Ronald Barakat, poeta y periodista libanés, compone un himno a la confesión que elogia las virtudes de esta práctica sacramental y anima a los cristianos a abandonarse a ella
¡Qué bueno verte de nuevo, alma mía, reconciliada, contigo misma en el espejo! |
¡Qué bueno es saber tu vínculo con el Cielo de Dios desde un simple cubículo! |
¡Qué buena la sensación, al fin lista para recomenzar, absuelta con la confesión! |
¡Tras suspiros agotadores, Lista para volver al camino impulsada por un santo Elixir! |
¡Qué bueno es entregarse a Ti, Señor, por Tu sacerdote; tan digno de confianza! |
¡Qué bueno es plegarse, descargar todo el ser, dejar su peso a Tus pies! |
¡Tan bello es Tu mirar humano, que filtra y se posa, y sin rodeos me hace hablar; |
Y tan grande es Tu arte de saber Escuchar, que reposa, apacigua día y noche! |
¡Qué dulce y qué versado Tu Consejo por Tu apóstol cuando de rodillas le escuchamos; |
Penetra tanto en nosotros que queremos transmitirlo a otros, y extenderlo por todos lados! |
¡Qué bueno el Pan de Vida, cuando antes purificada está el alma confesada! |
Y mi corazón trota impaciente con sus alas llameantes, Mal detrás y Bien adelante. |