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The Love Witch: alucinaciones intertextuales y de género

THE LOVE WITCH

Oscilloscope laboratories

Jorge Martínez Lucena - publicado el 05/09/17

Merece la pena ir a ver The love witch solo si a uno le interesan los viajes oníricos

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Imagínense que una realizadora californiana y feminista se toma una pócima con peyote, LSD y un poco de Clonazepam y no se muere, sino que entra en un estado de conciencia paralelo en el que su percepción de la realidad se vuelve alarmantemente alternativo.

Entonces, nadie sabe bien por qué, Anna Biller, que así se llama nuestra heroína, no se queda tranquila en un chillout tomándose un gin-tonic con clavo y calentándole la oreja al primero que se encuentra, sino que se imagina participando en una especie de gincana cinematográfica en la que se intenta preparar la película más original y soporífera del universo, en un intento absurdo por destronar a Dogma (1999), de Kevin Smith.

Como tiene poco presupuesto, la artista, presa de esa controvertida visión alternativa, decide asumir el reto por sí sola: guion, dirección, producción, decorado, vestuario, banda sonora, etc. Él único peso que no asume en esta ocasión es el de actriz. Decide cederle el espacio a la magnífica y narcóticamente sexy Samantha Robinson, y no hacerlo ella misma, como en sus filmes anteriores Viva (2007) y Una visita del íncubo (2001).

Pues bien, la delirante pesadilla se hace realidad y el resultado del supuesto experimento llega ahora inexplicablemente a nuestras salas con el título The love witch (2016). No tiene nada de comercial. Es un peñazo de dos horas que desafía a cualquier convención visual y a la que, pese a sobrarle prácticamente una hora, no se le puede negar la capacidad de comunicar los efectos alucinógenos del brebaje comentado al principio.

La historia no se sabe exactamente de qué va. La protagonista es una bruja que busca el amor verdadero a través de la práctica de la hechicería, del mesmerismo sexual obsesivo y del asesinato en serie.

La película es de género, sin duda, pero no encaja en ninguna de las etiquetas al uso. Es una extravagante mezcla intertextual de melodrama televisivo sesentero al más puro estilo Embrujada (1964-1972); de inconfundible estética Hammer, con ese rojo sangre que lo tiñe todo de gótico, con aditamentos camp, kitsch y wicca; de cine erótico de los sesenta salpicado con momentos extremadamente rosas; de un uso de la cámara que a veces recuerda al Billy Wilder de Sabrina (1954), al Hitchcock de Con la muerte en los talones (1959) o al Woody Allen de ¿Qué tal, Pussycat? (1965), aunque no hace ni pizca de gracia; de situaciones, rostros y declamaciones que te transportan al cine de los Monty Python; y de una especie de deje ultrafeminista que no se sabe bien en qué consiste, aunque, como un irritante cascabel ilocalizable, suena aquí y allá.

Al final, el espectador se descubre sumido en una suerte de ucronía en que hay teléfonos móviles, abundantes y desenfadados desnudos y algún que otro Mazda, pero donde abundan también elementos decorativos, peinados, coches y bandas sonoras de hace 50 años. Es como si la magia, que enhebra la trama, fuese la responsable de esa suspensión temporal en la que todo sucede.

El sexismo que se respira es absolutamente insoportable. Los clichés patriarcales flotan en el ambiente hasta niveles insanos, lo cual hace pensar en que la directora, muy probablemente, los esté criticando. Y, pese a todo, tengo que confesar que no entiendo cuál es la alternativa que Biller quiere proponer con su disruptivo retrato, más allá del asesinato en serie del macho.

Merece la pena ir a ver The love witch solo si a uno le interesan los viajes oníricos. Verla supone revisitar determinadas formas estéticas que antaño fueron desterradas del cine y la televisión, pero que, deconstruidas por el tiempo, consiguen, en ocasiones, arrancarnos alguna que otra sonrisa irónica, y poco más.

Ficha Técnica

Género: Drama lisérgico
Nacionalidad: USA
Dirección: Anna Biller
Guion: Anna Biller
Reparto: Samantha Robinson, Gian Keys, Laura Waddell, Jeffrey Vincent Parise, Jared Sanford, Robert Seeley, Jennifer Ingrum, etc.
Duración: 120 min.
Clasificación: 18 años

Tags:
cine
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