Ser papá es lo más divertido que he hecho en la vida, solo superado por ser abuelo. Son roles totalmente diferentes. Y ambos son estupendos. Dios me ha bendecido siendo esposo y padre de familia y ahora abuelo.
Qué momentos más gratos pasamos juntos... Pero, ¿qué tiene que ver esto de ser papá con acudir a san José? Mucho. Deja que te cuente.
Cuando mi esposa Vida quedó embarazada de Luis Felipe, nuestro cuarto hijo, empezaron a molestarnos. ¡Era increíble!
Yo tenía 47 años. Nos decían que estábamos locos teniendo otro hijo a nuestra edad. Respondía sereno:
Ahora Luis Felipe, junto a sus hermanos Claudio Guillermo, Ana Belén y José Miguel, nos llenan de alegrías y esperanza de un mejor mañana.
En esos días buscaba a san José, como modelo de paternidad, para aprender de él a ser un buen padre.
Me impresionaba mucho su confianza plena en Dios, el silencio ante las dificultades de la vida, su obediencia a Dios, el discernimiento de la voluntad de Dios, su vida ejemplar en familia, su paternidad, el cuidado y protección a la Virgen María y al niño Jesús.
Fue un hombre acostumbrado al trabajo duro, como carpintero.
En Mateo 13, la Biblia se refiere a Jesús de esta forma: "¿No es éste el hijo del carpintero?".
Siempre me llamó la atención el silencio de san José. Casi no se le oye hablar, y sin embargo su presencia es notable. No hay forma de que pase desapercibida.
Aprendí mucho de él, sobre todo para ser un buen padre, o al menos intentarlo.
San Josemaría Escrivá tiene mucha razón al decir estas palabras:
Ayer, de casualidad encontré un viejo video en el que le hablaba a José Miguel cuando tenía tres meses. Le daba la bienvenida a la familia. Todos mis hijos fueron amados, deseados, esperados.
A mis hijos procuré animarlos siempre, decirles con frecuencia: “tú vales”, “tú puedes”, “te quiero mucho”.
San José tuvo una misión, encomendada por el propio Dios: ser custodio de la Sagrada Familia, cuidar a la siempre Virgen María y a su hijo.
Y también tuvo otra misión que ha trascendido: fue quien le puso el nombre a Jesús. El nombre sobre todo nombre.
Podemos ser buenos padres aprendiendo de san José. Te comparto este bello artículo de Aleteia que te lo explica.
Si tienes hijos, Dios también te ha encomendado una misión. Cuidarlos, hacer de ellos personas de bien, que se valgan en la vida con ejemplaridad. Que aprendan a amar a Dios y aspiren en todo momento hacer su santa voluntad.
Te toca darles buen ejemplo porque al final, de alguna manera, serán como tú.
Mis hijos han empezado a abandonar el nido, se los encomiendo a Dios y al buen san José. Les toca vivir sus vidas, tomar sus decisiones.
Yo estaré acá, cerca, con mi esposa, en silencio como san José, orando por ellos, esperando para cuando necesiten un consejo, un abrazo de su papá, una voz de aliento, un “te quiero hijo”.