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El Papa: El Buen Samaritano no es un cuento sino “el misterio de Jesucristo”

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Julian Kumar I Godong

El buen samaritano, de Giovanni Battista Langetti (vers 1660). Museo de Ballas Artes, Lyon.

Radio Vaticano - publicado el 09/10/17

Mirar de arriba a abajo sólo para ayudar al prójimo a levantarse, explica Francisco en una homilía en la Casa Santa Marta

Cuidar a las personas heridas como hizo el buen samaritano. El 9 de octubre de 2017 en la homilía de la misa en la Casa Santa Marta, el papa Francisco exhortó a ayudar a levantarse a quien lo necesita, como hizo Cristo mismo que “sigue rezando” por nosotros.

Su reflexión nació del Evangelio en el que Jesús cuenta, precisamente, la parábola del buen samaritano que, a diferencia del sacerdote y el levita, se detiene y ayuda al hombre herido de muerte a manos de los ladrones.

La parábola del Buen Samaritano es la respuesta que Jesús da al doctor de la Ley que quiere ponerlo a prueba preguntándole qué se debe hacer para heredar la vida eterna.

Jesús le pregunta a su vez y responde sobre el mandamiento del amor hacia Dios y el prójimo.

Pero el doctor de la Ley, que no sabía salir de la “pequeña trampa que Jesús le había tendido”, le pregunta quién es su prójimo.

Y entonces Jesús le responde con esta historia.

El misterio de Jesús

En la parábola hay seis “actores”: los ladrones, el hombre herido de muerte, el sacerdote, el levita, el posadero y el samaritano, un pagano que no era del pueblo judío.

Cristo siempre responde de manera “más elevada”, subraya Francisco. En este caso con una historia que intenta explicar precisamente su mismo misterio, “el misterio de Jesús“.

Entonces, el Papa describe una actitud frecuente. Los ladrones se habían ido felices porque le habían robado “muchas cosas buenas” y no les importaba su vida.

El sacerdote, “que debería ser un hombre de Dios”, y el levita, que era cercano a la Ley, pasan frente al hombre herido, moribundo y siguen de largo:

“Una actitud muy habitual entre nosotros: mirar una calamidad, mirar algo feo y pasar de largo. Y luego leerla en los periódicos, como representaciones del escándalo o el sensacionalismo.

En cambio, este pagano, pecador, que estaba de viaje, ‘vio y no pasó de largo: tuvo compasión‘. Y Lucas lo describe bien: ‘lo vio y se conmovió.

Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino’. Pero no lo dejó ahí: hice lo que me toca y me voy; no”.

Ayudar a levantar

Luego lo puso sobre su montura, lo llevó a un albergue y se encargó de cuidarlo y al día siguiente, al tener que atender sus asuntos, pagó al posadero para que cuidara de él diciéndole también que si gastaba más “de estos dos denarios”, se lo pagaría a la vuelta.

Este es “el misterio de Cristo” que “se hizo siervo, se humilló, se aniquiló y murió por nosotros”.

Con este misterio Jesús responde al doctor de la Ley, que quería ponerlo a prueba. Jesús es el Buen Samaritano e invita a ese hombre a hacer lo mismo.

“No es un cuento de niños”, dice Francisco a los fieles presentes en la Casa Santa Marta, sino “el misterio de Jesucristo”:

“Y al mirar esta parábola, entendemos más profundamente, la amplitud del misterio de Jesucristo. El doctor de la Ley se fue en silencio, lleno de vergüenza, no entendió.

No entendió el misterio de Cristo.

Quizá entendió ese principio humano que se acerca a entender el misterio de Cristo: que cada hombre mire al otro de arriba a abajo, solamente cuando debe ayudarlo a levantarse. Y si alguien hace eso, está por buen camino, hacia Jesús”.

El asombro del encuentro

El Papa hizo referencia también al posadero que “no entendió nada” pero sintió “asombro”, “el asombro de un encuentro con alguien que hacía cosas que nunca había oído que se podían hacer”, observa el Papa, es decir, el asombro del dueño del albergue “es precisamente el encuentro con Jesús”.

El papa Francisco exhortó a leer este pasaje del capítulo décimo del Evangelio de Lucas y hacerse algunas preguntas:

“¿Qué hago yo? ¿Soy ladrón, estafador, corrupto? ¿Soy el ladrón, ahí? ¿Soy el sacerdote que mira, ve y mira hacia otra parte y sigue adelante? ¿O un líder católico, que hace lo mismo? ¿O soy un pecador?

¿Uno que debe ser condenado por sus pecados? ¿Y me acerco, me hago cercano, cuido a quien lo necesita?

¿Cómo hago yo frente a tantas heridas, a tantas personas heridas con las que me encuentro todos los días? ¿Hago como Jesús? ¿Tomo la forma de siervo?

Nos hará bien hacer esta reflexión, leyendo y releyendo este pasaje. Sin embargo, aquí se manifiesta el misterio de Jesucristo, que siendo pecadores vino por nosotros, para curarnos y dar la vida por nosotros”.

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