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El milagro de Faustino Míguez, el «santo feminista»

VERONICA STOBERG TEJO

Jorge Salomón-iglesiadesantiago.cl

Ary Waldir Ramos Díaz - publicado el 13/10/17

“Estamos rodeados de los milagros de Dios y no nos damos cuenta”, contó a Aleteia la madre chilena de cuatro hijos que estaba muriendo desangrada y recibió un milagro tras la  plegaria de su esposo y de sus hijas…

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El papa Francisco canonizará el domingo 15 de octubre de 2017 al beato español Faustino Míguez, fundador del Instituto Calasancio Hijas de la Divina Pastora, en una ceremonia que se celebrará en la basílica de San Pedro.

Un sacerdote que luchó por las mujeres por su dignidad y empoderamiento a través de la educación. Amor por las mujeres que llamaba “hermanas” hasta ser bautizado por los medios como «el santo feminista».

Por su puesto, en esta historia cae de gracia que el milagro haya sido dirigido a una mujer, madre de cuatro hijos y además que en el calendario litúrgico se celebre al nuevo santo el 8 de marzo, día internacional de la mujer.

El milagro necesario para abrir la causa de canonización, ocurrió a favor de Verónica Storberg, catequista del Colegio Divina Pastora en La Florida (Chile).

A las personas que no creen en milagros, Storberg asegura siente “pena” porque los “milagros” se presentan en un momento único e irrepetible en más momentos de la vida de cada persona, según argumentó con un brillo en los ojos.

“Un milagro es poder caminar, respirar. Un milagro es poder hablar. Un milagro es poder ver que sale el sol. Constantemente vivimos pequeños o grandes milagros. Y no nos damos cuenta”, manifestó.

Sucesivamente, piensa con parsimonia alegre al evento extraordinario acaecido en su vida. “Nunca he tenido duda de que fue un milagro”, dijo a Aleteia Storberg que el 10 de septiembre de 2003 comenzó a encontrarse mal. Ingresa en el hospital con preclampsia –tensión alta- lo que hizo que le explotara el hígado.

En la mañana del 13 de septiembre, los médicos avisan a Pedro Núñez, el esposo de Verónica, para que se despida de su mujer. No se puede hacer nada más.

Las iglesias estaban cerradas. El esposo de Storberg junto a sus hijas adolescentes buscan una capilla donde rezar y pedir un milagro. Una de las chicas recuerda que en su colegio siempre hay una capilla abierta.

VERONICA STOBERG TEJO
Jorge Salomón-iglesiadesantiago.cl

Pedro Núñez acude a la capilla del colegio con las niñas para rezar antes de volver al hospital. Les recibe la madre Patricia Olivares. Rezan a Dios por la intercesión del padre Faustino. “Pelaíto, dale una manita a Verónica”, reza con devoción infantil el esposo.

Luego la voz de peticiones se extiende a “una cadena de oración en el colegio. Unas 200 personas donan sangre para Verónica, que no retiene las transfusiones”, cuenta la madre Sacramento Calderón, superiora general del Instituto Calasancio.

“Ellos acuden al hospital y la madre Patricia pone las reliquias del Padre Faustino sobre Verónica”, narró madre Sacramento Calderón.

“De repente suceden estas cosas que no tienen explicación. Bueno los que creemos damos gracias a Dios y los que no creen, niegan y cuestionan”, confirmó Verónica Storberg.

“Dios nos ha creado libres. Entonces, cada persona puede creer o no creer. Yo no puedo obligar a las personas a que crean, solamente ofrezco humildemente un testimonio real de vida. He presentado todo lo necesario para que se puedan comprobar el milagro”, agregó.

A través de una cesárea, salvaron al niño que llevaba en el vientre –Sebastián que hoy tiene 14 años-, pero ella vivió momentos difíciles cuando se desangraba y empeoraba. La declaran en muerte cerebral, estado de coma grado 3 en la escala de Glasgow.

Así, Verónica da testimonio de una esperanza fuera de cualquier expectativa: “En el momento en que estaba en coma, yo estaba en otra instancia, no podía hablar y ni moverme, sin embargo en ese estado estaba con Dios. Sabia que él me iba a acompañar. Él estaba allí para ayudarme a sobrevivir a lo que estaba pasando”.

En la tarde del 13 de septiembre de 2003, sucede lo inexplicable para la ciencia, en los análisis de Verónica: las plaquetas suben y el hígado deja de sangrar. La mujer se recupera y hoy no tiene ninguna secuela.

Los milagros existen, están ahí, pero no nos damos cuenta. Que salga el sol o podamos respirar, es un milagro constante. De repente tiene que ocurrir algo extraordinario como a mí para que alguien diga: Dios existe”, asegura Verónica.

Verónica invita a no hacer de lado a Dios, o mejor que haga parte integral de la vida de cada familia. Ella dice que Dios está con nosotros “cuando somos felices o pasamos por malos momentos”.

“Porque – continuó – yo siempre he visto que uno puede lograr muchas cosas en la vida; uno puede ser excelente profesional, lograr cosas materiales y eso no es mal; ¡está bien!.

No obstante, se pregunta: “qué pasa si tu dejas de lado a Dios y has logrado todo eso y llega un momento y lo pierdes. Pierdes la salud, pierdes lo material. ¿Que te queda? ¡No te queda nada!

Pero, si has logrado ser una persona exitosa y tienes a Dios en tu corazón y pierdes todas esas cosas materiales. Te queda Dios. Podemos aspirar a todo, pero siempre con Dios en nuestro corazón”.

“Cuando uno tiene a Dios al lado, uno es feliz con las cosas simples. Disfruta más de lo que tienes. Porque eres feliz. Sufres más cuando ves a alguien sufrir y ayudas más al prójimo”, manifestó.  Por ello, insistió: “cada día es un milagro al alcance de todos”. El universo escondido en un grano de arena, las flores o en una puesta de sol.

Verónica y su familia estarán presentes el 15 de octubre en la canonización del padre Faustino Míguez.

FAUSTINO MIGUEZ
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El postulador de la causa, el sacerdote colombiano, Andrés Valencia contó a Aleteia que el nuevo santo desde muy temprana edad ha sentido dolor por las injusticias sobre los más débiles, en especial hacía los atropellos contra las mujeres.

Faustino Míguez  fue beatificado en octubre de 1998 por el papa Juan Pablo II.  El nuevo santo nació en Xamirás, una aldea de Orense, el 24 de marzo de 1831, y falleció en Getafe (Madrid) el 8 de marzo de 1925.

Tras realizar los estudios primarios en la escuela de su pueblo, se trasladó al Santuario de Nuestra Señora de los Milagros, en Celanova, para estudiar Humanidades y Latín.

Padre Valencia indicó que el beato era muy mariano y que en el santuario en Celanova descubrió su vocación: ser sacerdote y educador, al estilo de San José de Calasanz.

En 1879 fue enviado por segunda vez a Sanlúcar de Barrameda, donde el Padre Faustino descubrió la necesidad de escolarizar a las niñas sanluqueñas y pidió permiso a sus superiores para crear el Instituto Calasancio Hijas de la Divina Pastora, el 2 de enero de 1855, dedicada a la educación integral de la infancia y juventud y a la promoción de la mujer.

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