Llegó el momento: llega un nuevo año escolar y con él nuevas ilusiones y nuevas metas, pero también nuevos retos y obstáculos a superar.
Sabemos que los primeros días son fáciles: los hijos emocionados por ver a los amigos, estrenando útiles nuevos y con mucha expectativa de lo que significa haber subido un nivel educativo. Sin embargo, también sabemos que esta ilusión se pierde rápido: basta que llegue la primera tarea o el primer examen y ya volvemos a la monotonía y a la rutina que muchas veces les aburre.
Ojalá pudiésemos lograr que esta ilusión durará todo el año, y que nuestros hijos cerrarán el año tan bien como lo empezaron, así que aquí van varias ideas que pueden ayudarnos a empezar (y a terminar) el año escolar con buen pie:
- Enseñemos a nuestros hijos a proponerse metas cortas y realistas: aprender a trazar metas es una herramienta esencial en nuestra vida, y mientras más temprano lo hagan nuestros hijos pues mejor para ellos. El secreto es ser realistas al proyectar nuestras metas y también tratar de que sean de corto alcance: es más fácil lograr aprenderse una tabla de multiplicar en una semana, que plantarse comprender toda la teoría de la multiplicación y la división para finales de año. Estas metas concisas y cortas ayudan mucho a la motivación ya que los resultados se ven a corto plazo y los hacen sentir motivados a seguir.
- Fomentemos la independencia: nuestros hijos deberían cada vez ser más independientes en las tareas que les corresponden. En la mayoría de los casos debemos animarlos a hacer solos sus deberes y a completar sus responsabilidades escolares. Esa sensación de que ellos pueden cumplir con sus tareas ayuda a fomentar el autoestima positiva que se necesita para enfrentarse a nuevos retos y para asumir los obstáculos con madurez.
- Demos importancia a lo verdaderamente importante: hagamos un ejercicio de reflexión como padres y veamos cómo está nuestra actitud frente a la competencia, al logro de resultados, a la presión que ejercemos por lo académico. Muchas veces es sano reconocer que con nuestra actitud estamos logrando que nuestros hijos vean los deberes escolares como un motivo de conflicto o incluso algo de lo que avergonzarse. Aprovechemos estos nuevos comienzos para poner el acento en el recorrido, en el esfuerzo, en su capacidad de ayudar a los demás, en ser buenos amigos y alumnos respetuosos. Si nosotros cambiamos nuestra perspectiva, seguramente ellos también cambiarán su manera de ver la vida escolar y aprenderán también a esforzarse en ser mejores.
- Seamos los mejores “animadores” de nuestros hijos: en vez de resolverles los problemas, o ser los policías de los deberes, deberíamos concentrarnos en recordarles que ellos pueden hacerlo. Tratemos de mantener una actitud positiva y de animarlos cuando estén tristes o cansados. La actitud de los padres tiene mucho que ver con el clima del hogar, así que tratemos de olvidar las quejas y el aburrimiento que supone la monotonía del día a día y tratemos de encontrar en esa rutina las riquezas de la vida familiar.