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Consuelo, la protagonista del abrazo más emotivo del Papa en Colombia

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Marko Vombergar / Aleteia

Ary Waldir Ramos Díaz - publicado el 18/09/17

Entrevista a Consuelo Córdoba, la mujer que desistió de la eutanasia tras encontrar al papa Francisco en Bogotá; testimonio vivo de que la vida sí tiene sentido.

“El abrazo que el papa Francisco me ha dado, no se lo ha dado ni siquiera al presidente de la República de Colombia”, contó a Aleteia, Consuelo Córdoba, al recordar “el inolvidable encuentro” con el Pontífice en el jardín de la Nunciatura Apostólica de Bogotá el 9 de septiembre de 2017.

Consuelo desistió de la eutanasia luego de ese diálogo con el Sucesor de Pedro que define un “regalo del cielo”. El Papa en la nunciatura, “me ve y cuando va saliendo la puerta es transparente, de vidrio. Entonces me hizo así (ademán con la mano) ya voy y vino directamente donde estaba a abrazarme como un padre abraza a un hijo”.

Ettore Balestrero, nuncio apostólico en Colombia, en entrevista exclusiva con Aleteia comentó así la atención que tuvo Francisco con Consuelo: “Yo probé la fuerza de Dios y entendí que las heridas más profundas no eran las quemaduras que ella tiene, sino la falencia de amor, el abandono, la soledad. Pienso que todos somos responsables de esto y todos tenemos que juntarnos. El Papa en pocos segundos le dio la fuerza en nombre de todos, le manifestó de que la vida tienen un valor más grande, que merece ser vivida”, concluyó.

Por su parte, ella narró así esos momentos especiales con el papa Francisco: “Gracias a Dios tuve la oportunidad de acercarme al Papa para que me abrazara”.

Un río de emociones manifiestas: “¡Hermoso! Cuando me entraron, eso fue un encuentro hermoso, me dijo el escolta: en 7 minutos sale. Y cuando salió me levantó y me abrazó; sentí una cosa que se me salía el corazón, fue algo grande”.

Ella confiesa que ha sufrido marginación y exclusión por mucho tiempo tanto que los buses y los taxis no le paran. Sin embargo, desde ese encuentro dice que algo cambió.

“Yo me veía como un granito de mostaza, una pulguita ahí ‘Dios mío no puede ser posible esta cosa tan maravillosa que me está pasando’…y rapidito le conté al Papa: écheme la bendición porque el 29 de septiembre me aplico la inyección para morir aquí en Teusaquillo”.

“El doctor Gustavo – continuó – me la va a aplicar entonces me dijo que no, que no me fuera a hacer eso y que siguiera luchando que era muy valiente”.

Ella le contó al Sucesor de Pedro: “Todos los medios me habían grabado, pero no me habían dado nada, pero que siguiera luchando con los medios para que me ayudaran con la plata para la cirugía”.

En 2001, la entonces pareja de la mujer, Dagoberto Ensuncho, la quemó con ácido sulfúrico y le deformó el rostro y la piel de gran parte de su cuerpo. Ella lo perdonó, no obstante, la haya condenado a pasar por 87 cirugías y a la espera de 5 operaciones plásticas.

Actualmente padece de histoplasmosis cerebral. “Quiero volver a trabajar para no pedir limosna”.

“Salí hace 17 años del hospital con una mascara y hasta que no se haga la cirugía no puedo dejar de usarla”. Define su situación como un “secuestro” y pide a Dios por “todo lo que haga falta para salir de esta careta”.

Sé que vienen cosas grandes para mí. Ayer lloraba en mi habitación me dolía todo. Pero, Dios me va a ayudar, ya no quiero morir. Mi vida es de Dios”, expresó entre sollozos.

De modos amables y directos, tiene la candencia dulce de las mujeres del Chocó, el Pacífico colombiano. El tratamiento que le espera es “caro… además sirve para arreglar el ojo y la boca”.

Por el minuto de fama en los medios internacionales y colombianos, ahora la rodean, vecinos y extraños, que vienen a saludarla con afecto y curiosidad en la pequeña habitación (menos de 5 metros cuadrados) donde vive, alquilada a poco, y ubicada en el barrio Remanso al sur de la capital colombiana.

Consuelo no tiene una persona que le ayude en su vida cotidiana, una enfermera por ejemplo, a pesar de que tiene una mano vendada e inmovilizada. “Nada recibo, lo único que me da el Estado es un bono de 84.000 pesos y no es nada”.

Un buen samaritano le ayuda con las medicinas esenciales para su supervivencia. “Un ángel, un papá que me adoptó hasta que muera, él me regala la droga (medicina) que vale dos millones y medio con los “ensures” (suplemento vitamínico)”.

¿Cuántas operaciones le faltan?

“Tienen que comprar un hueso para mí que cuesta 13 millones de pesos porque ya no pueden sacar más de las costillas; tienen que arreglar la dentadura porque como me cayó acido dentro de la boca, mire que hermosa dentadura tenía”, sostiene, mientras señala la foto de una esbelta mujer chocoana de dientes de perla. “Tengo los dientes encaramados, me duele no puedo comer, solo como con pitillo”, añade.

¿Qué se hará en esas cirugías?

Falta el ojo, la nariz, la boca que también esta grande, acá abajo la tengo irritada, tengo que andar con canales porque boto mucha baba y el tratamiento dentro de la boca”.

¿Tiene familiares?

