Detrás de cada deportista hay una máquina de hacer dineroEl fútbol y el deporte de elite se han emborrachado con el dinero. Cada año que pasa suben en progresión geométrica las cifras de los contratos y fichajes de los grandes jugadores. La importancia y fama de un jugador se mide por el dinero que cuesta a una entidad requerir sus servicios deportivos.
Por eso nos preguntamos ¿adónde va el fútbol y el deporte de elite? Muchos son los que admiran a los grandes futbolistas o baloncestistas, golfistas, tenistas, ciclistas, atletas… No voy a poner nombres porque todos los tenemos en la mente. Los adolescentes y los jóvenes –incluso los niños– se llenan de admiración por sus ídolos en el deporte que levantan pasiones a millones de seguidores.
Es cierto también que hay padres que fomentan esta “idolatría” hacia los cracks deportivos y algunos incluso piensan que a lo mejor sus hijos son diamantes en bruto de un deporte, e invierten mucho tiempo y muchas ilusiones en hijos que a lo mejor tendrían un futuro más seguro y serían más felices en un trabajo manual o intelectual. Esta inversión de tiempo que se hace en el deporte no siempre busca la felicidad del hijo, sino la del progenitor, que quiere ser no solo el padre de un famoso, sino ganar mucho dinero con su hijo.
Los ídolos siempre han existido y existirán en el mundo, incluso en el deporte. Ya existían en las antiguas olimpiadas griegas y en las épocas de los romanos. Lo de hoy, sin embargo, supera en mucho cualquier dimensión del pasado.
Que por un jugador se paguen 220 millones de euros, y por otros 150, 120, 100… millones, indica hasta dónde penetra el deporte de elite en las almas apasionadas de los aficionados, “tifosi” o “suporters”. Ellos son capaces que levantar millones en publicidad y en merchandising mientras mantengan vivas las pasiones de sus seguidores.
Son ídolos deportivos, que manejan con gran habilidad las artes de su deporte, pero no pocas veces su vida real no es muy ejemplar. Sufren y a veces enferman o se dopan. El mundo de la prensa del corazón sigue sus amoríos cambiantes, sus hijos, sus esposas o maridos, su vida sexual, dónde pasan las vacaciones, sus hogares, y todo lo que interesa para satisfacer el cotilleo y el morbo de ciertos medios de comunicación.
Por otro lado, el frenesí del dinero hace que dirigentes de entidades deportivas, incluso a nivel internacional, caigan en corruptelas o corrupciones hasta el punto que algunos dirigentes terminan con sus huesos en la cárcel. El negocio del deporte tiene mucho de intermediación y de oportunidad y… de suerte.
Es bueno fomentar entre los jóvenes las virtudes del deporte, que son muchas (disciplina, compañerismo, puntualidad, orden, alimentación adecuada, constancia, respeto al superior, aceptar críticas a veces duras, etc.). Pero no es lo mismo admirar la vida privada de los ídolos del deporte, entre los cuales los hay que no esconden sus vicios y defectos graves, como la infidelidad en las relaciones sentimentales, vivir con mucho lujo, su falta de madurez y de personalidad, pues su vida a veces no ve más allá del deporte, tal vez porque nadie les ha dado una formación integral como personas. Se mezclan deporte y vida privada, cuando una cosa no implica la otra.
Y esto es así porque el hombre y la mujer no solo tienen cuerpo, sino también alma, o sea sentimientos, amor, tristezas, alegrías. El ejercicio necesario del cuerpo en ocasiones no se ensambla con el necesario ejercicio de las virtudes del alma.
Además, en la sociedad en que vivimos el deporte ha dejado de serlo para convertirse en un negocio. El fútbol ya no es fútbol, se ha convertido en otra cosa, es un pozo de dinero. Se cuida el cuerpo, pero a veces se deja a un lado el alma del deportista. Lo más importante es el éxito deportivo, los millones, no la formación integral del deportista. Así, pues, ¿adónde va el fútbol y el deporte de elite?