El fiscal Alberto Nisman investigaba sobre los motivos y la autoría del atentado perpetrado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina, AMIA, en 1994. El 18 de julio de ese año, 85 personas perdieron la vida en un atentado que aún hoy permanece impune. En el marco de su investigación, Nisman denunciaba a la entonces presidenta de la Nación Cristina Kirchner por encubrimiento de ese atentado. Un día antes de explicar ante el parlamento su denuncia, el 18 de enero de 2015, apareció muerto en su apartamento.
Más de dos años transcurrieron desde ese día, y aún la justicia investiga si el fiscal fue asesinado o se suicidó. Por estos días, la gendarmería nacional, informa gran parte de la prensa argentina, presentaría una nueva pericia que indicaría que se trató de un asesinato, cuando pericias anteriores no contemplaban esa alternativa. Así como 23 años después del atentado contra la AMIA los responsables aún no dieron cuentas ante la justicia, la impunidad también asoma como la posible protagonista ante la muerte de Nisman, a menos que se acredite otra teoría.
Son los hijos e hijas, madres y padres, esposos y esposas de las víctimas de la AMIA, de Nisman, de la Embajada de Israel en 1992, y de numerosas víctimas de crímenes aún impunes, los que más sufren por la falta de verdad y la falta de justicia.
También sufren la impunidad hijos de víctimas de atentados perpetrados desde el Estado o desde la Guerrilla en la década del 70, la sufren víctimas del accidente ferroviario ocurrido en la estación de Once en 2012. Pero también las familias de las víctimas de las explosiones en Río Tercero, en 1995, además de las familias de individuos como Julio López, Nora Dalmasso, etc.
Hablar de cada uno de estos casos en la Argentina supondría abrir una herida, puesto que donde no hay información, hay desinformación. Donde no hay verdad, hay especulaciones sobre culpabilidades, acusaciones, y todos escenarios que, ante casos que podrían implicar participación de funcionarios públicos por acción u omisión, profundizan las diferencias entre los argentinos. Cada caso divide, cada caso enfrenta. Y la impunidad la terminamos sufriendo todos, no sólo los que más la sufren que son aquellos que aún no pueden entender por qué se fue la vida de su ser querido.
“La verdad es una compañera inseparable de la justicia y de la misericordia. Juntas son esenciales para construir la paz”, decía el Papa Francisco durante su reciente viaje a Colombia. Su mensaje urge también en la Argentina.
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