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¿Cómo saber cuándo se me pide algo que no viene de Dios?

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 06/10/17

Es importante aprender a decir lo que pienso, lo que quiero, lo que deseo. Para no vivir siempre poniendo excusas y despertando expectativas

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Me comparo con los dos hijos de la parábola: Él le contestó: – No quiero. Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: – Voy, señor. Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre? Contestaron: -El primero.

Uno dice que no al principio. Yo tengo esa misma primera reacción tantas veces. Digo que no a cosas que me podían dar vida. Digo que no por cobardía y no dejo que sucedan cosas grandes en mi corazón. Por miedo, por pereza, por desidia.

A veces digo que no primero y luego lo acabo haciendo. Quiero ser capaz de cambiar mi no para que sea un sí. Cambiar es de sabios. Como el hijo de la parábola. Mi respuesta primera es que no, que no tengo tiempo. Que no quiero que me molesten. Es la reacción que a veces me desconcierta en mí mismo.

Tal vez no acabo de conocerme del todo. Me piden algo, cualquier cosa, y me violento. Digo que no en mi fuero interno. A veces lo digo con palabras. A veces con gestos. No sé por qué lo hago con tanta rapidez.

Tal vez quiero proteger mi descanso. O mi vida como es. No quiero que se metan en mis planes. O no estoy dispuesto a dar tanto a cambio de nada. O pienso que tantas veces soy yo el que tiene que hacer las cosas. Mientras otros no hacen nada.

Y no lo quiero. Porque lo considero injusto. Me niego. Digo que no con voz fuerte, para que me oigan. Parece un no firme, radical, definitivo. Es como si ya la decisión no pudiera cambiarse. Mi no parece mi última palabra. A veces siento que me gusta decir que no.

Hay peticiones exageradas que no merecen un sí como respuesta. No puedo decir que sí a todo. Es cierto. A veces un no aclara las cosas. Deja clara mi postura. Digo que no y el mundo ya sabe a qué atenerse. Si digo que sí y después no hago lo que me piden no estoy haciéndolo bien. Creo que en esta vida tengo que ser asertivo y decir lo que pienso y siento.

Olga Castanyer explica: La persona asertiva conoce sus propios derechos y los defiende, respeta a los demás, por lo que no piensa ganar en una disputa o conflicto sino que busca de forma positiva los acuerdos [1].

Me gusta esta asertividad que me lleva a defender mis derechos, mi postura. Es importante aprender a decir lo que pienso, lo que quiero, lo que deseo. Para no vivir siempre poniendo excusas y despertando expectativas. Lo digo con fuerza: No quiero ir. No quiero hacerlo. No estoy disponible. No me comprometo. La claridad del no tiene fuerza.

Me gusta ese no dicho en momentos importantes de mi vida. Me permite abrirme a otros síes. No todo lo que me piden es de Dios. No siempre lo que Dios quiere es que diga que sí. A veces mi no es lo que me pide.

¿Pero también sé lo importante que es mi sí. Quiero que mi sí sea firme. No un sí cambiante. Pienso en tantas personas que pronuncian un sí poco creíble. Hoy dicen una cosa. Dicen que sí serán fieles a lo prometido. Pero su sí tantas veces es papel mojado. Mañana dicen que no. Su sí anterior no vale nada. No es firme.

Quiero ser alguien en quien se pueda confiar. Que mi palabra valga porque está avalada con mi vida. Eso es lo que deseo. Un sí grabado sobre la roca. En el hierro firme. No un sí escrito sobre la arena de la playa. Un sí borrado por las olas.

Me da miedo a veces ser tan cambiante que mi sí de hoy pueda ser un no mañana. Que mi sí de amor, de apoyo, de fidelidad, sea un no cobarde cuando cambien las circunstancias o mi corazón se sienta frágil. Quiero decir que sí allí donde he dicho otras veces que no. Quiero estar disponible para llegar al que pide mi vida.

No quiero que Jesús me diga: Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.

Yo que me siento tan santo, tan cerca de Dios, muchas veces le niego, no lo sigo, no escucho su voz. No me hago carne de su carne. No asumo la vida que me invita a vivir. Y digo no a sus deseos. No tengo sus sentimientos. Digo que no con voz fuerte o con gestos elocuentes. Y no dejo que su vida penetre mi alma enferma y herida.

Quiero cambiar mis noes por síes valientes. Es el desafío de mi conversión. Pasar del no al sí por obra del Espíritu. De la cobardía al valor. De la pereza a la diligencia. Del odio al amor. De la guerra a la paz.

Quiero hacerme disponible para los planes de Dios. Digo que no a lo que me aleja de Dios. Digo que no a al odio y a la rabia. Que no a mis críticas y mis juicios. Que no a mi orgullo y mi vanidad.

Y digo que sí a todo lo que me acerca a su corazón de Padre. Allí donde estoy seguro. Quiero vivir y no morir y sé que mis noes son un signo de muerte. Por eso le digo que sí a Dios. Grabo mi sí sobre la roca.

[1] Olga Castanyer, La asertividad: expresión de una sana autoestima. Ediciones Desclée de Brouwer, 1997

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