La ciudad financiera alberga tesoros como la Catedral, un importante museo de los judíos y la casa natal de GoethePara muchos Frankfurt es un descubrimiento como viaje cultural porque hemos acudido ahí por motivos profesionales sin apenas saber lo que escondía. Resulta que, además de ciudad financiera de Alemania y de ferias mundiales, alberga una historia y unos monumentos de primer orden. El Salón del Automóvil o la Feria del Libro son dos de las citas mundiales indiscutibles, con millones de visitantes anuales, así que para todos aquellos que pasen por la ciudad y dispongan de algún tiempo libre, aquí van algunas notas de agenda.
El nombre de Frankfurt nos habla de su origen: era un franco forte, un “puerto franco, libre”, el mercado donde confluían agricultores, artesanos y ganaderos de una gran extensión de Europa, que llegaban por caminos o por el río Main. En la Edad Media fue un punto de gran intercambio comercial y de ahí que todavía hoy su feria tenga tanto prestigio, y haya crecido en ella uno de los mayores distritos financieros del continente.
Quien haya llegado a Frankfurt por el inmenso (y sin embargo cómodo) aeropuerto, por tren (de exquisita puntualidad germana) o por autopista, debe saber que está pisando tierra de viajeros. De 100 kilómetros al norte, en Fulda, parte una de las rutas del Camino de Santiago. Lo verá reflejado en una cruz de término hoy engullida por la ciudad donde se lee que aquello es Camino Jacobeo.
San Bonifacio, uno de los patronos de Europa, fundó en Fulda un monasterio en el siglo VIII. Desde que comenzó a vivirse el camino de Santiago en tierras de Polonia y Alemania (con fronteras muy distintas a las de ahora) han sido numerosísimas las personas que a través de los siglos han llegado a la Tumba del Apóstol después de recorrer los 2.000 kilómetros que separan ambas ciudades. Sin duda una conexión especial ya que en la Catedral se venera la cabeza del apóstol San Bartolomé, en el altar.
Frankfurt es una ciudad con río, el Main. Es majestuoso, tranquilo y atraviesa toda la urbe. Es muy probable que no puedas hacer un recorrido sin cruzarlo. Como Alemania es un país de larga tradición ecologista, encontrarás que el paseo por el río resulta muy agradable. Sus árboles son frondosos. Puedes ir en barco o andar a la vera. En el caso de montar en bicicleta, los carriles están muy protegidos respecto a los automóviles, cosa que se agradece.
La catedral de Frankfurt es un imprescindible. Sigue el estilo gótico, de líneas verticales y gran belleza exterior e interior. Es catedral imperial puesto que allí se coronó a los emperadores entre 1562 y 1792. Ya desde siglos antes antes se elegía allí -en la colegiata de San Bartolomé- al rey de Alemania. Visitar la catedral es conectar con el pasado y a la vez con el carácter de la ciudad, que es una auténtica ave fénix. A finales del siglo XIX un incendio la destruyó.
Fue reconstruida pero de nuevo durante la Segunda Guerra Mundial los Aliados bombardearon Frankfurt seis veces para abatir el ánimo de los alemanes: rompían así las raíces de la ciudad medieval más grande de Europa Central. Acabada la contienda, en 1950 volvió a ponerse en pie siguiendo la forma original.
Junto a ella, vemos el Römer, la plaza que alberga el ayuntamiento, también reconstruida según fotografías antiguas. Son casitas de colores y madera cuidadas con macetas. A más de uno le parecerá haber entrado en una casa de muñecas. Del mismo cuño es el barrio de Sachsenhausen, una zona que hoy está llena de cervecerías y restaurantes. Cómo no probar ahí una pinta alemana.
En el centro también está la casa natal de Goethe, el escritor. Nació allí en 1749. La familia era de situación acomodada, por lo que puede verse un inmueble con cierto carácter. La casa del autor del Fausto, de varias plantas, está cuidada y contiene algunos elementos de la época: mobiliario, documentos… Vale la pena aunque no hayas leído nada del autor.
Paseando junto al río, encontraremos la zona de los museos. Hay tres imprescindibles: el Städel, que alberga una importante colección de pintura gótica alemana, y de las escuelas flamenca y holandesa; el Museo Alemán del Cine, que cuenta con importante material sobre todo de Historia del cine alemán; y el Museo de los Judíos, emplazado en la que fue casa de la familia Rotschild. Tanto la colección permanente como las temporales siempre son interesantes en los tres casos.
Y last but not least, queda al final de este texto pero no por ello es menos recomendable la visita al Jardín Botánico.
Notas de viaje:
- No todo edificio que se llame “kirche” es iglesia. Conviene consultar qué iglesias son católicas o protestantes y saber que algunas están desacralizadas, como la impresionante Paulskirche.
- Los taxis te ofrecerán que subas como copiloto. No te sorprendas, es lo habitual, aunque tú decides dónde prefieres acomodarte.
- Todos los taxis son Mercedes Benz. No resultan más caros, sencillamente es que estás en el país de esta marca de autos.
- Más allá de si te gusta la ópera o no. En Frankfurt hay dos edificios de ópera: la Alte Oper y la Neue Oper. No dejes de visitarlos. Uno por la majestuosidad del edificio y otro por la arquitectura contemporánea. La programación en ambos es de calidad y, en cualquier caso, puedes hacer ruta cultural.