“Eso es lo único (una hija), que me abandonó hace 15 años cuando me vio así, mi mamá me abandonó cuando tenía 3 meses de nacida… no la conocí.Mi padre me abandonó a los 12 años, no lo volví a ver nunca más porque se fue para Venezuela y hace 12 años me di cuenta que había muerto por medio de una tía que hace 10 años murió. Y mi abuelito que me crió; murió, mi abuela a los 98 años y mi abuelito a los 104 años, ellos fueron los que me criaron. Y a los 14 un profesor me violó. De ahí nació la niña y no me la reconoció”.

Un ataque repentino y sueños rotos 

Antes del episodio con el papa Francisco, nos cuenta que la cruz que ha llevado desde el ataque con ácido y los sueños rotos. “Se me fue todo…Sí, ese sueño hermoso que siempre he tenido, estilista profesional siempre lo he sido. Pero cuando este señor me echó el ácido se me llevo la vida…. Morí….morí”, asegura Consuelo.

A pesar de ello, compartió su testimonio de perdón: “En seguida cuando me echó el ácido… no sabía que era, estaba en una botella de aguardiente (licor nacional) y enseguida que llegó y me lo tiró. dos vece así tan tan le dije: ¿Qué me hiciste? Sabiendo que yo te amaba”

“Y desde el primer instante aseguró que perdonó a su verdugo: ‘Porque un señor donde estaba me dijo: uyy no, mejor era que la hubiera matado, yo dije no pues para eso existe la cirugía’”.

“Y lo perdoné… desde el primer instante nunca lo he odiado porque en mi corazón no hay odio, ni para él ni para mi hija, ni para nadie que me haga daño”, añadió.

Consuelo posiblemente sea un símbolo de la violencia contras las mujeres. Según las autoridades, en Colombia existen 1300 casos registrados al año de ataque con el ácido. Además, posiblemente su testimonio pueda dar esperanza a millones de personas probablemente, y especialmente, a aquellas que están pensando en la eutanasia como si la “la vida no tiene sentido”.

“Sí tiene”, respondió enérgica y tras pasar una mala noche de dolores. “Sí, las personas que están en depresión, pensando en la eutanasia… eso no es bueno, la vida si tiene sentido porque si Dios nos dio la vida es Él que nos la tiene que quitar. Yo me arrepiento de ese pensamiento y le agradezco a Dios y al Papa que me salvó”.

De hecho, Consuelo se ha vuelto una referencia para personas que sufren, enfermos y tienen depresión o tristeza. Hay que gente que la llaman – contamos en nuestra presencia 6 llamadas – y para ellos siempre tuvo palabras de cariño y esperanza.

“Sí a las 11 de la noche me llamó una chica que yo conocí aquí en Colombia que estaba en Italia, que la mamá había muerto, el hermano también y que estaba muy triste, pero cuando vio el caso mío la moral se le subió y se puso muy feliz, que ya no había depresión en su corazón”, comentó Consuelo.

El papa Francisco indica que la misericordia también inicia por los bolsillos, es decir desprenderse de las cosas materiales. Consuelo vive este precepto, pero considera que es duro pasar tardes en la calle pidiendo limosna y sentir rechazo.

“Me levantaba y decía voy a Corabastos (el mercado más grande de Bogotá) al rebusque (ganarse la vida) y llegaba a la puerta y los vigilantes me decían: no, no va a entrar y yo decía: ‘si voy a entrar y no podía entrar por esa puerta, buscaba un hueco, pero de que entraba, entraba. A pedir mi limosna en Corabastos que allá me han sostenido mucho”.

¿Que mensaje tiene para las personas que sufren esa soledad, esa marginación?

“Le digo al mundo entero que la vida nos cambia en segundos, como me cambio a mí y que uno nunca debe despreciar a los demás por estar así como estoy yo y que a veces yo veía a las personas pidiendo limosna y no pensé que fuera tan duro”.

Consuelo sabe que el día a día es de una dureza incomprensible: “porque tener la necesidad, uno levantarse y no tener para comprar un pan o no tener ni para un pasaje es muy duro”.

“Yo a veces me monto en un Transmilenio (los buses articulados) y digo voy a pedir y me he recorrido de allá al sur hasta el norte y no me da el corazón para levantarme a pedir y no pido… llego aquí a mi pieza a llorar”.

En su habitación hay una imagen enorme del Señor de los milagros. Ella dice que el Señor le ha dado mucha esperanza y apoyo.

“El salmo 91, allí atrás está la Virgencita detrás de la puerta, el Papa me ha dado la esperanza para seguir luchando hasta que Dios decida quitarme la vida no yo. Entonces ahora tengo mucha fuerza y tengo mucha fe que el mundo entero que me ha visto hace muchos años, llevo casi 17 años saliendo en la televisión que se solidaricen para que me puedan ayudar para operarme. También para después de las operaciones que me quede un dinero para montar mi peluquería porque soy buena en eso. Para ya no andar viviendo de limosna, sino trabajando para mí y hasta para ayudar a personas que me han ayudado y están en crisis también”, expresó.

¿Cómo la fe le ha traído hasta aquí y le ha dado esperanza?

“Tengo una fe inmensa, la fe en que Dios si existe y hoy me doy cuenta que existe porque mire este milagro tan grande. Como me dijo el periodista: Ni el presidente lo abrazó como la abrazo a usted. Porque los medios lo seguían… todos. Ese abrazo que le dio a usted no se lo dio a nadie en Colombia… me sentí tan orgullosa”, comentó.

Y agrega: “Lo más grande es tener a Dios en mi corazón, tener paz, tener perdón y que me den mi cirugía, él está viendo todo esto”, dice Consuelo mientras llora y sostiene: “Pero yo soy valiente …”.

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