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¿Quién describiría como "dulce" la lectura de un libro que ofrece un relato de la ascensión del Anticristo y las tribulaciones que marcarán el fin de los tiempos, seguidas de las meditaciones sobre la muerte, el juicio, el Paraíso y el Infierno?
Así escribió santa Teresa en su autobiografía, al hablar de El Fin del Mundo Presente y los Misterios de la Vida Futura, un libro del sacerdote Charles Arminjon que le encantaba porque la había preparado para el desafío de la vida monástica, pero también para la gloria del Paraíso.
Podríamos tender a matar la cuestión. Podríamos decir: "Es obvio que a santa Teresita le gustaba un libro como este. Es una gran santa en el Paraíso que mostró una notable tolerancia en relación con el dolor y el sufrimiento en esta vida. Confiaba en la gloria que una persona esperaría con su santidad, pero ¿qué pasa con el resto de nosotros?".
Creo que las declaraciones de este tipo mal interpretan a Teresa, el libro y la soberanía de Dios. Teresita no se hacía ilusiones sobre pruebas o la brevedad de la vida. No era ajena al sufrimiento físico e interior. Su discipulado no la protegía de la cruz.
Lo que volvió "dulce" el libro para ella fue su relato del inevitable triunfo de Cristo -la victoria obtenida en el Calvario, una victoria confirmada por la Resurrección, una victoria que se ofrece a compartir mediante la gracia.
Aún más. Santa Teresita estaba segura, más de lo que creo que estemos seguros la mayoría de nosotros, de que Cristo rey -crucificado, resucitado y que volverá- es nuestro Rey, que reina precisamente en este momento.
Cristo Rey no es un dueño ausente que ha abandonado su propiedad con la Ascensión, prometiendo volver para arreglar las cosas después de que los ocupantes abusivos hayan incendiado la creación. No.
Cristo Rey es soberano y reina precisamente ahora, y quien se somete a su autoridad, quien toma sobre sí el yugo del discipulado, puede estar seguro de que encontrará descanso para su alma en esta vida y compartirá su gloria en la futura.
Santa Teresita encaró el futuro sin timidez, porque sabía, a través de la oración y la caridad, que el Señor nos tiene entre sus manos.
¿Qué encontró santa Teresita en ese libro que le permitió descubrir la dulzura incluso en la oscuridad, y qué puede ofrecernos este texto?
En primer lugar, el sacerdote Arminjon nos ofrece una descripción de los tiempos que llevarán al conflicto final, descripción que podría golpearnos porque es inquietantemente familiar:
Así como Teresita no es una santa pesimista, el padre Arminjon no es un profeta de desventura. Este libro puede llevar dulzura y esperanza, como fue para Teresa, si tomamos a pecho su relato de la sabiduría cristiana:
¿No parece haber una brecha entre la oscuridad del mundo y el esplendor del Cielo al que estamos llamados? ¿Cómo se podrá colmar?
La respuesta es la clave para comprender el libro y la alegría que la Pequeña Flor encontró. El padre Arminjon responde diciendo: "Cielo y tierra han sido separados; la Cruz los ha reunido".
En otras palabras, el único puente que une las pruebas de cualquier tiempo y lugar, y la alegría para la que hemos sido creados, es la Cruz de Cristo.
Aceptar su yugo, caminar en su compañía, ser alimentados por él en el altar del sacrifico son pasos necesarios para eliminar el ansia cuando pensamos en el futuro y en el Reino que vendrá.
Aquí algunas imágenes de santa Teresita. Su mirada refleja su fuego interior...
[Escucha al padre McTeigue hablar sobre este tema con John Harper en Relevant Radio aquí. La entrevista empieza en el minuto 29:00]