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Firme en la tempestad, el pueblo argentino caminó unido a Luján

LUJAN
Esteban Pittaro - Aleteia Argentina - publicado el 02/10/17

La oración por la familia, por la salud, por el trabajo, por el estudio, por el amor, por la casa, por la patria… Son 60 kilómetros, y ya se caminaron 45 en la 43 Peregrinación Juvenil al Santuario de Nuestra Señora de Luján, patrona argentina. Sin parar más que diez minutos en alguna posta. Agua entre los dedos de los pies, medias inflamadas, cuerpo semi-paralizado, calambres irreconocibles. En el cielo, una tormenta efímera, pero que hizo caer todo y en la noche, cuando menos se veía.

El camino había arrancado 8 o diez horas antes… sacar el teléfono para verificar cuánto hace que se camina consume batería, y ya no tiene sentido. Seguir o no seguir, esa es la cuestión. Si no se puede, no se puede, tranquilo, se escucha en algunos puestos de asistencia. La voz del corazón a veces dice otras cosas, pero muchas veces comprende.

Los grupos avanzan rápido, en masa, bajando la cabeza y a veces compartiendo bolsas de residuos como improvisados paraguas. Algunos generosos previsores comparten sus pilotos para cubrir dos, o tres cabezas. Es una manera de dar la vida por el hermano, piensan en su corazón…

Desde los puestos de asistencia se acercan frutas, en algunos casos el tan codiciado mate cocido calentito, agua… Cual maratonistas en Juegos Olímpicos muchos apenas estiran la mano y siguen caminando, bajando la cabeza en señal de agradecimiento pero sin dejar de murmurar una oración personal. Otros paran, charlan, estiran los músculos, cuentan por qué caminan al asistente, y siguen.

Alguno para un rato en algún puesto para aprovechar y confesarse. Otros lo harán al llegar, bajo el refugio no de una carpa sino de la imponente basílica. Son cientos los sacerdotes de las distintas diócesis de Buenos Aires que se unen a la peregrinación, sea caminando, alentando a la vera del camino, o confesando. Cuentan sin revelar los contenidos, claro está, que pocas cosas son tan conmovedoras en la vida sacerdotal como confesar a los peregrinos a Luján. Y ver al pueblo caminar.

 

LUJAN

Facebook Peregrinación Juvenil A Luján

 

Kilómetros antes se pudo ver a un obispo a la vera del camino bendiciendo a los peregrinos durante horas. Pocos, o casi ninguno, advirtió que era un sucesor de los apóstoles, cosa que a este obispo no le importó en lo más mínimo. Vamos que falta menos, Dios los bendiga, clamaba alentando y arengando, feliz de ver que la Iglesia camina unida.

Ya en el pueblo de Luján las paredes de los edificios de uno o dos pisos contienen un poco la furia del temporal. Las arengas de los líderes de grupo se intensifican para dar fuerza a los músculos ya casi petrificados. El Ave María que de a momentos se suspiró, en esas horas de contemplación que toda peregrinación tiene, ahora se procura casi gritar para alentar, pero la garganta comienza a desfallecer.

Asoma arriba, al cielo, casi quebrando las nubes de las tormentas que se disipan, el campanario del Santuario. ¿Lo viste?, ¿dónde?, ahí…, ¿faltará tan poco?, son comentarios que interrumpen el ya fatídico pensamiento de “No doy más”. Cada tanto, acaso más en los últimos 200 metros, asoman los motivos por los cuales se emprendió la caminata a Luján.

La oración por la familia, por la salud, por el trabajo, por el estudio, por el amor, por la casa, por la patria… Si cada uno escribiese lo que lleva en su corazón a Luján para pedir y para agradecer no alcanzarían las bibliotecas de Buenos Aires para almacenar tantas intenciones.

Quizá por eso el argentino elige caminar y no escribir. Caminar hasta la casa de María es para muchos una forma sublime de rezar, y hacerlo no de manera independiente, sino de esa manera que nos confirma que hasta lo imposible es posible: en pueblo.

Mientras tanto, se imprimen los diarios. Casi como en la canción de Sabina, el diario no hablará de tu esfuerzo, al menos en la portada. No hablará en demasía del millón y medio de peregrinos que caminó a Luján, como si esas fuesen cosas cotidianas, como si algún político lograse reunir en un encuentro el 5% de esa gente.

Las eruditas reflexiones del periodista religioso o de sotana procuran entender por qué tal dijo o no dijo que el Papa viene o no viene a la Argentina por una supuesta grieta que durante 15 horas caminando no se vivió. Un pueblo unido es la Iglesia católica que espera al Papa. No hay grietas en el pueblo que camina, acaso diferencias: algunos rezan cantando, otros murmurando, algunos caminan en grandes grupos, otros prefieren más alejados… pero todos caminan hasta la casa de María. Y al día siguiente, todos comparten en familia y con amigos lo que fue ese sábado maravilloso. En todas las casas, independientemente del club deportivo o político, de los ingresos familiares, se hablará de la peregrinación.

Eso sí, hasta entonces hay un impasse… Durante unas 6 horitas, mínimo recomendable, no se hablará de la peregrinación. El peregrino tiene que descansar. Se lo merece. Más de un millón de argentinos descansará sabiendo que María escuchó su oración, expresada en cada paso bajo sol y tormenta, oración de pueblo unido, de pueblo argentino, de pueblo católico, de pueblo mariano.

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