“Tadeo Jones 2. El secreto del Rey Midas”: De Las Vegas a Granada

En una industria con mayor músculo industrial que la española, el sorprendente éxito de taquilla de Las aventuras de Tadeo Jones –apoyado, eso sí, en el potentísimo entramado publicitario de Mediaset– habría llevado a la producción urgente, y seguramente precipitada, de una secuela.

Sin embargo, su máximo responsable, Enrique Gato, ha tenido la oportunidad de respirar y desarrollar junto al equipo de animadores de Lightbox Entertainment un proyecto distinto, técnicamente más exigente, como Atrapa la bandera, antes de empezar a concretar lo que ha acabado convirtiéndose, cinco años más tarde, en Tadeo Jones 2. El secreto del Rey Midas.

Queda claro desde la primera secuencia que la intención de Gato y su codirector, David Alonso, ha sido la de mantener unas ciertas constantes respecto a su antecesora –la estructura básica, la necesidad de encontrar un objeto mítico, el clímax con un componente fantástico,…– pero elevando la ambición de la propuesta para no estancarse en una mera repetición, evidenciando una cierta evolución técnica y un mayor (y mejor) dominio del ritmo de la narración.

De hecho, aunque, a grandes rasgos, El secreto del Rey Midas respeta el espíritu de aventura para todos los públicos de su antecesora –es decir, enfocada sobre todo al público infantil: de ahí la presencia de un personaje tan irritante como la Momia, pura carne de gag–, hay un evidente esfuerzo por parte de Gato y Alonso de inclinar la balanza hacia lo aventurero.

De ahí que hayan apostado por aumentar el número de localizaciones –incluyendo, en esta ocasión, España–, pero también por multiplicar las set pieces, que no solamente son más abundantes, sino también mucho más espectaculares. Seguramente la más ambiciosa de todas ellas –y también la que mejor funciona, por lo bien que equilibra la tensión del momento con el timing de los gags físicos– sea la persecución que transcurre por las calles de Granada, un auténtico tour de force que aprovecha muy bien las localizaciones para jugar con las (cambiantes) posiciones de los vehículos…

Y no sería justo olvidarse de la secuencia de apertura, nuevo guiño por parte de Gato a la franquicia videojueguil Tomb Raider.

No se puede negar, claro está, que el acabado de Tadeo Jones 2. El secreto del Rey Midas está todavía lejos de las actuales producciones animadas estadounidenses.

Aun así, hay que reconocerle a Gato y a su equipo que, partiendo de las limitaciones de un presupuesto mucho más ajustado que los pueden manejar Pixar/Disney o DreamWorks, han sido capaces de darle al largometraje un acabado técnico más que destacable –en el que, eso sí, chirría cada vez más la prominente nariz de Tadeo, reminiscencia de los cortometrajes en los que nació el personaje, Tadeo Jones y Tadeo Jones y el sótano maldito, y en los que quería aproximarse a los cómics de Jan–, con un espléndido diseño de producción y, sobre todo, un sentido del ritmo y un dinamismo que ya quisieran para sí algunos largometrajes de acción real.