que servirá para limar asperezas, solucionar errores y pedirse perdón por el pasado, incluso si eso implica insultos y empujones.

Tal vez lo que más nos guste de Baumbach, aparte de su talento para dirigir a los actores y de escribir diálogos cómicos, es que sus personajes, muchas veces al borde de un abismo emocional, son capaces de admitir sus taras, sus fracasos, sus trayectorias erráticas y, en definitiva, todas aquellas decisiones que les han empujado a ser quienes son.

De un reparto espectacular destacan sus cuatro protagonistas: el padre y sus hijos. Dustin Hoffman, en su rol de viejo cascarrabias, demuestra de nuevo que sigue siendo uno de los grandes, aunque no siempre obtenga papeles a la altura de su habilidad. Ben Stiller regresa a su faceta de tío engreído que a ratos nos cae mal (como en Reality Bites o Greenberg), pero que al final acaba mostrando sus debilidades y su corazoncito, en una de las mejores secuencias de su carrera.

Adam Sandler logra aquí su mejor actuación (con el permiso de sus papeles en Hazme reír y Embriagado de amor): simplemente está perfecto porque su personaje es una mina. Y Elizabeth Marvel, como el bicho más raro de la familia, logra ser hilarante a pesar de sus desgracias.

Soy un gran fan de la (a menudo) denostada comedia norteamericana contemporánea, así que me entusiasma que Stiller y Sandler puedan desplegar sus registros porque son dos actores enormes. Y ésta es una gran película.