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La habitación de los niños al estilo Montessori

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Mathilde Dugueyt - publicado el 27/09/17
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La pedagogía Montessori, centrada en las necesidades del niño para estimular su autonomía y desarrollo, ofrece estos consejos para decorar su espacio en la casa.Para sentirse bien en su espacio, un niño necesita orientación y reglas, sentirse seguro y con libertad para moverse a sus anchas de un rincón a otro. Con este enfoque, la pedagogía de Montessori propone acompañar al niño en su desarrollo, ayudándole a que aprenda a hacerlo todo él solo. “Ayudaremos al niño, pero no porque lo consideremos un ser pequeño y débil, sino porque sus energías creativas requieren una defensa amorosa e inteligente para permanecer íntegras, sin ser dañadas”, decía María Montessori.

El dormitorio del niño, su pequeño espacio personal, se adapta a sus expectativas. En la base de la pedagogía de Montessori, cada niño es único en cuanto a su personalidad, sus cualidades y dificultades, su ritmo de vida y sus deseos. La disposición de su habitación deriva de todos estos parámetros, respetando la edad y las sensibilidades de cada uno.

Más allá de las tendencias decorativas y de las aspiraciones de los padres, conviene ponerse a la altura de cada hijo para imaginar una habitación adecuada. Sigue los consejos inspirados en el método Montessori para crear una habitación donde el niño se desarrolle y adquiera poco a poco autonomía, ¡como todo un adulto!

El dormitorio de un niño, ante todo, un espacio de libertad

Para que una habitación favorezca el desarrollo, el niño necesita poder evolucionar a su manera. La libertad es un principio clave en la pedagogía Montessori y no debe disociarse de ciertas reglas. Si al niño le gusta moverse por su habitación, desde la cama hasta el rincón de lectura o hasta los juegos, también está listo para comprender la disciplina. Por ejemplo, sus juguetes están a su alcance y puede usarlos como quiera, pero tiene que ordenarlos una vez que haya terminado de usarlos.

En lo referente al mobiliario, elige muebles que le den al niño cierta libertad. Para beneficiar su sueño, la cuna puede ser reemplazada bastante pronto, dependiendo de la capacidad de cada uno para moverse (hacia los 9 ó 18 meses), por un colchón colocado en el suelo. De esta manera, el niño se acuesta en su cama cuando se sienta cansado. Mientras tanto, puede leer un libro o entretenerse con un juego tranquilo.

En cuanto a la cama, limita los obstáculos y favorece la circulación por la habitación liberando el espacio del suelo. Una gran alfombra agradable al tacto puede ayudar al niño a moverse con gusto.

© Bonnesoeurs

 

Un espacio con zonas distintas

En una habitación infantil bien pensada, los distintos espacios están claramente diferenciados. Este puede ser el punto de partida para planificar la disposición del cuarto. El rincón nocturno se identifica por una cama, cojines y un medio suave. A menudo cerca, el espacio de aseo y el cambiador para los más pequeños guardan las pertenencias del bebé. Más adelante, este espacio desaparecerá para crear más espacio en el dormitorio. La ropa del niño es accesible para que pueda vestirse solo y desarrolle su autonomía, según los valores de la pedagogía Montessori.

El área de juego puede estar representada por una alfombra en el suelo y cestos con algunos juguetes. Si así se desea, también se puede integrar un rincón trabajo en la habitación para que el niño pueda hacer sus tareas en calma. Ten en cuenta la necesidad de que la habitación sea segura, adaptada al niño y le permita moverse libremente.

Una habitación de niño con un orden manejable

Entre los 2 y los 4 años, María Montessori concede un lugar de importancia al orden. Tanto para la adquisición de una cierta autonomía como para disponer sus propios puntos de referencia, el orden es esencial en el dormitorio de un niño. Necesita que lo animen para tener ganas de ordenar. También es necesario disponer sus cosas a un nivel y altura al alcance del niño. Evita las grandes canastas donde el bazar toma rápidamente el control y da preferencia a contenedores más pequeños y numerosos donde los juguetes se clasifiquen por tema (coches, figuras, animales, cubos, etc.).

Para su ropa, un perchero pequeño le permite coger fácilmente un suéter o un abrigo. Sencillas, manejables y con códigos de colores, los armarios, estanterías, cajoneras y demás útiles organizativos permiten que tu pequeño coja sus juguetes y los guarde, se vista solo por la mañana, etc.

Depende también de nosotros darles ejemplo con nuestro propio orden. El niño se identifica con y reproduce las acciones de papá y mamá. Colgar la chaqueta en el perchero al entrar en la casa, colocar los platos en su lugar o poner el orden en la oficina son hábitos que se adquieren por imitación.

© Vertbaudet

Colores relajantes en la habitación para dirigir su estímulo

Desde la más tierna infancia, los colores abundan en el universo del niño con sus juguetes didácticos de tonos vivos. Pero se corre el riesgo de sobreestimularlo si los colores sobrecargan el espacio y lo saturan visualmente. El niño ya no sabe dónde descansar la vista y se pierde en una habitación llena de signos estimulantes.

Para respetar sus necesidades, las paredes y la decoración deben ser preferentemente bastante neutras. Funcionan el blanco, por supuesto, pero también el gris claro, el verde oscuro, el azul noche o el beige lino. Añade algunos toques de color con cojines o elementos colgantes para realzar el conjunto.

Cuando el niño sea un poco más grande, valora también sus gustos y preferencias. María Montessori destaca el carácter único de cada niño. Si le gusta el amarillo, por ejemplo, elige un tono mostaza o un amarillo curry, más suave que el amarillo limón. Una vez elegidos los colores de las paredes, concreta con el niño algunos objetos preferidos con los que le guste jugar, en vez de tener una multitud de juegos variopintos.

© AM.PM.

Una habitación donde tenga sus referencias

El niño se siente cómodo en su habitación gracias a sus puntos de referencia, identificados día tras día. Cada objeto y cada juguete tiene un lugar definido, por lo que conserva su autonomía y puede aprender por sí solo. Su móvil colgante junto a la cama, el cojín en forma de nube o la alfombra sobre la que le gusta extender sus juguetes. Todos estos recordatorios diarios le permiten identificar su espacio en un instante y ubicarse de nuevo con agrado. No descuides otros sentidos, especialmente el olfato y el tacto, para crear este ambiente. Sus cosas tienen su propio olor, así que ten cuidado de no contaminarlas con un perfume artificial, por ejemplo.

En su dormitorio, un rincón donde el niño encuentre recogimiento

El niño también necesita un entorno en calma donde poder reponer fuerzas. Incluso el suelo es un buen lugar para estar tranquilo y, porqué no, un lugar para rezar también. El niño puede rodearse de objetos simbólicos como una Virgen o la imagen del niño Jesús, por ejemplo, y crear su propio lugar de oración y espiritualidad.

Para los más pequeños, este espacio manifiesta toda la bondad y el amor de sus padres, dos puntos necesarios para su desarrollo según el método Montessori. Como en un caparazón, aquí puede encontrar su momento de soledad por la tarde o pasar con el resto de la familia un momento precioso.

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