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José, abuelo exmendigo, y la voz de Dios en el crepúsculo

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Ary Waldir Ramos Díaz - publicado el 20/09/17

La Fundación por Amor a Jesús en Bogotá y un sacerdote que recoge abuelitos abandonados a su suerte en las calles y los puentes

“Dar el primer paso es, sobre todo, salir al encuentro de los demás con Cristo, el Señor, y él nos pide dar un paso decidido y seguro hacia los hermanos, renunciando a la pretensión de ser perdonados, sin perdonar, de ser amados, sin amar”, expresó el papa Francisco en Colombia, invitando al testimonio de una Iglesia en salida, fiel a Dios en su servicio a los últimos, los necesitados y los descartados de la sociedad.

Hoy entre esos descartados se encuentran, principalmente tantos jóvenes y también muchos abuelos y abuelas, personas mayores, que incluso terminan en las calles, durmiendo bajo de un puente y pidiendo limosna.

En Bogotá, la capital colombiana, se les puede ver en las esquinas vendiendo verduras y frutas. En el mercado general, las bodegas de Corabastos, trabajando en negro y por pocas monedas. Sus manos artesanas y sabias pelan ahuyamas, berenjenas y hortalizas. Cargan bultos o barren.

Sin embargo, en este contexto, 72 ancianos abandonados, exhabitantes de la calle, hoy son apoyados por un sacerdote, Padre Ramón Tulio Giraldo.

Él inició una obra de misericordia con estos adultos mayores hace 14 años para vivir concretamente la alegría del Evangelio. Se trata de una obra ubicada a las afueras de Bogotá en la zona de Cota.

Mientras el padre Ramón nos contaba las historias de esta fundación, abuelitos y abuelitas con ojos surcados, manos callosas y dientes escasos, se acercaban al sacerdote antioqueño para pedirle consejo o simplemente para darle una caricia. ‘Apaito’, ‘padrecito’, o ‘ramoncito’, le llamaban con cariño.

En la Fundación por Amor a Jesús, las personas mayores reciben medicinas, comida, un techo y mucho amor, hecho de compañía y comunión de bienes.

Todos se benefician. Incluso se acogen jóvenes discapacitados mentales que los abuelitos mismos tratan como nietos especiales que merecen atención.

“Una Señora de unos cuarenta años, vino aquí, quería conversar conmigo, mientras me esperaba comenzó a hablar con los ‘abuelitos’, cada uno le contaba sus duras vidas y luego se acercó y me dijo: ‘Padre, ya no tengo nada que decir; yo pensé que mi vida era dura pero no es así’; luego quiso simplemente recogerse en oración ante el sagrario de nuestra capilla”, cuanta padre Ramón.

El sacerdote nos contó la historia dramática de la hija que reniega de la madre por heridas del pasado. “Era una señora muy atenta y amable cuando le hablé al teléfono para decirle que había encontrado a su mamá. ¿Y su respuesta? No quiero saber de ella, yo perdí la virginidad porque se prostituía en casa con sus amantes. Aprecio lo que hace, pero de ella no quiero saber más”.

Padre Ramón contó que era impensable considerar esas palabras a la luz de ver hoy a esa misma mujer indefensa, anciana y enferma; una sonrisa inocente y tanta, tanta necesidad de curas y cercanía.

Y por cada rostro que nos saludó en esta visita, existe una historia distinta como lo sucedido a la señora María que ilusionada por darle un futuro mejor a su único hijo, vendió la parcela (pedazo de tierra) y con ese dinero hizo maletas y cogió rumbo a la capital con su unigénito querido, el mismo que después de llegar a la ciudad, le dijo a su madre: “espéreme aquí” y se llevó sus pertenencias para desaparecer con el dinero y no saberse nada más de él.

También está la conversión de José, un anciano que al final de sus años tuvo una gracia de Dios… Ver el vídeo: La parábola moderna de José, persona mayor, ex habitante de la calle.


Según un informe de la Universidad de la Sabana de Bogotá, en Colombia cada año 400 ancianos son abandonados y se vuelven habitantes de la calle. El 74% de los adultos mayores (más de 4 millones) no tiene pensión, el 40% sufre de depresión, lo cual demuestra que hoy más que nunca se necesita de una Iglesia que se ponga al frente de su pueblo y proteja a los más vulnerable. Incluso llegando allá donde el Estado colombiano no llega.

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