Una nueva y controvertida película de Hollywood no puede igualar las auténticas historias de sacrificio y valor de aquel trágico día
Todavía hay pocas personas que hayan visto el nuevo drama para adultos 9/11, recién estrenado en EE.UU., sobre la tragedia del ataque terrorista a las torres gemelas el 11 de septiembre. Pero poco importa: todo el mundo ya detesta la película.
Se podría culpar al
. Quienes lo vieron lo calificaron de “más que ofensivo” y “horrible”. “Es horrible y manipulador y me enervan todas las personas que participan”, comentó un tuitero.
Independientemente de las razones para estos reproches, este íntimo drama catastrófico —que relata la historia de cinco personas atrapadas en un ascensor del World Trade Center durante el 11-S—, ya ha recibido los flagelos de todos los rincones de Internet. Parece que nuestra cultura popular —al menos la porción de ella pronta a despotricar en Internet— no está especialmente interesada en la pandilla de héroes ficticios de la película 9/11.
Y están en su derecho. Después de todo, con lo terrible que fue aquella tragedia, los acontecimientos reales del 11 de septiembre de 2011 ya nos dieron muchos héroes auténticos a los que valorar.
Tom Rinaldi escribió la crónica de uno de estos héroes en su libro The Red Bandanna: A Life, A Choice, A Legacy[La bandana roja: una vida, una elección, un legado]. Se trata de la historia de Welles Crowther y el libro recibe su nombre del pañuelo rojo que Welles siempre llevaba consigo, incluso en su trabajo de elegante inversor en la Torre Sur del World Trade Center.
De pequeño, Welles veía a su padre envolver un peine en un pañuelo antes de ir a la iglesia. Cuando tenía 6 años, su padre le dio su primer pañuelo, una bandana roja. Desde entonces, Welles siempre llevaba una bandana roja, que cubría su cabeza cuando jugaba a lacrosse en la Universidad de Boston.
Y también durante el 11-S cuando, mientras casi todo el mundo en la Torre Sur iba escaleras abajo, Welles iba escaleras arriba con una bandana roja cubriendo su nariz y boca para protegerse del humo mientras buscaba a personas que necesitaran ayuda.
Algunos dicen que Welles ayudó a rescatar hasta a 18 personas aquella mañana, pero este joven de 24 años no pudo salvarse a sí mismo. Su cuerpo fue hallado más tarde entre los de varios bomberos. Se puede ver el conmovedor documental sobre Welles de la emisora ESPN en YouTube.
[vídeo]
Pero aquel día abundaron los héroes.
Cuando la Torre Norte recibió el golpe, la Autoridad Portuaria dijo a los que se encontraban en la Torre Sur que se quedaran allí. Rick Rescorla, que había ganado la Medalla de Plata en Vietnam, era jefe de seguridad corporativa en Morgan Stanley, en la Torre Sur, y decidió ordenar la evacuación de todas formas, una decisión rápida que salvó la vida de más de 2700 personas.
Durante la evacuación, según informa The Washington Post, Rescorla cantaba God Bless America y Men of Harlech con un megáfono para animar a los evacuados a permanecer tranquilos. Falleció aquel día mientras buscaba supervivientes. Se le vio por última vez en el décimo piso.
Usted está leyendo este artículo gracias a la generosidad suya o de otros muchos lectores como usted que hacen posible este maravilloso proyecto de evangelización, que se llama Aleteia. Le presentamos Aleteia en números para darle una idea.
20 millones de lectores en todo el mundo leen Aletiea.org cada día.
Aleteia se publica a diario en siete idiomas: Inglés, Francés, Italiano, Español, Portugués, Polaco, y Esloveno
Cada mes, nuestros lectores leen más de 45 millones de páginas.
Casi 4 millones de personas siguen las páginas de Aleteia en las redes sociales.
600 mil personas reciben diariamente nuestra newsletter.
Cada mes publicamos 2.450 artículos y unos 40 vídeos.
Todo este trabajo es realizado por 60 personas a tiempo completo y unos 400 colaboradores (escritores, periodistas, traductores, fotógrafos…).
Como usted puede imaginar, detrás de estos números se esconde un esfuerzo muy grande. Necesitamos su apoyo para seguir ofreciendo este servicio de evangelización para cada persona, sin importar el país en el que viven o el dinero que tienen. Ofrecer su contribución, por más pequeña que sea, lleva solo un minuto.