Además del objetivo de promoción turística a menudo se difunden elementos claros del ocultismo y del neopaganismo
Se difunden cada vez más las fiestas “populares” que tienen como protagonista al fenómeno de la brujería. En muchos lugares se repiten eventos que mezclan historia y leyenda, magia y esoterismo. ¿Se trata simplemente de una temática atractiva que se usa como reclamo del turismo o hay una intención de promover lo oculto? Veamos algunos ejemplos.
Entre pócimas y aquelarres
En julio, la localidad navarra de Bargota, en España, celebra una Semana de la Brujería.
Además del mercado en el que se pueden comprar productos artesanales, se incluye la celebración de un “Akelarre” con cientos de asistentes en torno a la figura del brujo Johanes (un personaje legendario de la localidad que habría vivido en el siglo XVI, presentado como clérigo convertido en brujo).
El llamado “pueblo de los hechizos y las pócimas” adquiere por unos días una estética medieval que suma también la exposición de instrumentos de tortura medievales. En el programa de actos puede verse la presencia de “echadoras de cartas” y, además, la realización de “brujería infantil”.
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