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Puerto Rico enfrenta horas decisivas

PUERTORICO - HURRICANE

HECTOR RETAMAL / AFP

Jaime Septién - publicado el 04/10/17

Los obispos piden unión para hacer que la crisis sea un renacimiento

El arzobispo de San Juan de Puerto Rico, el franciscano Roberto González, ha resumido la situación y la esperanza de quienes sufrieron el paso de las tragedias del mes de septiembre: los huracanes Irma y María en las Antillas y el Caribe, Lidia en Baja California y los terremotos de México: “Que la herida que nos une sea causa de unidad y renacimiento”.

Monseñor González, junto con el resto de los obispos de la Conferencia Episcopal de Puerto Rico, ha emitido una Carta Pastoral (CEP) en horas decisivas, cuando este Estado Asociado a Estados Unidos enfrenta una crisis humanitaria de dimensiones colosales, derivada del paso de los huracanes.

La consigna de la CEP es la consigna de la Iglesia católica en toda la región: “Puerto Rico está derribado, pero no aniquilado”. Y la salida que propone el episcopado portorriqueño es exactamente la misma que han propuesto los obispos de México, República Dominicana y de Cuba, entre otros lugares azotados por la tragedia: “Solo la unión hace la fuerza”.

El texto de la CEP subraya que la herida de huracanes y terremotos, “es una herida que también compartirnos con todos los lugares en el Caribe y en Estados Unidos que han sido azotados por los huracanes Harvey, Irma, Katia y María”.

Puerto Rico no está solo. La misma Carta Pastoral de la CEP reconoce que desde hace algunos días, “hemos comenzado a recibir las voces de solidaridad de diversos hermanos y hermanas por todo el mundo”. Pero también es muy clara: la devastación se va objetivando poco a poco. Al grado tal que “estos datos poco a poco nos van haciendo conscientes, que nuestra vida no será como la de antes”.

Los prelados portorriqueños dan la clave del futuro del futuro del archipiélago sonde se encuentra la isla caribeña: “Unidos a Cristo, nuestra vida puede dar mucho fruto, evitando el pesimismo y dando paso a la esperanza”. Y apuntan algo fundamental: “renacer requiere un compromiso con nuestra tierra, somos sus administradores y no sus depredadores”.

En los párrafos finales de la Carta Pastoral los obispos de la CEP hacen un recuento de casas, escuelas, templos, carreteras y propiedades que están seriamente dañadas. También las iglesias de la comunidad ecuménica, las sinagogas, las mezquitas… “No permitamos que nuestro ánimo desfallezca dando espacio al egoísmo y a la violencia. Solo la unión hace la fuerza”, exclaman los obispos.

“Tenemos que redescubrir ‘La perla de los mares’ (nombre que se le da a Puerto Rico, poéticamente. N. De la R.), es necesario que caminemos juntos, ayudándonos los unos a los otros para que la belleza de nuestra patria, sus montañas, campos, ríos, mares y ciudades, brillen nuevamente”, se puede leer en esta misiva episcopal.

Y para derivar la iniciativa de unidad con acciones específicas, los prelados de la CEP estipularon que, como un gesto de caridad con los más afectados, se realice una colecta en todas las diócesis de la isla, coordinada por Cáritas Puerto Rico.

¿De qué tamaño es la crisis?

El cuadro general de los daños provocados por el paso de dos huracanes de categorías 5 y 4 en la escala de Saffir-Simpson en menos de quince días, es todavía preliminar debido al derrumbe de las telecomunicaciones, a la ausencia de electricidad y a la incomunicación en la que permanecen varias provincias portorriqueñas.

Sin embargo, según informes de compañías aseguradoras y de empresas que se dedican a este rubro, las pérdidas aseguradas se estiman en más de 70,000 millones de dólares. Es decir, una cantidad similar a la que debe ya Puerto Rico y que lo había puesto en bancarrota previamente.

La isla –cuya población es de 3.5 millones de personas– recibió en apenas 24 horas el total de lluvia que recibió Houston por el huracán Harvey en tres días. Basta, pues, recordar las escenas de Harvey en Houston como para entender que poblaciones rurales y urbanas, sin la infraestructura de la cuarta ciudad más grande de Estados Unidos, enfrentan un gravísimo entuerto.

A exactamente dos semanas del paso de María el pasado 20 de septiembre, ciclón que entró barriendo en diagonal la isla, poco menos de la mitad de los hogares, negocios, hospitales, edificios y oficinas públicas siguen sin servicio de agua. La electricidad tardará seis meses en cubrir de nuevo las necesidad de la población (en el mejor de los panoramas).

Las inundaciones y la depredación de las costas y de las tierras de cultivo han hecho, prácticamente, desaparecer la agricultura. Los escasos hospitales que están operando no tienen electricidad, y ya se han dado casos de personas que mueren por no poder ser asistidas en su enfermedad conectada a un aparato.

La ayuda de Estados Unidos no ha sido del todo eficaz y se prevé que Puerto Rico tendrá que competir en el Congreso de Estados Unidos en contra de Florida y de Texas, golpeados por Harvey y por Irma, en la consecución de recursos financieros para enfrentar la crisis, primero la de la reconstrucción y, segundo, la crisis fiscal de la isla.

“La ausencia de acceso a los mercados y el golpe del huracán a la economía dibujan un panorama complejo que requerirá voluntad política en un momento de tensiones”, escribió Pedro Reina en un reciente artículo publicado el 2 de octubre por The New York Times en Español.

El artículo añade que la tasa de éxodo de los portorriqueños, como consecuencia de la depresión económica, es alarmante: al menos un médico abandona la isla cada día, y la población en general disminuye 1.4 por ciento anualmente, por lo que en 2025 habrá menos de tres millones de habitantes en la isla.

La pregunta final de la crisis portorriqueña es la que el propio articulista se hace en el rotativo neoyorquino: “¿Cómo articular una respuesta justa y sostenible ante estas circunstancias?”

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