En estos tiempos en que los medios de comunicación nos informan sobre "tantas calamidades, tantas injusticias", que conciernen en particular a los niños, elevamos una oración "fuerte" a Dios para que convierta el corazón de los hombres: que conozcan al Señor y "no adoren al dios del dinero". Lo dijo el papa Francisco en la homilía de la misa del 23 de octubre de 2017 en la Casa Santa Marta del Vaticano.
El Evangelio de Lucas habla de la parábola de un hombre rico en que el dinero -subraya Francisco- "es su dios".
Y nos lleva a reflexionar sobre la banalidad de apoyarse en los bienes terrenales, subrayando que el verdadero tesoro radica en la relación con el Señor.
El dios dinero
Frente a la abundancia de su historia, ese hombre no se detiene: piensa en ampliar sus propios almacenes, y "en su fantasía" explica el pontífice, "alargar la vida".
Se centra en tomar "más bienes, hasta la nausea", sin conocer la "saciedad": entra por lo tanto, enfatiza Francisco, "en ese movimiento del consumismo exacerbado".
Empeñado en comprar una mansión
El Papa cita un episodio que sucedió hace años en Argentina -en "la otra diócesis", como le gusta definir Buenos Aires- cuando un rico empresario, aunque sabía que estaba gravemente enfermo, compró testarudamente una mansión sin pensar en cambio que pronto se presentaría "frente a Dios".
Y también hoy hay personas hambrientas de dinero y bienes terrenales, gente que tiene "muchísimo", frente a "niños hambrientos que no tienen medicinas, que no tienen educación, que están abandonados": se trata, no duda en decir Francisco, de "una idolatría que mata", que hace "sacrificios humanos".
Una idolatría que mata y provoca guerras
Otra "consecuencia", prosigue el pontífice, es la guerra. Incluso esa "de familia".
Es por eso, concluye, que nuestra oración debe ser fuerte, buscando en Dios la base sólida de nuestra existencia.
Por Giada Aquilino