Aleteia logoAleteia logoAleteia
miércoles 24 abril |
San Fidel de Sigmaringa
Aleteia logo
Espiritualidad
separateurCreated with Sketch.

¿Cuál es el secreto para vivir siempre alegre?

PORTRAIT

Shutterstock-mimagephotography

Carlos Padilla Esteban - publicado el 17/10/17

Quisiera ser capaz de vivir alegre allí donde Dios me ponga. Vivir feliz con un corazón abierto a todo

Hoy Jesús me invita a una fiesta. Me invita a celebrar su alegría con Él, en su boda. Así es el reino de Dios. Un lugar de fiestas y esperanzas: El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: – Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.

Me gustan las fiestas. Me gusta que cuenten conmigo para celebrar la alegría. Me gusta disfrutar la vida cuando se llena de luces. Me gusta que me inviten a una fiesta. Me gusta reír y alegrarme.

A veces temo ver en la alegría sólo frivolidad. No es lo mismo. Hoy Jesús no me habla de una fiesta frívola. Sino de una alegría honda, profunda, verdadera. Su fiesta es la fiesta eterna en la que no hay ocaso. Su reino no pasa nunca.

Me gusta esa alegría que dura y no se apaga. Nadie podrá con ella. Por eso quiero aprender a reír en circunstancias difíciles. La alegría compartida se multiplica. Y los momentos difíciles llevados con alegría cambian el mundo.

Se ensancha el corazón cuando río. Y me quedan las arrugas en el rostro. Porque me he reído. Me río con suavidad. O a carcajadas. Me río de mí mismo. De la vida. De los fracasos.

Me gusta estar con aquellos que también ríen. Me cuestan las personas tristes, amargadas, pusilánimes. No quiero ser así. Quiero hacer reír a otros. Quiero reírme por dentro, no sólo con una mueca.

Una sentencia dice: Enamórate de aquel que te haga reír. Conozco muchas personas dadas al drama y a la melancolía. No me hacen reír. Pero sé que no es su culpa. No pueden hacerlo de otra forma. Quisiera cambiar su amargura en risas. A su lado mi sonrisa se congela. Y se ausentan las bromas de mis labios. Y no me río, no sonrío. Y no sé cómo hacer para convertir sus lágrimas en sonrisas. No logro inventarme nada nuevo para cambiar sus gestos. Las bromas no valen.

¡Qué difícil alegrar a los que Dios pone en mi camino cuando no quieren vivir con alegría! Definitivamente, me gustan las fiestas. Y la alegría de Jesús. La boda es lo que me aguarda al final del camino. Una fiesta plena. Es lo que Dios quiere.

Pero, ¿y si resulta que mi alegría no es la suya? Me da miedo no saber bien lo que a Él le alegra. ¿Le alegran mis bromas y mis chistes? ¿Se ríe con mi mismo humor? ¿Le gustan mis planes? Puede que yo tenga otras alegrías distintas a las suyas. Disfrute en otros caminos. No lo sé.

Hoy me recuerda Jesús una forma de ser que yo a veces no tengo. Lo hace en las palabras de S. Pablo: Sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo: la hartura y el hambre, la abundancia y la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta.

Quisiera ser capaz de vivir alegre allí donde Dios me ponga. Vivir feliz con un corazón abierto a todo. Pase lo que pase. Alegre en el hambre y en la hartura. En la escasez y en la abundancia. En las lágrimas y en las risas. Porque hay lágrimas alegres. Y risas que pueden ser tristes. Y yo quiero que mi risa siempre sea alegre. Y quiero que mis lágrimas se vistan de alegría.

Me gustaría ser así siempre. Igual de feliz en la sequedad del desierto que en la frescura del torrente. Creo que me falta la capacidad para disfrutar el hoy tal como viene. Ese momento presente y sagrado que Dios me regala. Bueno o malo. No importa.

Vivir alegre en la fiesta y en la turbación. En el éxito y en el fracaso. Ese corazón que se adapta a la vida y no vive quejándose o exigiendo. Igual de feliz en todo. Igual de festivo. Ahora aquí. Mañana en otro lugar.

Sin miedo a perder las seguridades que ahora me sostienen. Feliz en la abundancia. Feliz en la escasez. Con una alegría de fiesta honda que se expresa en mi rostro, en mi cuerpo.

Tengo derecho a la fiesta, a la alegría. Es un derecho del hombre como dice el P. Kentenich: La naturaleza humana no puede existir a la larga sin la alegría que le corresponde. Por tanto, es falso y erróneo cuando se dice aquí y allá que la alegría no es más que un trago de una botella de champaña que muy pocos mortales pueden adquirir. ¡No es verdad! Todo aquel que pueda decir que posee naturaleza humana tiene un derecho inalienable a la alegría. Por eso mismo, el instinto de alegría debe ser satisfecho de alguna manera pues, de lo contrario, la naturaleza puede enfermarse, puede sufrir una quiebra irreparable [1].

Tengo derecho a la alegría. Y por eso creo tan importante mi misión de alegrar los corazones. Vivir yo alegre, en toda circunstancia, para transmitir una forma distinta de vivir la vida. Tengo derecho a la fiesta.

Y quiero ser capaz de alegrar a los que viven cerca de mí. La alegría se contagia y se enseña. Ser capaz de vivir la vida con alegría es un don, una gracia que le quiero pedir a Dios cada mañana. Para mí. Para todos.

[1] J. Kentenich, Las Fuentes de la Alegría

Tags:
alma
Apoye Aleteia

Usted está leyendo este artículo gracias a la generosidad suya o de otros muchos lectores como usted que hacen posible este maravilloso proyecto de evangelización, que se llama Aleteia.  Le presentamos Aleteia en números para darle una idea.

  • 20 millones de lectores en todo el mundo leen Aletiea.org cada día.
  • Aleteia se publica a diario en siete idiomas: Inglés, Francés, Italiano, Español, Portugués, Polaco, y Esloveno
  • Cada mes, nuestros lectores leen más de 45 millones de páginas.
  • Casi 4 millones de personas siguen las páginas de Aleteia en las redes sociales.
  • 600 mil personas reciben diariamente nuestra newsletter.
  • Cada mes publicamos 2.450 artículos y unos 40 vídeos.
  • Todo este trabajo es realizado por 60 personas a tiempo completo y unos 400 colaboradores (escritores, periodistas, traductores, fotógrafos…).

Como usted puede imaginar, detrás de estos números se esconde un esfuerzo muy grande. Necesitamos su apoyo para seguir ofreciendo este servicio de evangelización para cada persona, sin importar el país en el que viven o el dinero que tienen. Ofrecer su contribución, por más pequeña que sea, lleva solo un minuto.

ES_NEW.gif
Oración del día
Hoy celebramos a...




Top 10
Ver más
Newsletter
Recibe gratis Aleteia.