Una comunidad de oración, de paz y de justicia en el Upper West Side de Nueva YorkCualquiera que haya visitado Nueva York sabe lo que significa la palabra estrés. Un tráfico rodado poderoso, muchedumbres que corren de un lado a otro, oferta cultural en tumulto, diversión, consumo, alta tecnología, rascacielos, metro atestado, películas rodándose (sobre tragedias), miles de inmigrantes, diversidad racial, sirenas ululando…
¿Hay lugar aquí, en la Gran Manzana, para el reposo, la oración y la reconciliación con el mundo?
Sí que lo hay. Por lo menos es el modelo de vida laical comprometida, dedicada a la oración, la paz y la justicia que ha implementado la abogada Karen Gargamelli quien cumplió su sueño de toda la vida formando una comunidad de laicos católicos ni más ni menos que en el Upper West Side de Nueva York y un artículo sobre esta comunidad inusual que hace Cynthia-Marie Marmo O’Brien en *U.S. Catholic* lo retrata.
Benincasa es una comunidad laica comprometida y un centro de retiros para que los jóvenes estudien, oren y vivan el calendario litúrgico fundado por Karen *Gargamelli*, quien tuvo la visión de este lugar muchos años antes de que se cumpliera. Benincasa, por cierto, es el apellido “en el mundo” de Santa Catalina de Siena.
Gargamelli quería combinar su carrera de abogada con la promoción del Evangelio. Obviamente, resultaba difícil: “Yo había sido formado por una educación católica y impulsado por una espiritualidad que estaba vinculada a los evangelios. Buscaba una profesión basada en el deseo de servir; sin embargo, debido a que entré en un mundo secular y en una profesión secular, me pidieron que siguiera el Evangelio dentro de grandes burocracias. No había apoyo”, dice Gargamelli a la revista estadounidense.
Luego, si bien tenía el apoyo de su párroco y hacia vida de parroquia, no encontró una experiencia “casera” de “desarrollo individual”. Tras tomar un tiempo libre de su profesión para cuidar a su padre moribundo, Gargamelli decidió “perseguir su visión de comunidad”.
Pasó a buscar un lugar para desarrollarla. Los conventos vacíos se presentaban a sus ojos como una oportunidad, pero en los que llamó a la puerta se encontró siempre con la misma respuesta: “lo que planteas es importante, pero es riesgoso alquilar un convento a los laicos”.
Por intercesión de Dios, la parroquia del Santísimo Sacramento, situada en el Upper West Side de Nueva York, dio un salto de fe y decidió alquilar su antiguo convento, que había estado vacante durante 15 años, a Gargamelli. Fue entonces como Benincasa nació.
Modelo “prometedor”
Benincasa promueve una idea de comunidad comprometida menos centrada en los votos y más centrada en la idea de compartir la oración y una visión de paz y justicia. El invierno pasado había cuatro residentes además de Gargamelli, entre ellos la reconocida activista por la paz Liz McAllister, cofundadora del movimiento Ploughshares, un movimiento anti-guerra y la comunidad de Jonah House con su difunto esposo, Phil Berrigan.
Gargamelli ahora ha dejado de practicar el trabajo de abogacía y, sin necesidad de hacer votos o crear una orden religiosa, sirve a tiempo completo como administradora de la comunidad (que fluctúa entre seis y ocho personas) y maneja las comunicaciones y la logística de Benincasa.
Como una reminiscencia de los monasterios benedictinos, la comunidad se concentra en la hospitalidad. Se abre los que llaman “Christrooms” (Habitaciones de Cristo) a aquellos que están en una crisis o precisan de un cambio de vida importante y necesitan un lugar para quedarse por un año o menos.
Benincasa es también un centro de retiro. “Todo el mundo viene de la misma manera. Alguien conoce a alguien que conoce a alguien…”, dice Gargamelli.
No hay ningún cargo por nada de esto, es gratis, es parte del ministerio de Benincasa. En noviembre de 2016, la comunidad también comenzó a utilizar el Centro Daniel Berrigan para Arte y Activismo, un espacio de reuniones que se inauguró oficialmente en abril.
La visión que Gargamelli tenía para sí y para la comunidad está finalmente viva en Benincasa después de años de soñar. Y aunque esto puede ser sólo una pequeña comunidad, su fundadora cree que este modelo de vida laical comprometida y dedicada a la oración, la paz y la justicia “es muy prometedor”.